jueves, 2 de septiembre de 2021

Huir fue lo más bello que tuvimos

Entre tantas cosas sucedidas en los últimos años, la forma en que se han visto sacudidos nuestros estándares de vida a causa de la pandemia ha confirmado un hecho que venía manifestándose con fuerza, y es la emergencia de una nueva corriente cultural que, desde diferentes perspectivas, apuesta por el pensamiento, por la recuperación de las humanidades y, en definitiva, por el derecho a complementar  el poderío de la presencia tecnológica y digital con un orden espiritual del que se siente una honda nostalgia y en el que se desea volver a confiar, lógicamente desde nuevos parámetros y actitudes. En este contexto se ubica un libro recientemente publicado: Huir fue lo más bello que tuvimos, de Marta Marín-Dòmine. Un libro anclado en su carácter reflexivo, un batir de alas en torno al sujeto, la melancolía que inspira el presente, el papel que cumple la experiencia, nuestras posibilidades de sobrevivir dignamente en un mundo incierto.

Marín D'omine se centra en la experiencia de desarraigo a partir de un hecho personal: su padre fue uno de tantos de los niños de la guerra que crecieron en suelo francés con la memoria viva y lacerante  de haber salido de España, de Barcelona, forzados por las circunstancias. Primero, de 1928 a 1935, debido a las ideas anarquistas del abuelo de la narradora. Después vendría el exilio de 1939 y con él el surgimiento de un nuevo y complejo sentimiento, el de desarraigo, común a todos los exilios. El largo lamento por todo lo que se dejó atrás fue en muchos casos inconsolable. Marin-Dòmine convivirá durante años con este vacío instalado en el corazón de sus padres, y la consecuencia de todo ello es una actitud errante ante la vida. En la medida en que se rescatan pasajes de los recuerdos paternos en diversos escenarios de la Cataluña profunda, al tiempo que se establece un diálogo con ellos, es decir, con el padre muerto, el texto recuerda lejanamente a Testamento a Praga, el maravilloso libro que escribió Teresa Pàmies, quien también integraba en su relato la voz vívida  del padre, de nombre Tomàs, y su desengaño del socialismo policiaco impuesto en el orbe soviético. A Marín-Dòmine, el exilio de sus padres, tantos murmullos oídos en la infancia, le sirve  para reivindicar su propio derecho a la huida, como quien se acostumbró a sentirse convocada por un mundo de posibilidades infinitas. 

Anna Caballé. Babelia. El País, sábado 24 de julio de 2021

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