miércoles, 30 de abril de 2025

"Necesidades de una viajera". Isabelle Huppert

Isabell Huppert en el Festival de Venecia
 2024.
© Pascal Le Segretain/Getty Images
Es una adicta al riesgo y un ejemplo de integridad artística, irónica y única. Actriz de culto y nuevo icono de la moda (de la mano de Balenciaga), Isabelle Huppert estrena Necesidades de una viajera. "Actuar es un placer extraordinario, pero puede generar dependencia", sostiene. Para ella, el cine y el teatro son "una droga buena". Isabelle Huppert (París, 1953) lleva cinco décadas dedicándose a explorar la complejidad de lo humano y adentrándose  en sus territorios prohibidos. Lejos de la comodidad, su carrera se ha cimentado en la integridad artística y un gusto casi enfermizo por el riesgo. Su última película, Necesidades de una viajera, la nueva entrega del surcoreano Hong Sang-soo (se estrena en cines el 16 de abril), reafirma su capacidad para sorprender. La película, que recibió el Gran Premio del Jurado en la Berlinale, es el retrato minimalista de una mujer que enseña francés mediante un extrañísimo método de cosecha propia -expresar emociones en vez de aprender gramática-, en la que es una de sus interpretaciones más lunáticas y alucinadas hasta la fecha.

Su otro nuevo papel es el de la imagen de Balenciaga, marca que parece un reflejo perfecto de su personalidad kamikaze y su capacidad para desafiar las convenciones. De la mano de su diseñador, Demna, la hemos visto luciendo un chándal "de vestir", con cuellos tubulares dignos de una alienígena o con un vestido inspirado en una creación de su tatarabuela Marthe Bertrand, quien en 1985 fundó la casa de moda Callot Soeurs. Entre un viaje a China y otro a Nueva York, siempre desbordada de compromisos, Huppert nos recibió, cordial y burlona, en un estudio fotográfico en las afueras de San Sebastián durante la edición del festival de cine de la ciudad. "Dígame, ¿ya ha visto la nueva de Albert ? Me muero de ganas", preguntó al empezar, ávida de una nueva dosis de su droga favorita.

En los últimos meses ha dicho varias veces que está preocupada por la supervivencia del cine. ¿Le da miedo que desaparezca?

Es como ver el vaso medio vacío o medio lleno: depende del ánimo con el que te levantes ese día... A veces coincido con lo que decía Jean-Luc Godard, que creía que la muerte del cine se acercaba. Y otros días pienso lo contrario: a pesar de los pronósticos más aciagos, que existen desde hace tiempo, al cine tampoco le va mal. (...)

Su personaje en Necesidades de una viajera encarna lo que significa ser extranjero en un país desconocido: la soledad pero también la libertad y la posibilidad de reinventarse. ¿Es un sentimiento que conoce?

Sí, porque he trabajado a menudo con directores de otros países. Aunque en mi caso siempre hay algo familiar, que es el cine. Es decir, que no viajo con la mochila al hombro, sino con la seguridad que me da el cine, que es como una tierra de acogida. Es un terreno que siempre reconozco, sin importar la forma y el lugar.

Dice que no viaja con la mochila a cuestas, pero sí que es un poco aventurera.

Sí, algunas veces lo he sido. Rodar con el director filipino Brillante Mendoza fue toda una aventura. Fueron cinco semanas en la selva, viajando en barca, subida a un helicóptero... No creo que vuelva a hacer algo parecido porque pasé miedo. Su cine aspira a eliminar por completo la ficción. La ficción, al final, siempre es un refugio para el espectador. Incluso en las películas de Michael Haneke o Paul Verhoeven, que son bastante duras, la ficción es algo que te protege. A mí no me disgusta ese peligro, pero no sé si volveré a la jungla. En cualquier caso, volví sana y salva de esa aventura.

Su madre era profesora de idiomas, ¿verdad?

Sí, antes de que yo naciera fue profesora de inglés...

¿Es la película una especie de homenaje?

No, ni se me pasó por la cabeza. Pero es cierto que la cuestión de los idiomas me interesa... ¿Sabe lo que me fascina? Las parejas que se hablan en una lengua que no es la suya. El otro día conocí a una pareja que venía de dos países  y que se comunicaba en idioma que ninguno de los dos dominaba. ¿Cómo se entienden, cómo se encuentran sin compartir algo tan fundamental como la lengua? Es una de las cosas que cuenta Necesidades de una viajera, aunque plantea un problema que va más allá del idioma: ¿qué somos los unos para los otros? Habla de una incomunicación en el hecho de hablar, e incluso de ser...

