jueves, 16 de septiembre de 2021

La hija pequeña

Fátima Daas

Se llama Fátima como la hija pequeña de Mahoma, madre de los jerifes. "Mi nombre es el de un personaje sagrado del islam. Un nombre que debo honrar. Un nombre que he ensuciado", escribe en La hija pequeña, el relato con que esta autora de 26 años, descendiente de emigrantes argelinos que creció en la periferia de París, se convirtió en la gran revelación de las letras francesas del año pasado. En el libro que acaba de publicar Cabaret Voltaire en castellano, Fatima Daas se reivindica como musulmana practicante pero también como lesbiana y feminista.

"Necesitaba decir cosas que había callado durante mucho tiempo sobre mi relación con la fe, con el islam, con la homosexualidad", relata la autora, sentada en un banco del parque de Buttes-Chaumont, el más escarpado de París, a dos pasos del estudio donde vive con su compañera.

"Aún así no es un diario íntimo, porque quería autorizarme una parte de ficción. No tengo 29 años ni tampoco dos hermanas como sucede en el libro. Pero si soy la mazoziya, la hija pequeña". Su verdadero nombre ni siquiera es Fatima Daas, un alter ego literario que le sirve para relatar su interioridad sin exponerse en exceso. "Entregar mi vida al lector no me interesaba porque para mí escribir no tiene esa función. Lo que sí es autobiográfico es el sentimiento de no estar en el lugar adecuado".

Daas cita a una pionera de la autoficción como Annie Ernaux, pero también al rapero Kendrick Lamar como referentes. Una sinceridad cruenta corre por sus páginas, elogiadas por otra amante de la escritura feroz como Virginie Despentes, que llega a compararla con Proust y Barthes en la contraportada.

Pero también por el pudor propio de quien sabe a ciencia cierta que su familia no aprueba su modo de vivir. "Si lo leyera mi madre perdería la cabeza", admite. Pero sabe que sus progenitores no lo harán. "Mi padre es analfabeto y mi madre prefirió mantenerse a distancia"...

Tras la publicación del libro en septiembre de 2020,  Francia la convirtió en portavoz de esos invisibles que no siempre tienen derecho a pedir la palabra. ¿Se sigue sintiendo inaudible, ahora que se la escucha tanto? "Sería deshonesto decir eso, porque he hablado mucho en los últimos meses. Y, a la vez, cada vez que me dejaban hablar sentía que me estaba tendiendo una trampa". Se refiere a la fijación mediática con el islam y al uso de declaraciones algo intempestivas que fueron sacadas de su contexto, según opina, con la única intención de estigmatizarla. "Me hacían escoger entre ser musulmana y ser lesbiana, y yo no quiero elegir una sola de mis identidades. No hace falta que la Francia liberadora dé lecciones a esta pequeña magrebí", se rebela...

Álex Vicente. París. El País, miércoles 15 de septiembre de 2021

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