Retrato de Père Tanguy de Van Gogh |
Van Gogh y Japón, muestra 60 lienzos y dibujos del holandés y 150 de las 660 láminas orientales que coleccionó. Aunque el pintor nunca viajó allí, estudió a fondo el trazo y colorido de los grabados. Copió geishas, kimonos y abanicos hasta desarrollar lo que los expertos denominan "una mirada japonesa". "Su trabajo es tan sencillo como respirar, y pueden hacer una figura como si estuvieran abrochándose el chaleco", le dice a Theo en otra misiva. Como puede verse en la muestra en Jardín de ciruelos en Kamata (1857), de Utagawa Hiroshige, uno de los maestros del ukiyo-e, las estampas realizadas con xilografía (impresión con plancha de madera). A Van Gogh la naturaleza le parecía el único lugar habitable, pero no fue el único artista de su época seducido por Japón. En 1854, en el período Meiji, la sociedad nipona pasó del feudalismo a abrirse al mundo, y en Europa proliferaron las exposiciones de sus grabados. "Fue una revelación para los artistas europeos. Él lo idealizó e hizo suyos los motivos representados en su segunda etapa, en Arlés", dice Nienke Bakker, comisaria de la muestra.
Es en esta etapa en la localidad francesa de Arlés sobre la que planea una de las sombras más oscuras de la vida del artista. Allí estaba cuando se cortó la oreja después de un encontronazo con el pintor Paul Gauguin. El autorretrato de 1889 que le muestra vendado se ha llevado a la exposición desde la Courtland Gallery, de Londres, no había salido del Reino Unido desde 1955. "A pesar de la herida, se retrata con una lámina japonesa detrás, señal de su esperanza en el arte", explica la experta. Cuelga junto a otro préstamo señalado. De nuevo un Autorretrato, esta vez rapado como un monje budista.
Isabel Ferrer. Amsterdam. El País, jueves 22 de marzo de 2018
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