Álex  Vicente. Smoda. El País, 22 de marzo de 2025

martes, 29 de abril de 2025

Eternamente joven

After Blake: Less is Known than People Think, 2024.
(Foto; Jonathan Wilkinson)

La Fondation Louis Vuitton de París dedica  sus once galerías a repasar la obra de David Hockney, el juvenil genio de 87 años. La pintura que aparece sobre estas líneas es un homenaje a Willian Blake. Su autor, el británico David Hockney, uno de los artistas más decisivos del último siglo, la pintó el año pasado. Pero para verla no tendrá que acudir a una galería privada, sino a uno de los centros de arte más imponentes del mundo: la Fondation Louis Vuitton, en París. Allí el 9 de abril se inaugura David Hockney, 25, una exposición retrospectiva que incluye obras de todas sus épocas, incluidos clásicos absolutos como A bigger splash (1967), el mítico chapuzón que custodia la Tate, pero donde el foco es para las piezas que ha creado en los últimos 25 años. Y lo que demuestra el Hockney del siglo XXI es que la veteranía no está reñida con el riesgo. Así lo demuestran por ejemplo, las pinturas creadas  con medios digitales, pintadas con una app del iPad y que reflejan las variaciones lumínicas de los paisajes de Normandía, casi como un impresionista de la era Instagram. O los retratos de sus amigos, elaborados con la misma técnica. También hay pintura tradicional y guiños a la historia del arte, de Fra Angélico a Van Gogh. Hay piscinas, paisajes urbanos de Los Ángeles, figuras solitarias en entornos inmóviles  y coloridos. Y, sobrevolándolo todo, un optimismo muy saludable  que empieza en el subtítulo de la muestra. "Do remember they can't cancel the Spring". Recuerda que no pueden cancelar la primavera. Toda una declaración de un genio de 87 años.

C. P. Icon El País, 29 de marzo de 2025

lunes, 28 de abril de 2025

"La viajera". Sentir las palabras

Fotograma de La viajera.

El personaje de Isabelle Huppert enseña francés por el original método de "sentir las palabras", y de esa manera el maestro coreano Hong Sang-soo (1960) ya tiene una de sus agarraderas preferidas en su singular modo de entender el cine. De rodaje rápido, largos planos secuencia y mucho diálogo, recurre a la reiteración, tanto con la cámara como en las conversaciones. Un estilo que va depurando desde que su filmografía arrancó en 1996 con El día que un cerdo cayó al pozo.

Desde entonces es su tercera colaboración con Huppert. Se le aprecia muy cómodo con esa misteriosa mujer que aparece sentada en un banco, le gusta andar descalza y en apariencia es ajena a todo y a todos. Intuimos que tiene sus problemas, y pronto sabremos que se aficiona  a la bebida alcohólica coreana makgeolli, confiando en encontrar en ella la paz emocional que busca. Llega con lo puesto y un bolso grande en donde guarda un bolígrafo y unas fichas que usará para enseñar  la lengua de Molière a dos coreanas que aceptan su docencia.

También encontrará acomodo en un piso compartido con un joven. Como corresponde a Sang-soo, las situaciones que va creando llegan teñidas de una gran fuerza naturalista, sin el recurso a las convenciones de una filmación, comenzando por una aparente ausencia de guión. Semeja que diera libertad a sus actores a partir de una idea general. El atrezo es sencillo, no hay despliegue de vestuario. Se aprovecha la luz natural y se traslada la carga de la trama a esa señora de la que casi no sabemos nada, al tiempo que es el nexo para trazarnos una serie de retratos basados en las relaciones humanas. Gente que aparenta normalidad, con sus necesidades espirituales, sus dudas, su necesidad de comunicarse, mientras se produce el descubrimiento personal y el encaje en su propia vida. Por supuesto, sintiendo el valor de las palabras.

