jueves, 16 de agosto de 2018

"Le lambeau" de Philippe Lançon

Philippe Lançon /CATHERINE HÉLIE / ÉDITIONS GALLIMARD
Aquella mañana de invierno de 2015 Philippe Lançon, que había publicado tres novelas  y era uno de los periodistas críticos culturales de más peso en Francia, recibió dos tiros de Kaláshnikov-357 Magnum en el rostro. Fue en la sala de redacción del periódico satírico Charlie Hebdo, en la calle Nicolas Appert del distrito XI de París. Varios de sus mejores amigos - los dibujantes y columnistas Cabu, Wolinski, Charb y Bernard Maris, entre otros- murieron en el atentado perpetrado por los hermanos Kouachi al grito de "Allahu akbar" /"Alá es grande". Él sobrevivió al ataque yihadista pero se quedó sin cara del labio superior para abajo. Estuvo ingresado nueve meses en los hospitales de la Salpêtrière y los Inválidos. Va por la  cirugía facial número 18. Los médicos trasladaron su peroné al lugar que antes había ocupado su mandíbula. El calvario fue prolongado. La morfina y Bach aplacaban el espanto. Se marchó de París. Y publicó Le lambeau.
En sus 500 páginas este hombre valiente que llama a las cosas por su nombre y que no conoce el adorno relató un compendio de azares, desgracias , sufrimientos, consecuencias, reflexiones y aprendizajes que dejan al lector en estado de shock. Es un día de calor asfixiante en las colinas de Roma. Philippe Lançon, su sombrero borsalino y yo estamos sentados en un decadente y precioso café de la ciudad. Se retiró aquí junto a su compañera sentimental, huyendo de París  y de las zonas menos apreciables de la memoria. Escribió en Roma gran parte del libro. Que fue, primero, un tímido esbozo de regreso de la muerte. Y, después, una vuelta a la vida. Una vuelta a medias. Basta con escucharle. Quedan muescas físicas y psíquicas. No quiso fotos. "No es por un tema estético, es que la policía me dijo que mejor nada de fotos ni de televisiones, porque así viviría más tranquilo"...
Borja Hermoso. El País Semanal, 27 de julio de 2018

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