jueves, 23 de agosto de 2018

Marcel Proust, habitación 418


Marcel  Proust y Reynaldo Hahn
Marcel Proust (1871-1922) fue un hombre de relaciones. Hoy diríamos de redes. Su vida y su obra son un constante entrar y salir de amigos y conocidos, de autores admirados y de admiradores, de parientes y amantes. Puede constatarse fácilmente en las cartas, manuscritos y libros dedicados por escritores contemporáneos que se subastaron, el 24 de mayo de este año, en la sede de Sotheby's del proustiano Faubourg Saint-Honoré de París, por un total de 745.464 euros. Procedente de la colección de Marie-Claude Mante, una de las tres sobrinas nietas del autor de En busca del tiempo perdido, la colección ilumina detalles de su vida privada. Desde asuntos en apariencia menores, pero significativos para los miembros devotos del culto a Proust, como es la ubicación exacta de la habitación donde pasó largas temporadas en el Gran Hotel de Cabourg, en Normandía, hasta su relación con el gran amor de su vida, el músico de origen venezolano Reynaldo Hahn. 
"Es sorprendente que en una colección familiar todavía haya cosas inéditas, aún no publicadas", dice Benoît Puttemans, especialista de Sotheby's"..."En algunos casos los especialistas no lo habían visto, estaban guardados en casa" añade Puttemans. Es el caso de nueve cartas, hasta ahora desconocidas, de Hahn a Proust, una nota de gastos del Gran Hotel de Cabourg o los libros dedicados de contemporáneos como André Breton o Philippe Soupault...
Reynaldo Hahn fue una presencia constante de Proust durante toda su vida. En una de las cartas expuestas en el Faubourg Saint-Honoré, datada a finales de marzo de 1896, Proust escribe a Hahn: "Quiero que usted esté todo el tiempo, pero como un dios disfrazado al que ningún mortal reconoce"... Pero si hay un scoop entre estos papeles, una verdadera noticia es la nota de gastos de agosto de 1911 en el Gran Hotel de Cabourg, modelo de Balbec en En busca del tiempo perdido. Gracias a ella se sabe que Proust ocupó las habitaciones 417, 418 y 419 en el último pìso. No había clientes encima. Y alquilaba tres habitaciones para no tener ruido a izquierda y derecha.
Marc Bassets. París. El País, viernes 25 de mayo de 2018

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