Miguel Anxo Fernández. La Voz de Galicia, jueves 17 de abril de 2025.

domingo, 27 de abril de 2025

David Le Breton "Las redes sociales reducen el placer de vivir"

David Le Breton

David Le Breton (Le Mans, 71 años) empezó su trabajo en antropología estudiando cómo la sociedad traza su influencia sobre el cuerpo humano (en La sociología del cuerpo, publicado en España por Siruela, como sus otros libros traducidos). Luego siguió trabajando sobre las conductas de riesgo de los adolescentes (los excesos en las drogas, los deportes extremos, la participación en la violencia) porque él mismo las había experimentado. Todo nacía de una necesidad interior: la necesidad de comprender. "Nunca he escrito para hacer carrera sino para comprender temas íntimos, cercanos, que me han afectado personalmente", dice. La naturaleza del dolor o el deseo de desaparecer de uno mismo (en Desaparecer de sí ) han sido otros dos de sus temas, un dolor y un deseo que también sintió en su propia piel. Todo eso lo condujo al que tal vez sea su tema estrella: caminar que considera una manera de tomar distancia con el mundo y de buscar tranquilidad. Lo explora en Caminar la vida o en Elogio del caminar. En su último libro sin traducir en España, se pregunta si hemos llegado al final de la conversación: en Madrid, en Estrasburgo, en Río, no ve más que gente enganchada a su smartphone, caminando como zombis, "No quiero ser moralista, ni juzgar, sino comprender lo que pasa alrededor: esa es la tarea fundamental de la antropología", dice.

Le Breton visitó España en febrero para participar en el Foro  de la Cultura  de Valladolid y nos recibió algo tímido y sonriente en un hotel cercano a la Gran Vía madrileña.

P.- ¿Qué le pasó en su juventud para querer desaparecer de sí mismo?

R.- Es difícil de decir porque vengo de una familia normal, estructurada, con padres que me querían. Pero, no sé por qué, desde pequeño me sentía mal en mi piel. Margaret Mead, la antropóloga estadounidense, dijo que cuando un joven se siente mal consigo mismo estudia Psicología; cuando se siente mal con la sociedad estudia Sociología, y cuando se siente mal de las dos maneras opta por la Antropología. Han sido mis campos de estudio.

P.- ¿Y ya se siente mejor?

R.- Sí... Acabé encontrando el gusto por la vida, pero tampoco me reconozco en el mundo actual, que encuentro violento, demasiado tecnológico, en el que vivimos juntos, pero en soledad. Me afecta la brutalidad de la política y la geopolítica, por eso busco refugio en la escritura. Es mi salvavidas.

P.- El panorama da ganas de desaparecer. 

R.- Hay que resistir, encontrar razones para amar la vida. Caminar, por ejemplo, no solo es un refugio personal, sino colectivo. En Europa hay 450.000 peregrinos que hacen el Camino de Santiago. Es una manera de mostrar resistencia. Estos caminantes son como una asamblea internacional, pioneros de un mundo futuro donde lo que será importante será la solidaridad, la amistad y el reconocerse  los unos a los otros, más allá de religiones o desacuerdos políticos. Y por encima de las discapacidades físicas.

P.-Además de la idea de desaparecer, hay quien quiere estar presente en todo. Y tiene mucho que ver con las redes sociales.

R.- En realidad cuando estás mirando la `pantalla no estás en ninguna parte, te diluyes. Me gusta oponer conversación a comunicación: la primera es cara a cara, implica estar atento y mirarse a los ojos. Hay lugar para el silencio, la lentitud, la complicidad. La segunda es más dispersa y utilitaria. La pantalla supone una especie de burbuja: no hay sensorialidad común. (...)

P.- Se dice que vivimos en un mundo más emocional que racional, y que eso es malo.

R.- La humanidad es emocional y nuestra relación con el mundo siempre va a ser a través de las emociones. Pero antes estas emociones estaban más controladas, en el debate político y en las relaciones personales. Hoy, efectivamente, la emoción ha superado a la razón. Y eso puede tener consecuencias trágicas. Por ejemplo, el wokismo: el mundo es muy complejo, tiene muchos matices, pero la emoción prevalece a la hora de abordarlo.

P.- Y el auge de las posturas autoritarias.

R.- Sí, vivimos en un universo dominado por la ira y el resentimiento. Trump siempre parece enfadado. En la extrema derecha siempre hay una excusa  contra la minoría, sea mexicana o árabe, siempre hay racismo y antisemitismo. Eso también tiene que ver con este momento emocional.

