Anne Berèst |
P.- Cuentas la historia de tu familia a través de los últimos cien años, desde la Rusia zarista hasta Auschwitz pasando por Letonia, Palestina y Francia. ¿Qué inspiró la investigación?
R.- Un día mi hija que asiste a una escuela pública del barrio le dijo a mi madre. "Abuela, en el colegio no les gustan mucho los judíos". Cuando lo oí, me quedé de piedra, incapaz de preguntarle qué había pasado. De hecho, me di cuenta de que no encontraba las palabras adecuadas para abordar la situación porque en casa siempre habíamos hablado poco o nada de ello, nunca habíamos tratado realmente el pasado o lo que podía significar ser judío.
P.- Y 15 años antes había llegado una postal anónima.
R.- Sí, pero hasta ese momento no me había preguntado quién la había enviado, ni había intentado averiguar más quienes eran esas personas. Sin embargo, la frase de mi hija desencadenó algo y la volví a mirar con otros ojos. Esos nombres a los que no podía poner cara se convirtieron en una especie de obsesión. Tenía que saber más sobre esas vidas que antes de Auschwitz habían amado, viajado y soñado. Y dar una respuesta a las palabras de mi hija.
P.- Mientras investigas , ¿también defines tu propia identidad?
R.- Así es. Realizo un viaje iniciático que se resume en: ¿Qué significa ser judío cuando no tienes ni la religión ni la cultura de tus antepasados, cuando tus padres impregnados del pensamiento del 68, te educaron en el ideal socialista y el laicismo? ¿Qué significa ser judío cuando encuentras , de niña, una esvástica pintada en tu casa? He querido compartir con el lector estas preguntas para que descubra junto conmigo la cultura judía, que es, además una cultura del cuestionamiento. La curiosidad por saber cómo es el otro es la mejor manera de reducir la intolerancia. Para mí era una forma de conectar los eslabones de una cadena cortada por el Holocausto, y a su vez encontrar a los familiares que perdí...
Claudia Sáinz. Elle, septiembre de 2022
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