sábado, 25 de septiembre de 2021

Destellos de una costa exquisita, Hendaya

El País Vasco Francés, marinero y cosmopolita, con casas de pescadores y residencias de reyes que se dan la mano, celebra este contraste en una costa bañada por el Atlántico. Empieza con Hendaya y pasa por Biarritz, en otros tiempos puntos de encuentro de la aristocracia europea durante los meses de verano y como contrapunto San Juan de Luz o Guéthary, pueblos que vivían del mar. El paisaje, dominado por las sombras de montes boscosos y las playas de arena fina, atrae a devotos de los deportes náuticos, con surferos de todo el mundo a la cabeza en busca de esa ola que les cubra de gloria. Sobran oportunidades para los amantes de las largas caminatas a pie -por ejemplo, el Sendero del Litoral- o a caballo, actividad muy arraigada con centros de hípica. Y por mucho que la playa sea inevitable, aquí existen otros lugares para tomarse un respiro. Apartada de la costa, aunque apenas a 8 kilómetros, espera Bayona, la capital histórica, atravesada por el río Adur y donde, según se mire, uno puede sentirse como en un pequeño París. Aires de época invaden esta pequeña región de Aquitania no sólo por su arquitectura, también por sus fascinantes comercios centenarios inmunes a la globalización. Aquí comer comme il faut se da por descontado, con mucha atención a las pastelerías.

El punto de partida de este viaje es Hendaya, a media hora en coche desde San Sebastián. Con tres kilómetros de longitud y un babel de sonidos franceses, españoles y vascos, es el arenal más largo de la costa y por eso tiene mucho tirón. Enfrente queda la playa de Hondarribia y ambas perfilan la bahaía de Txingudi, una reserva natural entre el mar y la montaña (aquí comienzan a despuntar los Pirineos Atlánticos) que da para todo: vela, buceo, kayac, piragua , surf...

Este trayecto costero hay quien lo hace caminando por el llamado Sendero del Litoral, que arranca en San Sebastián y acaba en Bidart: 54 kilómetros en total que se pueden cubrir por etapas, atravesando reservas naturales, playas y pueblos. Hay otra posibilidad más cómoda, en coche, ya que parte de esta ruta pedestre discurre paralela a la carretera de La Corniche, que también es toda una experiencia.

Y de la tierra al cielo, con un castillo que casi se asoma a los acantilados: el Chàteau Abbadía de Hendaya, del siglo XIX, que esconde un observatorio y museo astronómico construido por Antoine d'Abbadie, un curioso personaje, muy viajado, al que le dio por proyectar  catálogos de estrellas a la vez que alimentaba una biblioteca única. A su muerte legó este castillo neogótico a la Academia de las Ciencias...

Maria José Díaz de Tuesta. El Viajero. El País, sábado 11 de septiembre de 2021

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