P.- ¿Qué le hace la tecnología a nuestros cuerpos?

R.- Hemos entrado en la época de la humanidad sentada. Hay problemas  de salud pública como el sedentarismo y la obesidad... Y la pasividad del cuerpo también implica la pasividad de la mente, lo cual tiene derivas políticas.

P.- La izquierda persigue aumentos de libertad, pero la derecha ondea el término.

R.- La libertad es un deseo antropológico, no es de izquierdas ni de derechas. Lo preocupante del aumento del tiempo libre... 

P.- ¿No sabemos utilizar el tiempo  libre?

R.- Cada cinco minutos la gente se lleva la mano al móvil para comprobar si hay novedades. El algoritmo moldea nuestra vida. Y eso es el miedo a la libertad de pensar. Por eso llamo a rebelarnos. a ser insumisos, a no ceder ante las oligarquías tecnológicas. ¿Qué pasará? Yo como Gramsci, creo "en el pesimismo de la inteligencia y en el optimismo de la voluntad".

Sergio C, Fanjul. Ideas. El País, domingo 20 de abril de 2025.

sábado, 26 de abril de 2025

Prada en el París ocupado

Juan Manuel de Prada nos lleva a los escenarios del París bajo dominio nazi donde luchan por su supervivencia los exiliados y falangistas españoles, protagonistas de su nueva novela Mil ojos esconde la noche, el gran bombazo editorial del año pasado. Ahora se publica la segunda parte, Cárcel de tinieblas, también colosal, esperpéntica y aún más oscura.

Pintores hambrientos, escritores golfos, periodistas tramposos, falsificadores, bailarinas, torturadores nazis, timadores, actrices de talento, contrabandistas y políticos dignos desfilan en la segunda parte de Mil ojos esconde la noche (Editorial Espasa). La primera entrega ha protagonizado un llamativo éxito de ventas, algo poco frecuente en una novela de 800 páginas, "muy literaria, con un tono insólito, visceral, brutal", según su autor. En esta continuación -Cárcel de tinieblas (de 840 páginas)-, gentes de todo pelaje pululan por el París ocupado por los alemanes durante las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial. Ahora los consume el hambre y los acecha el miedo a morir en un bombardeo o en un atentado de la resistencia; la ciudad se ha entenebrecido; prosperan los gánsteres que manejan el mercado negro; la guerra ha empeorado para los alemanes , y eso dispara su ensañamiento y afecta también a los personajes afines a ellos. Y en el centro de la trama, los españoles exiliados, corresponsales, artistas y escritores y el protagonista de la novela Fernando Navales, un falangista resentido y canalla al que el avance de la guerra está trastornando. A todos los enfrenta Juan Manuel de Prada a la dura experiencia de la supervivencia en una ciudad oscura y acorralada. Viajamos con él a Paris y el escritor nos explica in situ las vicisitudes de la ciudad y las peripecias de sus personajes, casi todos reales, atrapados en Francia, un país que, confiesa Prada, "me fascina y me repele".

Sexo con los nazis.- "La colaboración horizontal, que así se llamaba, estaba mal vista. Pero la realidad es que las francesas tuvieron muchas relaciones con los alemanes. Muchas. Luego las cosas cambian. Esas relaciones se van convirtiendo en más vergonzantes. Y a estas mujeres que habían tenido líos con alemanes luego las castigan de forma feroz, como la actriz Arletty. En los pueblos y ciudades de Francia las rapaban al cero, las ultrajaban, las sacaban desnudas por las calles".

Los españoles ayudaron a judíos.- "Se ha destacado mucho la salvación de judíos del embajador español en Hungría Ángel Sanz Briz, pero hubo muchos diplomáticos españoles que trataron y consiguieron salvar al menos a los judíos que tenían ascendencia española, sefarditas. Concretamente en París, el cónsul Bernardo Rolland rescató a bastantes judíos. En esta época, Europa es furibundamente antisemita. Por ejemplo, la legislación francesa antisemita, al menos hasta el año 42, es más dura que la alemana. La redada del Velódromo de Invierno -la más importante realizada en Francia contra los judíos durante la Segunda Guerra Mundial- la hace la Policía francesa...

