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Jean Améry |
Pre-Textos publica Charles Bovary, médico rural, novela ensayo en la que el escritor austríaco interpela a Flaubert. Nacido en Viena como Hans Mayer en 1912, el escritor tomó el nombre de Jean Améry -el apellido es un anagrama de Mayer- al ser liberado en 1945 por las tropas británicas tras haber estado recluido en los campos de exterminio de Auschwitz -donde compartió barracón con el italiano Primo Levi-, Buchenwald y Bergen Belsen. Pesaba 45 kilos. Améry huyó de Austria en 1938, estuvo internado por los franceses en el campo de Gurs -que acogió a tantos republicanos españoles, se escapó a Bélgica con su primera mujer (judía), se sumó a la Resistencia y fue capturado por la Gestapo, que le torturó colgándolo de un gancho bocabajo y apaleándolo. Al comprobar que no disponía de información interesante, los alemanes lo mandaron a Auschwitz por ser judío. El padre de Améry perteneciente a la pequeña burguesía vienesa, era, en efecto, judío, pero no era practicante ni le inició en el judaísmo. Su madre le educó en su religión, la católica. Améry, que estudió Literatura y Filosofía escribió siempre en alemán y nunca se sintió judío ni en lo religioso ni en lo cultural como explicó en Sobre la obligación y la imposibilidad de ser judío, ensayo recogido en su libro Más allá de la culpa y la expiación. Mejor dicho se sintió judío a partir del día que vió su número de prisionero de Auschwitz tatuado en su antebrazo izquierdo. Améry llevó el drama de la tortura y el Holocausto hasta el momento mismo de su suicidio, su respuesta a un mundo invisible desde la falta de confianza en los otros y la confianza imborrable del horror...
En Charles Bovary, médico rural, Jean Améry hace un sugerente, precioso y emocionante alegato en favor de Charles, el marido de Emma Bovary. Mediante la mezcla de monólogos del infortunado personaje y con textos ensayísticos, Améry quiere dignificar a Charles Bovary, enamorado de Emma hasta después de su suicidio y pese a sus infidelidades, reprochando a Gustave Flaubert que lo dibujara como un ridículo tontorrón y no le diera la oportunidad de mostrar sus cualidades y el valor de su bondad, presentándolo como un pequeño burgués sin sustancia ni interés. También Améry ataca a Sartre por haber avalado el punto de vista de Flaubert. Escribe Améry: "Charles desamparado por su creador, está solo consigo mismo". Como solas están las víctimas, como solo se sintió Améry...
Manuel Hidalgo. Galería de imprescindibles. El Mundo, 18 de febrero de 2018
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