Fotograma de Quisiera que alguien me esperara en algún lugar. |
El hijo mayor, al que da vida de maravilla Jean-Paul Rouve, es quien ha sustituido al padre ausente. Es el directivo de una marca de champán y su vida acomodada y responsable le permite también ocuparse de sus hermanos más bohemios. La mayor, Alice Taglioni, es escritora y pasa por un doloroso proceso para quedarse embarazada, la pequeña Camille Rowe, quiere ser fotógrafa pero no parece tener mucha suerte, y el mediano, Benjamin Lavernhe está ocupado en secretas preocupaciones amorosas.
Pero que nadie se confunda, el tono ligero de buena parte de la película se recrudece cuando un amor del pasado vuelve a llamar a la puerta del hermano mayor, el personaje que parece más prosaico pero que, al contrario, es el más enigmático e interesante. Lo que ocurre a partir de entonces cambia de perspectiva todo lo anterior, también la voz narradora. Agridulce y meláncolica, la película resurge llena de dolor y medias verdades que van aflorando , como la secuencia sobre las uñas mal pintadas de una novia que el hijo mediano lleva a casa de la madre y que ofrece una nueva y terrible clave del drama familiar. Más allá de algunas ñoñerías y ocurrencias innecesarias (sobre todo en la segunda parte del filme), Arnaud Viard logra una emocionante comunión entre sus intérpretes en este drama coral sobre una familia tan rota como la de cualquiera.
Elsa Fernández Santos. El País, 14 de agosto de 2020
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