domingo, 19 de agosto de 2018

Porquerolles. la Isla del Tesoro

Vista de la isla
Dicen que Robert Louis Stevenson se inspiró  justo en estas 1.254 hectáreas de tierra rodeadas de mar, que durante siglos sirvieron de guarida a piratas, a la hora de escribir las aventuras de Long John Silver en la memorable La isla del tesoro. Pero sin duda fue el escritor belga Georges Simenon el que mejor supo plasmar el hechizo que ejerce esta pequeña ínsula en su novela  Mi amigo Maigret, donde describe sus frondosas y verdes colinas boscosas, sus tranquilas calas de agua transparente y el silencio del lugar, roto solo por el tañido de la campana de su iglesia o por el sonido de las bolas de petanca en la plaza del pueblo. Hablamos de Porquerolles, una maravillosa y exclusivísima isla, un bosque flotante que surge sobre el mar turquesa de la Costa Azul francesa y que forma parte del archipiélago de Hyères, así llamado porque se encuentra justo enfrente de esa localidad de la Provenza. Se trata de un lugar tan excepcionalmente bello que en 1912 François Joseph Fournier, un belga que había amasado una enorme fortuna en México graciasa las minas de oro, no dudó en comprar esta isla para entregársela como regalo de su boda a su esposa Sylvia.
La pareja tuvo siete hijos y vivió hasta el fin de sus días en este paraíso terrenal que es Porquerolles donde pusieron en pie un dispensario médico, un colegio y una coperativa agrícola que explotaba más de 60 acres de árboles, cultivos y viñas, las primeras en obtener la denominación de origen Vin des Côtes de Provence. Sylvia murió en 1979, y ese mismo año el estado francés compró el 80% de la isla y la convirtió en parque nacional. De hecho para proteger su hábitat está prohibido acceder a Porquerolles, con coche. Solo se puede llegar a esta isla en barco, siempre sin vehículo, y recorrerla a pie o en bicicleta.
Porquerolles siempre ha ejercido una especial fascinación tanto en artistas (Stevenson o Simenon) como en ricachones (el caso de Fournier). Por eso no es de extrañar que el último en sucumbir a sus encantos haya sido un millonario francés que además es un auténtico apasionado del arte: Édouard Carmignac...
Irene Hdez Velasco. El Mundo, domingo 12 de agosto de 2018

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