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Agnès Jaoui y Jean-Pierre Bacri |
Agnès Jaoui vuelve a ponerse delante y detrás de la cámara para dotar de frescura y fluidez su nuevo guión en colaboración con Jean-Pierre Bacri, que además es el eje central como protagonista de otra comedia coral que transcurre en el espacio único de una gran casa de campo en los alrededores de París; a unos 35 minutos según el eufemismo recurrente de la anfitriona durante una macrofiesta en la que se reúnen familiares, amigos y desconocidos. Este grupo arrastra viejas heridas del pasado, unos, como antiguas parejas que comparten hijos pero no los mismos ideales de juventud, o fascinación por el famoseo otros, en torno a la evidente decadencia de una vieja gloria de la televisión y a la fulgurante ascensión de un youtuber sin habilidades concretas aparte del postureo. Los guionistas construyen el relato sobre un amplio espectro de contraposiciones extremas: el campo y la ciudad, la juventud y la madurez, las utopías de una edad y el pragmatismo desencantado, los famosos y los anónimos, gente de todo pelaje que se entremezcla en una sucesión de viñetas que se estructuran como las teselas de un gran mosaico para perfilar un amplio retrato social y de época, divertido, pero en cierto modo desencantado, como filtrado por un aire de tristeza y melancolía. Los intérpretes lo son todo, encabezados por el siempre incontestable Bacri, parapetado tras un bisoñé y unas eternas gafas de sol además de la sorprendente Léa Drucker, en un registro diametralmente opuesto al de la madre de Custodia compartida, la propia Agnès Jaoui o el contenido Kevin Azaïs.
Alberto Bermejo. El Mundo, jueves 26 de julio de 2018
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