viernes, 9 de marzo de 2018

Irresistible Tristán e Isolda

Daniel Baremboim
Toda la historia de la ópera converge en Tristán e Isolda: la anterior apunta directamente hacia ella y la posterior brota irremediablemente de ella. Daniel Barenboim ha estrenado producciones de Jean-Pierre Ponnelle, Heiner Müller, Harry Kupfer, Stefan Bachmann y Patrice Chéreau, un hito difícil de emular. A nadie puede extrañar, pues, que haya afirmado en más de una ocasión  que ninguna obra le ha influido tanto como este drama musical wagneriano que ha logrado colarse por igual en el modernismo poético de La tierra baldía de T.S. Eliot, en el cine surrealista de Luis Buñuel (La edad de oro y Un perro ) o en las visiones apocalípticas de Lars Von Trier (Melancolía ). También parece difícil que otro director logre nunca dejar con él una huella tan duradera y tan profunda como la que ha ido forjando el argentino desde 1980...
El tenor que estrenó Tristán e Isolda en 1865 , Ludwig Schnorr - junto a su esposa Malvina, en el papel de la princesa irlandesa-, murió de forma misteriosa seis semanas después, a poco de cumplir 29 años. Dos grandes directores de la misma ópera, Félix Mottl -justo el día en que la dirigía por centésima vez- y Joseph Keilberth, sufrieron sendos infartos mortales en plena representación, en ambos casos en Múnich, la ciudad del estreno en 1865. Y hay testimonios de espectadores que, en los primeros años, habían de ser evacuados de la sala tras sufrir desmayos o vómitos. "Ya no es ni siquiera música", le confesó un día anonadado el director y compositor Bruno Walter al escritor Thomas Mann después de haberla dirigido. Es mucho más que eso: un Tristán e Isolda  vivido con intensidad remueve las entrañas...
Barenboim ha decidido repetir la soberbia pareja protagonista que tuvo en Parsifal, Anja Kampe y Andreas Schager, ambos hoy por hoy imbatibles. Ella compone vocal y psicológicamente una Isolda en permanente evolución: atormentada, perversa y vengativa  en el primer acto, anegada por el frenesí amoroso en el segundo y desgarrada por la muerte de Tristán pero suavizada al escuchar-solo ella- la música que emana del cadáver en el tercero...Otro tanto puede decirse de Andreas Schager cuya voz conserva su enorme calidad y su bellísimo timbre en todos los registros... Mientras Barenboim no se cansa de dirigir esta ópera en la Staatsoper de Berlín. Serán legión quienes quieran compartir con él esa "dicha suprema" que canta al final de la opera.
Luis Gago. Berlín. El País, martes 13 de febrero de 2018

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