Zweig regresó a Ostende 26 años después, en julio de 1936 -todo ocurría en verano en Europa y en Ostende-, pero ya nada fue igual. Estaban él y un grupo de amigos exiliados: su amigo el novelista monárquico y dipsómano Joseph Roth, la escritora Irmgard Keun, el reportero Egon Erwin Kisch, el publicista del Komintern Willi Münzenberg y Arthur Koestler, impaciente por viajar por España tras las noticias de la sublevación contra la República.
"Amigos, enemigos, contadores de historias lanzados a esta playa por los humores de la política mundial. Narradores frente al derrumbe", escribe el periodista alemán Volker Eeidermann en Ostende: 1936.Summer der Freundschaft /Oestende:1936, verano de la amistad.
Del Ostende de 1914, del de Joseph Pla, y del de 1936, poco queda."El mar, sin duda. Las gaviotas. La atmósfera, la luz: es el final de Bélgica, la sensación de estar en una frontera", describe el ensayista belga Mark Schaevers, autor de otro libro sobre el mismo grupo, el mismo año y el mismo lugar: Ostende, de zomer van 1936/Ostende, el verano de 1936. Schaevers explica que el café Flore al que hace referencia Zweig en sus escritos bien podría ser el Hôtel du Parc, uno de los pocos locales de época que subsisten.
Ahí en una mesa, se sienta un hombre de 71 años, la cabeza casi sin pelo debido a la quimioterapia para tratar su cáncer de páncreas, la sonrisa burlona. "Soy un cantante romántico frustrado", declara Arno Hintjens, medio en serio, medio en broma, como casi cada palabra que pronuncia. Arno, como se le conoce, es el más querido de los rockeros belgas, el que congrega a flamencos y valones como solo pueden conseguirlo la selección nacional de fútbol y la monarquía.
Arno canta en flamenco, en inglés, en francés. Puro Ostende. De James Ensor, el contemporáneo de Zweig, el pintor de las máscaras monstruosas de carnaval y muerte, el gran artista de Ostende, dice: "Es mi mentor. Un provocador, un anarquista. Iba de negro, como yo, no se tomaba en serio a sí mismo..."
"Nunca he trabajado. ¡Hago música!", suelta en otro momento. "He vivido una vida increíble. He tenido suerte. Digo gracias a Dios, si es que existe". Y cuenta que aprendió el blues de los soldados estadounidenses de la OTAN y de los ingleses que traían música del otro lado del canal, viajó a Kamandú en autostop, cocinó para Marvin Gaye cuando el soulman se retiró en la costa belga una temporada y en Estados Unidos descubrió que realmente era europeo. Un cowboy europeo como dice en una canción. En otra, Ostende, bonsoir, evoca los paseos nostálgicos por la ciudad...
Ostende, adiós. Al día siguiente, ya en ruta hacia el mar Negro, Arno nos cita para fotografiarse en Gante, a 60 kilómetros del fin de Europa, o de su comienzo.Ensaya para su primer concierto. "Comed mucho", se despide. "El invierno será largo".
Marc Bassets. El País, sábado,1 de agosto de 2020
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