lunes, 29 de enero de 2018

No hay felicidad sin rebelión

Fotograma de El joven Marx
No deja de ser curiosa la ausencia de biopics -películas biográficas- sobre dos figuras tan decisivas para la historia como Marx y Engels. Frente a este incomprensible silencio fílmico y ante el poco entusiasmo de los productores de media Europa, contra viento y marea, el director de la notable I am not your negro se empeñó en materializar un magnífico guión para contarnos la primera época de unos veinteañeros Karl y Friedrich, desde que ambos se encuentran, 1843, hasta que se publica el Manifiesto Comunista, en 1848, un mes antes del estallido de la revolución que agitó medio mundo. Colonia, Manchester, París y Ostende, son los escenarios de la historia. Y por allí andan Bakunin y Proudhon -encarnado por Olivier Gourmet, actor fetiche de los hermanos Dardenne-, Weitling o Grun y hasta el pintor Gustave Courbet. Los rostros de los actores -excepcionalesAugust Diehl y Stefan Konarske- ofrecen autenticidad realista -nada romántica ni neoclásica- como la propia pintura de Courbet. Y el film nos retrata con asombrosa concisión, no exenta de pasión -"siento la sangre revolviéndose en tu escritura", dice Engels de los textos de Marx-, una época dura y gris, teñida de las manchas de la revolución industrial. Pero la película también relata la historia de la amistad incondicional de dos jóvenes que actúan valientemente, sincera y consecuentemente, siguiendo el dictado de sus conciencias y creencias, aunque, claro, a veces se equivoquen. "Solo soy un hombre", le dice Marx a su mujer Jenny -la conmovedora actriz Vicky Krieps-, aristócrata que eligió la pobreza:"No hay felicidad sin rebelión". Y cuando discurren los créditos finales -¡con la banda sonora de Like a rolling stone cantada por Dylan!- resumiendo en dos minutos de imágenes los ciento cincuenta años de historia que vendrían después -con el colofón del crac del 2007 - pensamos que harían falta muchas más películas como esta. Pues El joven Karl Marx no es una obra maestra ni lo pretende, pero sí, útil, didáctica y honrada, que debería ser asignatura obligatoria en estos tiempos de neocapitalismo rampante.
Eduardo Galán Blanco. La Voz de Galicia, lunes 22 de enero de 2018

No hay comentarios:

Publicar un comentario