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Isabell Huppert en el Festival de Venecia 2024.© Pascal Le Segretain/Getty Images |
Su otro nuevo papel es el de la imagen de Balenciaga, marca que parece un reflejo perfecto de su personalidad kamikaze y su capacidad para desafiar las convenciones. De la mano de su diseñador, Demna, la hemos visto luciendo un chándal "de vestir", con cuellos tubulares dignos de una alienígena o con un vestido inspirado en una creación de su tatarabuela Marthe Bertrand, quien en 1985 fundó la casa de moda Callot Soeurs. Entre un viaje a China y otro a Nueva York, siempre desbordada de compromisos, Huppert nos recibió, cordial y burlona, en un estudio fotográfico en las afueras de San Sebastián durante la edición del festival de cine de la ciudad. "Dígame, ¿ya ha visto la nueva de Albert ? Me muero de ganas", preguntó al empezar, ávida de una nueva dosis de su droga favorita.
En los últimos meses ha dicho varias veces que está preocupada por la supervivencia del cine. ¿Le da miedo que desaparezca?
Es como ver el vaso medio vacío o medio lleno: depende del ánimo con el que te levantes ese día... A veces coincido con lo que decía Jean-Luc Godard, que creía que la muerte del cine se acercaba. Y otros días pienso lo contrario: a pesar de los pronósticos más aciagos, que existen desde hace tiempo, al cine tampoco le va mal. (...)
Su personaje en Necesidades de una viajera encarna lo que significa ser extranjero en un país desconocido: la soledad pero también la libertad y la posibilidad de reinventarse. ¿Es un sentimiento que conoce?
Sí, porque he trabajado a menudo con directores de otros países. Aunque en mi caso siempre hay algo familiar, que es el cine. Es decir, que no viajo con la mochila al hombro, sino con la seguridad que me da el cine, que es como una tierra de acogida. Es un terreno que siempre reconozco, sin importar la forma y el lugar.
Dice que no viaja con la mochila a cuestas, pero sí que es un poco aventurera.
Sí, algunas veces lo he sido. Rodar con el director filipino Brillante Mendoza fue toda una aventura. Fueron cinco semanas en la selva, viajando en barca, subida a un helicóptero... No creo que vuelva a hacer algo parecido porque pasé miedo. Su cine aspira a eliminar por completo la ficción. La ficción, al final, siempre es un refugio para el espectador. Incluso en las películas de Michael Haneke o Paul Verhoeven, que son bastante duras, la ficción es algo que te protege. A mí no me disgusta ese peligro, pero no sé si volveré a la jungla. En cualquier caso, volví sana y salva de esa aventura.
Su madre era profesora de idiomas, ¿verdad?
Sí, antes de que yo naciera fue profesora de inglés...
¿Es la película una especie de homenaje?
No, ni se me pasó por la cabeza. Pero es cierto que la cuestión de los idiomas me interesa... ¿Sabe lo que me fascina? Las parejas que se hablan en una lengua que no es la suya. El otro día conocí a una pareja que venía de dos países y que se comunicaba en idioma que ninguno de los dos dominaba. ¿Cómo se entienden, cómo se encuentran sin compartir algo tan fundamental como la lengua? Es una de las cosas que cuenta Necesidades de una viajera, aunque plantea un problema que va más allá del idioma: ¿qué somos los unos para los otros? Habla de una incomunicación en el hecho de hablar, e incluso de ser...
Álex Vicente. Smoda. El País, 22 de marzo de 2025