sábado, 1 de octubre de 2022

Trío perfecto en Fontevraud, la mayor abadía de Europa

 El Museo Regional de Arte Moderno de Fontevraud. (Studio Costance Guisset)

En pleno Valle del Loira, el nuevo Museo de Arte Moderno viene a completar la oferta de la abadía más grande Europa, ya que cuenta con  un hotel y un restaurante cuyo chef se rige por el calendario lunar. Nació con el objetivo de convertirse en una "ciudad ideal" en la que convivieran en armonía ricos y pobres, niños y prostitutas, panaderos e intelectuales, leprosos y sanos y, sobre todo, hombres y mujeres. De ahí que la
abadía de Fontevraud, fundada hace 920 años en el Valle del Loira francés, fuera el primer complejo monástico mixto del mundo. No solo eso, sino que sus máximos responsables siempre fueron abadesas y no abades. Un total de 36 gobernó el lugar hasta la Revolución Francesa, cuando pasó al Estado a causa de la desamortización.

Luego llegaría Napoleón, su curioso salvador, al transformarla en la cárcel más dura y temible de Francia, haciendo que sus edificios no acabaran siendo carne de cantera, como pasó con la de Cluny. No en vano, la de Fontevraud se construyó en la elegante piedra de toba blanca típica de la zona, al igual que los castillos que dan fama al valle.

Pero empecemos por el principio, cuando Roberto d'Abrissel, un predicador con mucho don de gentes, logró crear la que aún es la abadía más grande de Europa (sus 14 hectáreas dan fe), en la que vivieron 900 personas. Había de todo ahí dentro: cuatro iglesias, monasterios, celdas, establos, cocinas... y una regla general: las mujeres trabajaban menos, comían mejor y bebían más vino.

¿Primera comuna feminista de la historia? "Para nada, se buscaba que los hombres fuesen directamente al cielo al morir tras haber sufrido tanto en vida por las mujeres", aclara Zoe Woz niak, guía de la abadía, en la que hoy cohabitan un hotel, un restaurante, un bar, un centro de congresos, una residencia de artistas y hasta la necrópolis de los Plantagenet, benefactores y reyes de Inglaterra, donde reposan los restos de Leonor de Aquitania y Ricardo Corazón de León. "Por ellos es una abadía real", añade Wozniak frente a la escultura funeraria de Leonor, que vivió aquí un tiempo.

El espacio, Patrimonio de la Unesco, recupera el fin por el que se construyó, ser "una ciudad ideal, pero en torno a la cultura", recalca Christelle Morançais, presidenta de la región de Pays de la Loire (Loira Atlántico en su traducción al español), en la que se encuentra Fontevraud. Es más, cuando dejó de funcionar como prisión en 1963, pasó a depender del Ministerio de Cultura, que lo convirtió en el Centro Cultural del Oeste. El último a sumarse a sus filas, es el Museo de Arte Moderno, por fin inaugurado tras varios retrasos por la pandemia.

Vista exterior del nuevo Museo en la Fannerie de la Abadía de Fontevraud

La nueva joya de 1.200 metros cuadrados tiene dos padres, Martine y Léon Cligman, una pareja de coleccionistas que han donado las 900 obras expuestas en la Fannerie, donde se almacenaba el heno junto a los caballos. Allí guardan ahora piezas figurativas de los siglos XIX y XX de Toulouse-Lautrec, Degas, Rodin, André Derain o Juan Gris mezcladas con objetos de civilizaciones precolombinas, mesopotámicas, africanas u oceánicas como máscaras funerarias o esculturas antropomórficas. La idea es "juntarlas, confrontarlas, yuxtaponerlas", explica Dominique Gagneux, conservadora jefe del Patrimonio y responsable del diseño del museo. "Todo se centra en el diálogo de las formas, de manera que el visitante puede descubrir el museo imaginario de los coleccionistas, sus auténticas pasiones, a través de una experiencia visual diferente... Es el caso del bodegón Palabras cruzadas de Juan Gris, opuesto físicamente a la cabeza de una estatua femenina griega. El busto de Balzac firmado por Rodin planta cara, en cambio, unos pasos más allá, a una máscara animal de 1880.

Fuera, la oferta de Fontevraud sigue en su hostal de diseño y cuatro estrellas erigido en el priorato de San Lázaro, en el que vivía la sección femenina de la abadía. Al llegar a la recepción dejan claro que el hotel se rige por el capítulo 53 de la Regla de San Benito, un código de conducta del día a día monacal que copió D'Abrissel. ¿Palabra clave? Hospitalidad. "O el arte de recibir, cuidar y deleitar al huésped", apunta su director...

Isabel García. Francia. El Mundo Viajes, 1 de diciembre de 2021.

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