Una de las animaciones del documental La familia Samuni |
Combinando el entorno desolado que les queda a los Samuni, con sus casas y sus huertos destruidos después del descomunal ataque y bombardeo, que Savona recoge con una cámara desnuda y sin artificios -dotando de verdad a unas imágenes que parecen arrancadas de un informativo, tomadas entre los años 2009 y 2010, aunque evita fecharlas-, para la reconstrucción del suceso y otros apuntes oníricos recurre al artista gráfico Simone Massi, que hace animación manual, para con ayuda de otros dibujantes y un inteligente uso del sonido, para recrear varias secuencias que conforman una narración paralela con los recuerdos de los protagonistas. No hay pretensiones de pancarta, ni eslóganes de laboratorio, ni reproches directos a los responsables de la masacre. Basta con escuchar a la niña protagonista, a su madre, a su hermano, a sus primos, para entender la dimensión del drama. Fieles a su pasado de indiferencia política, no desean que nadie se apodere del funeral, pero vemos como el pequeño tiene una meta, convertirse en mártir de la causa para estar junto a su padre. Suficiente.
Miguel Anxo Fernández. La Voz de Galicia, sábado 27 de junio de 2020
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