Durante sus últimos 157 números, Charlie Hebdo ha seguido siendo Charlie Hebdo, una revista irreverente con todo y con todos, especialmente con las religiones y en particular con la musulmana. Pero defender a ultranza la libertad de expresión y el laicismo militante que profesa una sociedad que sigue debatiendo acaloradamente estos conceptos, no ha sido fácil. "Cuando llego (a la redacción), cuando todavía estoy en la calle, tengo miedo", reconoce uno de los miembros del equipo en el último ejemplar de la revista, que revela detalles de la vida "como en una lata de conservas" - en una oficina cuya dirección es mantenida en secreto y bajo fuertes medidas de seguridad-, en medio de constantes amenazas y un miedo permanente del equipo del semanario satírico tres años después del atentado que diezmó su redacción. No es un sentimiento exclusivo del equipo de Charlie. "El miedo se ha instalado, no solamente a la hora de diseñar una caricatura, sino en el momento mismo de manifestar una opinión. La gente dice cada vez menos lo que piensa", lamenta el caricaturista de Le Monde, Jean Plantureux, Plantu. Para Charlie Hebdo siempre habrá un antes y un después del 7 de enero de 2015... Tres años más tarde del atentado la solidaridad ha decaído. Además de una bajada sustancial en las ventas tas las extraordinarias tiradas después del ataque, también el sentir popular se ha enfriado. Según una encuesta, el 61% de los franceses declara seguir "sintiéndose Charlie", diez puntos menos que en 2016. Y un 38% de los sondeados considera que con sus caricaturas la revista satírica va demasiado lejos. "Charlie es una revista satírica y de opinión. La sátira no tiene por objetivo gustar a todo el mundo, y la opinión puede ser siempre cuestionada", replicó este sábado Gérard Biard, redactor jefe de Charlie Hebdo, al término de un debate en París para conmemorar el aniversario de la matanza.
Silvia Ayuso. París. El País, 7 de enero de 2018
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