La dignidad de las mujeres exiliadas.- "Entre los exiliados hay personajes dignos y otros que son unos crápulas y unos cabroncetes. Las mujeres, sin embargo, yo creo que son personajes positivos: la actriz María Casares, la poeta Ana Martínez Sagi, la bailarina Ana de Pombo lo son. Y Victoria Kent, que tiene una dignidad brutal. Hoy en día se reivindica una República con  derivas insalvables, pero hay personajes republicanos, como Victoria Kent, de una dignidad acojonante y lo he querido resaltar". (...)

Francia colaboracionista.- "La ocupación de París es diferente a la de otras capitales europeas.Al Tercer Reich le interesa mostrar una dominación amable; de hecho, a los artistas que trabajan en París no se les aplica lo del arte degenerado. En París siguen pintando. En un principio los alemanes  cumplen las  órdenes estrictas de tener un comportamiento irreprochable con la población. Pero todo va cambiando. El gozne es el año 42, cuando la legislación contra los judíos se endurece. Los últimos años de la ocupación son ya muy duros. Poco a poco va surgiendo una Francia que ya no es colaboradora. Y eso genera un ambiente de guerra civil en el propio pueblo francés. Luego, De Gaulle tiene la creación magistral de hacer creer a los franceses que la resistencia fue un movimiento colectivo y que frente al pueblo francés resistente estaba una minoría rectora que era colaboracionista. Pero esto es una fábula, es completamente falso.  Solo en los últimos años surge una Francia resistente. La realidad es que cuando los aliados desembarcan en Francia, hay una guerra civil". 

Fátima Uribarri. XLSemanal, 7 de marzo de 2025.

viernes, 25 de abril de 2025

El hombre que no estaba aquí

Manu Chao está de vuelta. Enunciada así, la frase puede resultar incluso pueril y lo más probable es que el interesado, un espíritu libre de los que siempre van y vuelven, no la suscriba. Después de todo Chao (París 63 años) no se había ido a ninguna parte. Seguía alternando la trashumancia compulsiva con breves fases de sedentarismo en su pequeño piso de Barcelona, improvisando giras acústicas a salto de mata por Europa, América Latina, el sudeste asiático o el subcontinente indio, regalando píldoras musicales dispersas en redes o en su web, tocando sin previo aviso en saraos, verbenas y jam sessions a uno y otro lado de la Rambla y del océano Atlántico, frecuentando casas okupadas y ateneos libertarios, participando en acampadas solidarias, ofreciendo su voz a las reivindicaciones de prostitutas madrileñas, tribus amerindias y víctimas del fracking o especulación inmobiliaria.

Lo que sí ha dejado de hacer es editar discos de estudio: apenas cuatro firmados en solitario desde la disolución en la primavera de 1995, de Mano Negra, el grupo con el que se hizo famoso y con el redefinió el punk mezclando todas las referencias imaginables en un estilo propio que llamaron patchanka y que ha sido imitado hasta el hastío. Su último disco hasta ahora, La Radiolina, se editó en 2007, hace 17 años. Para un artista de la generación de Chao, anterior a las revoluciones digitales, es mucha ausencia, aunque la haya compensado con otras presencias. Más de 200 meses sin presentar nuevas canciones en forma de álbum equivalen a una deserción en toda regla, una renuncia casi definitiva. En abril, Chao hizo público, con cierta sordina, que acababa de completar la grabación de un nuevo disco, Viva tu (sin tilde). El álbum, según se confirmó entonces, incluye trece nuevos temas y finalmente se publicó el 20 de septiembre. 

Existen  múltiples razones para que un artista que ha dado un paso al costado decida volver a entrar a un estudio después de larga ausencia. David Bowie lo hizo con la intención de enriquecer su legado musical con un álbum póstumo. Leonard Cohen sufrió una estafa que le dejó en la ruina. El saxofonista Sonny Rollins se bajó de la rueda y dedicó dos años a practicar en solitario en el puente neoyorquino de Williamsburg hasta que sintió que empezaba a despertar de nuevo la pasión por su arte, según argumentaba él mismo, por la presión y las expectativas comerciales. Marvin Gaye recuperó la ambición y se reconcilió con la industria tras concederse un largo periodo de indulgencia sabática en la ciudad belga de Ostende. Manu Chao acaba de añadir una nueva página  a su cancionero  particular tras un silencio bastante más largo que el de Bowie, Rollins, Cohen y Gaye. Nadie sabe por qué se apeó de la rueda y sus razones para volver en absoluto resultan obvias, pero tal vez puedan intuirse...

