El historiador Benoît Pellistrandi |
P.- ¿Quién fue Ángeles de Pablo Renta, a quién dedica el libro?
R.- Una persona clave para mí. Era una señora que ayudaba a mis padres a educarnos. Somos cuatro hermanos. Vino a Francia con 52 años por motivos económicos. Era un cielo, un ángel como decía su nombre. Vivió en La Rioja después. Murió en 2008. Con sus sobrinos llevé su féretro.
P.- ¿De ahí viene su interés por España?
S.- El español lo aprendí gracias a ella, que no hablaba francés, y yo, de pequeño, la acompañaba a hacer las compras y traducía. Fui por primera vez a España con cuatro años, en 1970. Siempre me fascinó. Después quise estudiar la historia de España para entender mejor este país. Me fascinaba este país tan complejo que a la vez tenía testimonios de un pasado glorioso y estaba enfermo de su historia y de su pasado.
P.- ¿Enfermo de su historia?
R.- España no tiene un relato nacional consensuado. Al contrario. Y, al mismo tiempo, existe un hipernacionalismo español que dice: "España ha inventado América". Me interesa este contraste entre grandeza y remordimiento o sentimiento de culpa, de fracaso.
P.- ¿Esto en Francia no se da?
R.- No. Francia ha logrado unificar un relato nacional desde sus orígenes hasta hoy en el que la República es el apogeo. España estuvo a punto de tener este relato a finales del siglo XIX con la Restauración. Pero todo esto se malogra en el 98 y regresa un sentimiento de fracaso que ya existía en el XVI con los arbitristas. Hay una continuidad entre los arbitristas, la generación del 98 y toda la larga enfermedad del siglo XX: la Guerra Civil, que sigue en debate.
P.- ¿No se ha cerrado la herida de la guerra?
R.- Se cerró con la hazaña de la Transición democrática. Pero quizá falta una reflexión sobre la articulación del modelo político que salió de ahí: mucha fuerza a los partidos pero poca al Estado.
P.- ¿España tiene algo que aprender de Francia a la hora de construir un relato nacional?
R.- En Francia la derrota de 1940 es un trauma horrible, pero está la figura del general De Gaulle: el antídoto. También lo fue antes el proceso de descolonización. Me temo que en la historia española no exista ese antídoto-
P.- ¿El antídoto a la división?
R.- Al fracaso. No hay en la historia contemporánea de España una figura de consenso. Lo hubiera podido ser el rey Juan Carlos. Y de nuevo hay una maldición. Se ha convertido en una carga que lastra el legado de la Transición
P.- ¿ España habría necesitado un De Gaulle?
R.- España debe de salir de un sentimiento de fracaso que le persigue desde el siglo XVII. Hubo un momento crucial: los noventa, con la integración en Europa, los Juegos Olímpicos, el apogeo en la popularidad de la familia real. Después nos dimos cuenta de que detrás de esta imagen había fallos: la corrupción, las élites que no estuvieron a la altura, los problemas territoriales, la crisis económica. Todo esto ha vuelto a impregnar la mentalidad española del sentimiento de fracaso, como si el fracaso fuese la salida natural de la historia de España.
P.- Un país "fracturado" según el título del libro.
R.- Si, desgraciadamente. Ha habido acontecimientos graves: la crisis catalana ha sido una crisis de identidad y de conciencia nacional. Y después está la lucha a muerte entre los dos grandes partidos. El partidismo está matando el legado de la Constitución del 78 a costa del Estado.
Marc Bassets París. El País, lunes 17 de octubre de 2022.
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