Henry Bergson |
Algunas de las hipótesis de Bergson parecen sacadas de la literatura fantástica, pero sabemos por experiencia que la literatura es la que marca el ritmo de la historia. Sostenía que para estudiar la vida no sirve descomponerla y analizar sus partes (eso supone estudiar la muerte), sino que era necesario profundizar en la vivencia. La naturaleza híbrida de este filósofo, buen conocedor de las matemáticas y la biología, hijo de inglesa y polaco, del pregmatismo británico y la ensoñación eslava, le proporcionó una poderosa intuición y un enorme talento para la escritura. Recibió el Nobel de Literatura en una época en que el premio también se otorgaba a los filósofos, entendiendo que el buen filósofo es, ante todo, un narrador que también sabe contar historias.
Bergson anticipó el auge del zen, una tradición que desconocía. Los maestros zen evitan largos parlamentos y demostraciones sobre la verdad. Prefieren dar a sus discípulos ocasiones para instruirse por sí mismos. Lo mismo hacía Bergson. Algunos pasajes parecen sacados de un manual de meditación:"Cierro los ojos, me tapo los oídos y suprimo, una tras otra, todas las sensaciones que me llegan del exterior. Ya lo he logrado. Sin embargo, subsisto y no puedo dejar de subsistir. Sigo aquí. Puedo rechazar mis recuerdos y hasta olvidar mi pasado, pero conservo la conciencia de mi presente". Y advierte que en el instante mismo en que una conciencia se extingue, otra se alumbra para asistir a la desaparición de la primera, pues la primera solo puede desaparecer para otra y frente a otra. Recuerda a las Presencias reales de George Steiner, recientemente desaparecido. Un libro también extemporáneo. Nos es posible imaginar una nada sin advertir que hay alguien que la imagina, que hay algo que subsiste...
Y se aleja de la biología para entrar en un terreno más resbaladizo:"Nada impide al filósofo llevar hasta el final la idea que el misticismo le sugiere: un universo que no sería más que el aspecto visible y tangible del amor y la necesidad de amar"..."Una energía creadora que fuera amor y que quisiera extraer de sí mima seres dignos de ser amados podría así sembrar mundos"...
Juan Arnau. Babelia. El País, sábado 1 de agosto de 2020
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