Cuando debutó en solitario en 1998 con Clandestino y se convirtió un éxito global, a Chao parecían quedarle muchas balas en la recámara. Lo que nadie esperaba es que el grueso de su munición  se agotase en apenas cinco años o que, sencillamente, el músico se cansase de disparar y optase por vivir a otro ritmo. De forma inadvertida, su carrera entró en un largo barbecho. Aparcó las grandes giras  renunció al estudio, ni siquiera le importó que fuesen otros los que recogiesen los réditos de la revolución musical que él había liderado. Contaba con la libertad casi absoluta que le proporcionaba el desahogo económico. Es un hombre que se ha ganado el privilegio de hacer solo lo que le apetece. Eso, o es de esos rebeldes viscerales  que siempre se las arreglan para hacer algo distinto a lo que se espera de ellos. 

Viva tu es una confirmación paradójica de esta última tesis. Chao nunca se fue, pero, por si acaso, se las ha arreglado para volver cuando ya casi nadie lo esperaba. Con nocturnidad, alevosía y cargado de canciones que llevan su impronta y suenan atemporales. Porque él no siente la necesidad de evolucionar en ninguna dirección: es de su centro de gravedad, el mismo, en esencia, que alcanzó hace más de 40 años, en los albores de su carrera, de donde brotan las canciones.

Miquel Echarri. Icon . El País 

jueves, 24 de abril de 2025

Pierre Lemaitre, el francés que hace historia a su manera

Pierre Lemaitre. (foto: Toni Mateu)

Lleva más de doce años el bueno de Pierre inmerso en un proyecto literario mastodóntico, casi faraónico. Pero  siempre que presenta libro, especialmente fuera de Francia, surge la misma pregunta: "¿Volverá usted a escribir novela negra?" Todas las posguerras que ha narrado Pierre Lemaitre (París, 1951) siguen sin conseguir asomar fuera de la sombra, irónicamente y cruelmente alargada, de ese inspector bajito llamado Camille Verhoeven, el mismo que no dio más que alegrías a este autor tardío. Quien solo haya leído su novela negra se pierde mucho universo de este francés que se ha propuesto unir lo mejor de Zola y Balzac, que se atreve con todo, que salta de género con una capacidad casi pasmosa y sin despeinarse, porque al lector, sea thriller, folletín o puro sarcasmo, nada le va a chirriar. 

Cuando ya era un autor consagrado y su nombre empezaba a sonar internacionalmente, Lemaitre demostró su  valentía con un peculiar gesto. Decidió publicar la primera novela que había escrito. Habían pasado años y cuando la releyó, meticuloso y casi obsesivo con sus textos, decidió no tocar nada. Publicarla tal cual. Con sus imperfecciones, con sus defectos de principiante, con todas sus taras. Probablemente quien lea La gran serpiente ni lo note, pero él quiso que quedase constancia de que no había cambiado nada. Esa obra había estado años guardada en un cajón, porque después de estudiar psicología, Lemaitre creó una empresa de formación y se pasó buena parte de su vida dando clases de Literatura. El éxito como escritor y los grandes premios le llegaron ya rondando los 60 años. Primero con Irene (2006), el punto de partida de la serie del inspector Verhoeven, y años después, en el 2013, cambiando los crímenes por la guerra, sorprendió al mundo con Nos vemos allí arriba. Fue un punto de inflexión en su carrera y, aunque en ese momento todavía no lo sabía, fue la primera pieza de un puzle para narrar de una forma subjetiva el siglo XX.

