viernes, 10 de septiembre de 2021

Vuelve la Bella Otero, la mujer que conquistó el mundo

Maribel Gallardo encarna a la
Bella Otero en su madurez.
La Bella Otero es un mito que a casi todo el mundo le suena pero muy pocos realmente conocen a la persona que lo encarnó y lo moldeó con su capacidad fabuladora. Rubén Olmo, actual director artístico, del Ballet Nacional, pertenece a ese reducido grupo muy documentado sobre esta bailarina arrebatadoramente atractiva (hay que mencionar también a Carmen Posadas que le dedicó una novela en 2001). "Yo empecé a saber de ella cuando estuve invitado en la Compañía Metros de Ramón Oller en Barcelona. Hacía una pequeña parte de un espectáculo y tenía tiempo para investigar en primeras coreografías. Encontré una foto suya vestida de goyesca. Me llamó mucho la atención, y cuando leí un poco sobre ella, vi claro que podía dar mucho juego para un gran ballet. Siempre la he tenido en la cabeza desde entonces".

Han sido alrededor de dos décadas rumiando  la pieza que por fin ha terminado cuajando y que se estrenó en el Teatro de la Zarzuela. Con el Ballet Nacional, claro. No podía ser de otra manera dada la envergadura del proyecto, que tiene empaque operístico, por los efectivos que moviliza y por su poso dramatúrgico. De algún modo estamos ante una especie de biopic bailado. El autor del libreto es Gregor Acuña-Pohl, que ya firmó en su día  el "guión" de la Carmen que Johan Inger coreografió para la Compañía Nacional de Danza en 2015. Un precedente que no es baladí porque La Bella Otero vampirizó este tótem de la feminidad andalusí. "Hasta el punto que iba contando que era nieta de la cigarrera", apuntó Acuña-Pohl. Una trola que cobró carta de naturaleza en algunos periódicos  estadounidenses cuando viajó a Nueva York ya como una estrella.

Aquel reclamo era infalible para públicos foráneos. Pero antes de cosechar triunfos allende nuestras fronteras y seducir a discreción a reyes, duques, políticos y personajes poderosos de toda laya, se produjo en su vida un trauma fundacional: el de la violación que sufrió en su aldea gallega con tan solo diez años. Desde entonces, receló de los hombres. Una sensación que se agravó cuando su primer novio la engañó. Marcada por esos precedentes, en lo sucesivo vio en el sexo masculino un instrumento para saciar sus ansias de medrar. Y se valió de sus encantos y atributos para conseguirlo.

Acuña-Pohl estructura su recreación como un prolongado flash-back. En la primera escena el público se encuentra con Agustina Carolina del Carmen Otero Iglesias, que así se llamaba realmente, en su apartamento en Niza, ya sexagenaria, sola y arruinada por culpa de su pasión irrefrenable por los casinos. "Está rodeada de espectros, los de las víctimas que dejó en el camino, sobre todo hombres. Lo más destacable de su situación es la soledad, que en el fondo ha buscado". Esa ajada exvedette, encarnada por Maribel Gallardo rememora su intensa existencia: la infancia gallega con la rudeza aldeana de los lugareños, el flechazo que sintió por Carmen cuando vio por primera vez en el Liceo la ópera de Bizet, su conexión con el mundo gitano a través de los cafés-cantante cuando empezó a brillar, su cima triunfal en el Folies Bergères parisino durante la Belle Époque, su querencia ludopática por el juego, que le hacía pasar las horas muertas entre naipes y ruletas..."La Bella Otero-concluye Olmo- nos ofrece una doble lección. Una positiva: la de la mujer  que, salida de una pequeña aldea, conquista el mundo mediante una reinvención de su identidad. Y otra negativa: la de que la ambición puede también acabar siendo muy dañina"

Alberto Ojeda. El Cultural, 2-7-21 

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