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Laurent Wauquiez. AFP |
Los críticos más amables le llaman el bad boy de la política francesa, el chico malo que trata sin piedad a sus adversarios y a quien nadie frena en sus ambiciones más desmedidas. Los menos amables lo comparan, bordeando la caricatura, con Putin, o dicen que es mala persona, un ser vengativo y sin empatía, el hombre que convertirá en homologables algunas ideas de la extrema derecha, un elemento tóxico en la Francia de Emmanuel Macron. Como siempre todo es más complicado, Cuando Laurent Wauquiez (Lyon, 1975) entra en una sala de reuniones en la sede de Los Republicanos en el distrito XV de París, lo primero que llama la atención es una especie de corrección relajada -sonrisas y educación, sin forzar la familiaridad- tan propia de la élite de este país. A medida que pasan los minutos y la conversación avanza, es obligado constatar que este es un político con ideas, y claras. Y más tarde, casi una hora después, el interlocutor abandona la sala convencido de que el nuevo presidente de Los Republicanos, un gran partido de la derecha de De Gaulle, Pompidou, Chirac y Sarkozy, quizá pueda obrar el milagro y recomponer la maltrecha derecha francesa, e incluso llegar a ser un rival a la medida del actual presidente de la República, Emmanuel Macron, y quién sabe si su sucesor. Una manera de entender a Wauquiez es como un Macron de derechas, pero el retrato sería incompleto. Pertenecen a la misma generación. Macron, 40 años. Wauquiez, 42. Provienen de una burguesía provincial transplantada a París: Macron de la norteña, Amiens. Wauquiez de Lyon y de la región de Auvernia. Se formaron y dieron sus primeros pasos profesionales en las instituciones que han fabricado al mandatario republicano. Macron en la Escuela Normal de Administración (ENA) y la Inspección de Finanzas. Wauquiez, además de la ENA, en la Escuela Normal Superior y Consejo de Estado. Ambos son productos perfectos de la meritocracia francesa, que ofrece a los retoños de la burguesía sus numerosas vías para ascender, por medio de la educación, a posiciones de poder. Su inteligencia presenta rasgos comunes. cultos y leídos, analíticos en sus discursos y libros, sin langue de bois (lengua de madera: la retórica vacua de muchos políticos), ni miedo a cuestionar los lugares comunes en su ambiente, el establishement francés. Sus ideas sobre Francia y el mundo- la necesidad de una Europa pragmática y protectora, la exigencia de que Francia se reforme para volver a ser respetada -coinciden más de lo que dan a entender las peleas propias del juego político interno.
El retrato paralelo, sin embargo, enseguida topa con los límites de dos itinerarios y personalidades dispares....
Marc Bassets. El País, domingo 24-12-2017
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