Pero Zola difícilmente habría imaginado que, entre el gástrico Les Halles y el hediondo Marais -es decir, en el apretado Beaubourg- aparecería un siglo después un edificio con las tripas hacia fuera y que, paradójicamente, se convertiría en uno de los cerebros de la capital: el Centro Pompidou que es como un hachazo, de color y metal entre la piedra beis y la pizarra negra de este enclave donde confluyen el París medieval y el haussmanniano.
El Pompidou, conocido por albergar al Museo Nacional de Arte Moderno, es mucho más que eso. Ante todo, es un respiro visual, porque crece frente a la Gran Plaza que desde hace décadas ofrece un espacio gratuito y espontáneo al ciudadano. La gran explanada se multiplica por cinco, en vertical, al otro lado de la fachada acristalada. Es decir, otro enorme foro continúa en el bajo del edificio, que deja su estructura en el exterior y así genera mundos enteros en el interior
El aparente caos de la fachada reorganiza el espacio urbano, a la vez que delata los mecanismos -cada color corresponde a una función distinta: ventilación, electricidad, agua, pasillos- de este sofisticado artefacto. Su expresionismo estructural, sus materiales y la transparencia en el diseño son los rasgos de la arquitectura High tech, que entonces era tan poco conocida como los ganadores del concurso para ejecutar la revolucionaria obra en 1977: Richard Rogers y Renzo Piano.
Aunque el edificio siga siendo foto de discusión, muy pocos dudan - y su carrera lo demuestra- de que Piano y Rogers fueron unos visionarios. En realidad, solo les faltó haber evitado el amianto, que ahora debe ser retirado con una reforma de 262 millones de euros que mantendrá el edificio cerrado durante casi cinco años y se aprovechará para su modernización. El día 10 de marzo ya cerraron los 12.000 metros cuadrados distribuidos en la cuarta y quinta plantas que alojan solo dos mil obras de las 150.000 que componen la colección de arte contemporáneo. Se unen así a la ya clausurada Biblioteca Pública de Información, en la tercera planta. Pero todavía permanecerán abiertas las dependencias del Centro de Investigación y Coordinación Acústica y Musical, algunas salas para exposiciones temporales o espacios sociales como talleres y cafés, que cerraran el 22 de septiembre. Y, de entonces, hasta el 2030. Durante esos más de cuatro años, la colección permanente del museo se convertirá en itinerante y se podrá ver en los centros asociados de Metz, Málaga, Shangái o Bruselas ( apunto de abrir), así como en otros museos de EE. UU., Japón, Australia y salas parisinas como el Grand Palais o el Louvre.
El cierre es un aliciente menos para pisar el centro manoseado y desgastado de París, pero una oportunidad para no dar por hecho ese tipo de lugares que logran una vida propia. Acumula décadas cumpliendo la función social y cultural que el presidente Georges Pompidou ambicionó de acuerdo con las ideas del ministro de Cultura, el novelista André Malraux.
El edificio, que se exhibe en el centro de la capital, la muestra también a ella. Nos permite detenernos en su velocidad y observarla, desde los miradores superiores, como lo que es: una obra de arte más. Ahí, en el arte, se apaga lo más instintivo y se establece el contacto entre los mundos de la sensibilidad y del conocimiento.
Brais Suárez. París. La Voz de Galicia, lunes 17 de marzo de 2025.
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