Un libro por década para plasmar los ángulos muertos de la historia. Un futuro prometedor, la novela que acaba de publicar en castellano, es la sexta entrega de la serie. Tras El ancho mundo y El silencio y la Cólera es la tercera obra en la que el lector acompaña a la familia Pelletier en sus andanzas profesionales, familiares y en sus viajes por el mundo, Beirut, Saigón, París, la presa que enterró bajo el agua el pueblo de  Chevrigny y, ahora Praga. Una visita de empresarios franceses a la capital de Checoslovaquia es el punto de partida para que el escritor pueda adentrarse en el arranque de la Guerra Fría y recrearse con tramas de espionaje, topos y el miedo a las armas nucleares. Un homenaje a la literatura de John le Carré, sin abandonar la esencia del proyecto, dignificar el folletín decimonónico. Lemaitre se ha puesto a contar la historia de un modo ameno  y mezclando eventos históricos con puntadas de denuncia social sobre los efectos de la colonización, el aborto, los derechos laborales, los orígenes del cambio climático, la deslocalización o ese miedo social a un progreso imparable. Cada miembro de la familia aporta un ángulo en esta historia coral: Jean, la parte empresarial, Hélène los avances de la mujer, François, la evolución del periodismo y la irrupción de la televisión, y los padres, esa generación que sobrevivió a las grandes guerras, son los emigrantes que vuelven a casa tras hacerse de oro en el Líbano. En la última novela asoma una nueva estirpe, con los primeros traumas de Colette y las dificultades de Philippe. La cara B la aporta el personaje de Geneviève, esa mujer cargante entregada al horóscopo que si la saga continuase más allá del siglo XX acabaría en uno de los complejos de lujo de la serie The White Lotus.

A su proyecto histórico de ambición desmesurada, lo dice él mismo, le quedan tres entregas. Ya tiene escrito el séptimo, aunque todavía no tiene título oficial. Después, con todo el siglo XX narrado a su manera, podrá volver a pensar en su "primer amor". Sí, se refiere a la novela negra. En la rueda de prensa telemática para presentar Un futuro prometedor dejó claro que quiere pegarse unas vacaciones tras el empacho de documentación e historia y poner otra vez en marcha la maquinaria más sanguinaria de su creatividad. En realidad, nunca la ha abandonado. Que se lo pregunten a Jean.

David Suárez. La Voz de Galicia, viernes 11 de abril de 2025.

miércoles, 23 de abril de 2025

Catherine L' Ecuyer. Doctora en Educación y Psicología

Catherine L'Ecuyer. (Paula Argüelles)

La retirada de las pantallas en las aulas comienza el curso que viene en Madrid. "Esta es una medida de salud pública, es necesaria y se ha quedado corta", asegura la experta, que ha comparecido recientemente en la comisión de Sanidad en el Congreso. Necesaria pero insuficiente y a deshora, ve la marcha atrás tecnológica en las aulas españolas Catherine L' Ecuyer, doctora en Educación y Psicología, autora de los betsellers Educar en el asombro y Educar en la realidad, que nos han ayudado a entender la diferencia entre asombro y fascinación. "Antes los padres solían controlar lo que veían sus hijos, podían decidir si se encendía la televisión, a qué hora y qué canal. Desde que los niños y los jóvenes tienen el dispositivo en el bolsillo, y desde que hay más pantallas que ventanas en las casas, los padres ya no controlan lo que ven sus hijos", ha advertido la experta en su comparecencia ante la comisión de Sanidad en el Congreso el pasado 27 de marzo.

-La retirada de pantallas avanza. Hace unas semanas, la Comunidad de Madrid anunciaba un veto a las pantallas tanto en las aulas como en los deberes en casa. ¿Es una medida necesaria?

- Es una medida necesaria y que llega tarde. La medida se ha quedado corta. ¿Si es una medida de salud pública, por qué damos un año para que los centros escolares se adapten? ¿Si es una medida de salud pública, por qué no la hemos extendido también a la ESO?, ¿a los 12 años es grave y a los 13 no la es? ¿Y si es una medida de salud pública por qué no la hemos extendido a los centros privados? Hay dos temas fundamentales con las tabletas. El primero es que no hay un conjunto sólido de evidencias que apunten a que las tabletas traigan beneficios  y no daños. El Instituto de Salud Pública de Quebec hizo una revisión de toda la literatura  sobre la cuestión,  y en él se concluye que los resultados a partir de datos científicos recientes sugieren que los dispositivos usados en el aula con fines educativos en el mejor de los casos no aportan ningún beneficio al aprendizaje, y en el peor, tienen un efecto negativo en la cognición de los jóvenes. El otro tema es que esos usos en el aula sirven de puente a otros recreativos, que van hacia la multitarea tecno lógica y a las redes. Y esto sabemos que hace daño.

-Da a impresión de que con la digitalización de la educación en las aulas hace años se puso el carro antes que las vacas, usando una frase coloquial.

