La compañía francesa XY |
En Francia hay un apelativo aristocrático y muy hermoso: "circo aéreo". Esto, pienso ahora, puede también querer decir que están con un pie en el empuje de la fuerza y el otro en el salto de la danza, y hay tanta sabiduría y elegancia que lo hacen sin que lo parezca... La compañía ha estado varias veces en el Grec y el de esta edición es su quinto montaje. Con Le Gran C, de 2012, recibieron el Premio Ciudad de Barcelona; en 2015 volvieron a deslumbrar con Il n'est pas encore minuit. Debería llamarles "banda" por "bandada", pero sonaría igual de bien "tribu", aunque habría que buscar o inventar un nombre para el acróbata en continuo movimiento "sin razón dramatúrgica", dice Jordi Bordes, "solo por el deseo del juego y de la danza"; no poco deseo es ese . A lo largo de los 60 minutos del espectáculo, contenemos la respiración cada cinco y se nos escapa un gemido de sustazo cada 10: ese lamento sostenido y tenso indica que con un leve tropiezo pueden partirse la crisma...
Ellas son menudas, agilísimas, y parecen montar caballos imaginarios a los que conocen desde la niñez; ellos tienen algo de jinetes corpulentos con grandes barbas y parecen creados por Joseph Kessel. Ellas y ellos son el emblema del movimiento, los juegos que culminan, por ejemplo, en un interrogante de los cuerpos sobre la tela blanquísima, como la de un velero. Cada vez que vuelan de unos brazos a otros y son recogidos por sus compañeros se convierten en criaturas flotantes encarnando el puro virtuosismo. ¿Y nosotros? cada vez que miramos por un instante a derecha o izquierda , nos vemos con máscaras y picos inquietantes: parecemos los pájaros de Judex, de Franju, y el cielo blanquirrojo de tormenta inminente (que luego descargará) nos teletransporta al Grec de nuestra infancia...
Ellas son menudas, agilísimas, y parecen montar caballos imaginarios a los que conocen desde la niñez; ellos tienen algo de jinetes corpulentos con grandes barbas y parecen creados por Joseph Kessel. Ellas y ellos son el emblema del movimiento, los juegos que culminan, por ejemplo, en un interrogante de los cuerpos sobre la tela blanquísima, como la de un velero. Cada vez que vuelan de unos brazos a otros y son recogidos por sus compañeros se convierten en criaturas flotantes encarnando el puro virtuosismo. ¿Y nosotros? cada vez que miramos por un instante a derecha o izquierda , nos vemos con máscaras y picos inquietantes: parecemos los pájaros de Judex, de Franju, y el cielo blanquirrojo de tormenta inminente (que luego descargará) nos teletransporta al Grec de nuestra infancia...
Marcos Ordoñez. El País, Babelia, sábado 25 de julio de 2020
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