domingo, 7 de enero de 2018

Annecy. Puro encanto francés,2

Los jardines de Europa en Annecy
En la Rue Filaterie se encuentra la tienda Opinel donde la venta de cuchillos y navajas de esa marca es una constante. Que el comercio más famoso de navajas se encuentre a un paso de la charcutería Pauvert nunca sabremos si es casualidad o buena disposición de marketing. En cualquier caso , vale la pena remontar hacia el Musée Château, pero más que por el castillo en sí por el barrio, una aldea en lo alto de la ciudad, como demuestra la exquisita Rue Basse du Château. Junto la castillo está el Musée du Film d'Animation. De vuelta al centro no debemos pasar por alto la Maison Pignon, extraordinario ejemplo de la arquitectura del medievo. La sofisticación de la ciudad es perfectible en pequeños fortines como la Maison de la Poésie o la tienda restaurante Kamouraska, prototipos del savoir faire y de una exquisita inclinación a los detalles. Conviene acercarse a Pierre Gay, la fromagerie más arrebatadora de la ciudad, una incitante invitación a iniciarse en los sabores de los quesos de la tierra: beaufort, chevrotin, emmental, tomme de bauges, tomme de savoie y, evidentemente, reblochon, la estrella local que conmueve a gastrónomos desde el siglo XIII, reconocible por su corteza y su color azafranado.
Paseando entre canales proliferan puentes interesantes como el de la République ( atención a les Vannes du Thiou, unas turbinas que permiten redirigir el curso del agua, joya técnica creada por el ingeniero Sadi Carnot en 1874) o el de Morens, el primero de piedra que hubo en Annecy. Y también el de La Halle, que ofrece la panorámica más pintoresca de la ciudad medieval. No obstante, si hay un puente que convoca a la concurrencia es el Pont des Amours, sobre el canal du Vassé, que desemboca en el lago ofreciendo una estampa de lo más idílica.
Así se entra por la puerta grande al que quizá sea el punto más buscado de Annecy: el lago. Lac d'Annecy. Allí, en sus explanadas, tanto en el Champ-de-Mars como en Les Jardins de l'Europe, también los músicos ambulantes parecen de anuncio, y un sigiloso deslumbramiento se cuela entre árboles centenarios y las vistas a los Alpes, al otro lado del agua. No hay lugar mejor para estirarse sobre la hierba y rendirse ante la rotunda eficiencia del paisaje y evocar a Rousseau mientras se alarga la pausa:"Nunca pensé tanto ni existí tanto, ni viví tanto, ni fuí tanto yo mismo como en los viajes que hice solo y a pie. Dispongo como dueño de la naturaleza entera; vagando de objeto en objeto mi corazón se une, se identifique con quienes lo halagan, se rodea de imágenes encantadoras y se embriaga de pensamientos deliciosos". Como estos, tal cual.
Use Lahoz. El Viajero, El País, viernes 22 del 12 de 2017 

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