lunes, 17 de octubre de 2022

Un retrato tenebrista de la "banlieue"

Fotograma del largometraje Athena

"Aquí nadie va a hablar con ustedes", advierte desde el principio un muchacho que cruza a paso rápido junto a un amigo la plaza de Parc aux lièvres, un complejo de viviendas sociales en Évry, 35 kilómetros al sur de París. Es como si dijese: "Circulen, no hay nada que ver". Pero hay mucho que ver. Una mujer con velo sale de la farmacia, el único comercio que sigue abierto. Un grupo de jóvenes echa la tarde al pie de los muros repletos de grafitis y observa a los visitantes. Pasa una madre con un carrito. Este es un paisaje de tiendas abandonadas y persianas bajadas. De edificios donde el ascensor se avería cada semana. Donde los padres aconsejan a sus hijos que no bajen a la plaza para no meterse en líos. Es un paisaje casi desierto. pronto se derruirán buena parte de los edificios para construir nuevas viviendas. La mayoría de vecinos se ha marchado. "Aunque se destruya el barrio quedará en nuestras memorias", se lee en un mural. En un portal se ve una pintada contra Marine Le Pen, líder de la extrema derecha, y otra que dice: "Todavía no me han puesto las esposas, así que mañana vuelvo a empezar". En un muro alguien ha escrito "Athena".

El Parc aux lièvres es el paisaje de la más reciente fantasía de guerra civil en Francia: el largometraje Atenea, dirigido por Romain Gravas y estrenado en septiembre en la plataforma Netflix. Aquí se rodó en el verano de 2021 esta historia de la muerte de un muchacho, supuestamente a manos de la policía, y lo que sucede después. El episodio enciende el barrio -Atenea en la ficción, Parc aux liévres en la realidad- y todo el país.

La banlieue -el extrarradio multicultural y empobrecido- es un territorio real y a la vez imaginario. Como hizo el wéstern con el Oeste norteamericano, el cine ha convertido  la banlieue en un territorio mitológico, espejo de los miedos profundos de una sociedad.

Atenea es una película de acción que desde el primer minuto deja sin aliento al espectador. Un tour de force técnico, una tragedia griega, un peplum con centenares de extras y música y coros con resonancias épicas. Es además una película bélica que imagina cómo podría prender la mecha  de la guerra civil en un contexto de insurrección del extrarradio contra la policía y con un fondo de violencia ultra.

"Yo me daba cuenta, y desde hacía años, de que la distancia crecientemente abismal entre  la población y quienes hablaban en su nombre, políticos y periodistas, necesariamente debía conducir a algo caótico, violento e imprevisible", decía el narrador de Sumisión, la novela de uno de los profetas del malestar francés, Michel Houellebecq. "Francia, como los otros países de Europa occidental, se dirigía desde hacía tiempo hacia una guerra civil, era una evidencia".

La idea de que Francia es una olla a presión a punto de estallar vuelve una y otra vez desde hace años. Es una percepción alimentada por el estallido de la banlieue en 2005, los atentados yihadistas de 2015 o la revuelta de los chalecos amarillos en 2018. (...)

Que la guerra civil, tal y como aparece en Atenea, sea una  hipérbole, pura fantasía, no significa que la fantasía no refleje angustias reales. "De un lado, el desclasamiento de una parte de la población ha engendrado un resentimiento muy vivo hacia los ganadores de la globalización y los tecnócratas que nos gobiernan, acompañado, en esta misma parte, de un temor real a una sustitución demográfica", expone Barera, ensayista y autor de La Guerre civile. Histoire, Philosophie, Politique. "Del otro, el yihadismo internacional, de Al Qaeda a Daech, lo ha hecho todo para suscitar la guerra civil, en Europa y particularmente en Francia. No lo ha logrado, pero ha puesto las semillas de la discordia que todavía arden"...

Marc Bassets. Évry. El País, domingo 9 de septiembre



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