Estación de Budapest |
Un viaje son también las posibilidades que no se concretaron, los caminos que nunca tomamos, las puertas cerradas. Visegrado, en Bosnia Herzegovina, figuraba en los planes iniciales: el escenario de Un puente sobre el río Drina, de Ivo Andric; la región del último genocidio europeo. Y en Hungría habríamos querido visitar el Balatón, el lago más grande de Centroeuropa...Una vez devuelto en Viena el coche de alquiler con el que nos habíamos desplazado desde Ostende, al inicio del viaje y tras un alto en la ruta de 36 horas en Budapest, nos subimos al tren hacia Bucarest. "LLevar la máscara facial es obligatorio en los trenes", se escucha por el altavoz en Budapest-Keleti, la vetusta Estación Oriental...
De estaciones como la de Budapest emana una poesía particular, una constelación de nombres -en los paneles con los destinos y en los convoyes que llegan y salen- que describen un mundo, una cartografía de imperios desvanecidos...
Europa son fronteras imperceptibles. Entre Alemania y Austria y Suiza, por ejemplo, se cruzan sin darse cuenta. Pero hay otras bien reales. Fronteras concéntricas. Ya habíamos abandonado la Europa del euro al entrar en Hungría desde Austria y ahora, en el puesto fronterizo húngaro de Lököshaza, traspasamos el límite de la fortaleza Schengen, la zona de libre circulación de personas. Primera frontera dura del trayecto...a las 12.53 -23 paradas, 830 kilómetros, 16 horas y 43 minutos después de dejar Budapest - entramos en Bucarest. El mar Negro, destino final, se acerca. El trecho que hemos recorrido desde la ciudad belga de Ostende, donde diez días antes comenzó el vaije, es casi el mismo que nos separa se Bagdad.
Marc Bassets. El País, jueves 6 de agosto de 2020
Marc Bassets. El País, jueves 6 de agosto de 2020
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