A medio camino entre la Suiza francesa y la alemana se encuentra Neuchâtel. Menos conocido que otros cantones suizos, este territorio posee múltiples atractivos.
La ciudad amarilla. Neuchâtel, que cumplió 1.000 años en 2.011, es la capital cantonal. Con unos 35.ooo habitantes -y situada a poco más de dos horas de Zúrich y a hora y media de Ginebra-, su centro histórico, dominado por el imponente castillo y La Collégiale (catedral y sede del Gobierno), bien vale una visita. Muchos de sus edificios están construidos con una piedra de color amarillento que le confiere un tono inconfundible a esta ciudad a las orillas del lago homónimo. En la biblioteca pública de Neuchâtel se pueden ver numerosos manuscritos de uno de los vecinos más ilustres de la zona: Jean-Jacques Rousseau (1712-1778). El filósofo vivió de julio de 1762 a 1765 en Môtiers a 30 kms de la ciudad. Otro atractivo son los autómatas y androides de la colección Jacquet-Droz del Museo de Arte e Historia. Estos ancestros de los robots actuales fueron desarrollados entre 1767 y 1774, y los delicados mecanismos que les dan vida fueron el origen de la poderosa industria relojera suiza actual. Verlos en funcionamiento es una experiencia única...
Hôtel Palafitte |
Un tesoro de urbanismo. Con unos 30.000 habitantes La Chaux-de-Fonds es la mayor ciudad del cantón. Declarada patrimonio mundial por la Unesco en 2009, es una joya del urbanismo industrial aplicada a la relojería. Aún hoy tienen aquí sus fábricas varias marcas de relojes de renombre internacional. Neuchâtel se encuentra en el corazón del llamado Watch Valley, que concentra gran parte de la industria relojera helvética, a los pies del macizo del Jura. En La Chaux-de-Fonds nació también Charles-Édouard Jeanneret-Gris (1887-1965), más conocido como Le Corbusier. El influyente arquitecto suizo construyó aquí la Villa Schwob o Villa Turca y Villa Jeanneret-Perret o Maison Blanche, edificios que por sí solos justifican el desvío para los amantes de la arquitectura. . .
Como punto final de la jornada se puede tomar una copa en el Museo de la Absenta, en Môtiers donde residía Rousseau. La historia de esta legendaria bebida, la preferida de los surrealistas, puede explorarse aquí.
Rodrigo Carrizo Souto. El Viajero. El País, viernes 17 de agosto de 2018.
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