-El problema además es que hablamos de algo que tiene efectos a largo plazo. Estamos mirando en el cortísimo plazo. Y confundimos la fascinación pasiva con el asombro y la atención sostenida. Como los jóvenes están en el umbral de sentir por los techos, pensamos que solo podemos cautivarles (ser cautivo es ser esclavo) a base de estímulos frecuentes intermitentes. No es lo mismo esa fascinación que la atención sostenida. El problema de fondo en las aulas no son las tabletas, el problema es que tenemos ratios muy altas. Con el dogma de la inclusión y la diversidad, tenemos clases llenas de alumnos con necesidades especiales que no están siendo debidamente atendidos y unos maestros quemados. Y recurrimos a eso con una tirita o medida de urgencia. Pero esta no es solución en el largo plazo.

-¿El uso frecuente de pantallas es una droga? Está en el Plan Nacional sobre Drogas. ¿Una visión exagerada?

-No, no me parece exagerada. Todas las adicciones tienen mecanismos parecidos. Sí que hay adicción tecnológica. La OMS la contempla en relación al uso de videojuegos. Hay un estudio actualmente que dice lo contrario de lo que apuntan los demás, The Lancet. Fíjate qué poca honestidad, que tenemos a todos los divulgadores propantalla citando este estudio ¡y no los otros 500!

-Qué fuentes son de referencia y qué Gobiernos u organismos lo han sido para lanzarse a dar el paso de esta desescalada tecnológica en las aulas?

- Los estudios hechos con criterios rigurosos, que tienen grupo de control. Tenemos estudios experimentales. La investigación es lenta, la innovación tecnológica rápida. Por eso tenemos un problema: vamos detrás de las innovaciones en el mundo científico. Tarda años en haber evidencias de que algo es dañino. Esto es un gran problema. 

-¿Qué es lo bueno?

-Lo bueno de ahora es que están llegando estudios experimentales. Antes lo que decían los críticos o escépticos de la crítica a las pantallas es que no es lo mismo correlación que casualidad. El verano pasado salió el informe del cirujano general, principal autoridad en materia sanitaria de EE.UU. Ese informe cita estudios que son experimentales, que hablan de casualidad, no solo de correlación , entre las tecnologías y el suicidio, los trastornos alimentarios, la baja autoestima y la depresión y la ansiedad...

-Existe aún ignorancia en la comunidad escolar y en las familias respecto de los efectos que las pantallas pueden tener en la salud y el aprendizaje de los chavales?

- Creo que antes había mucha ignorancia, y una moda en el aire de progreso y modernidad que nos llevó a echarnos en los brazos de la industria. Ahora, los padres han experimentado en carne propia los efectos de las pantallas, en sus hogares, con sus hijos... Hay muchos padres que han perdido a sus hijos. Cuando digo "han perdido a sus hijos", me refiero a que sus hijos están ahí a lo mejor físicamente, pero mentalmente han desaparecido. Los padres tienen ya una intuición tan poderosa que da igual que los estudios dijesen otra cosa... Ellos están convencidos. Los divulgadores que siguen convencidos desde 2012 de que la pantalla es neutra, de que no pasa nada y de que hay que "educar en vez de prohibir" no es que hagan daño a la causa, se hacen daño a sí mismos.

-Más que prohibir, es retirar. Lo que no se tiene no se usa. No hay tentación.

-Exacto. En mi casa nunca he prohibido los videojuegos. Es que no los hay. El tener y prohibir  es la mejor forma de agotarse desde el punto de vista educativo. En lugar de padre te conviertes en policía. Te pasas todo el día diciendo "no, no, no". Los hijos quedan resentidos y los padres agotados...

Ana Abelenda. La Voz de Galicia, sábado 12 de abril de 2025.

martes, 22 de abril de 2025

Un Picasso de bolsillo

Boceto en un cuaderno de "Busto de mujer con los brazos cruzados detrás de la
cabeza" y la obra final. (Museo Picasso de Málaga)

Picasso tenía 58 años y vivía en París cuando estalló la Segunda Guerra Mundial; sus días se reducían a alternar amantes y a pintar sin parar. Alumbrado ya entonces el simbólico Guernica y su inconfundible Paloma de la paz, prefirió, sin embargo, ser prudente ante el imparable ascenso del fascismo en Europa y asumir un perfil político bajo, vivir el conflicto a distancia: tanto que hizo las maletas y seguido por su círculo más cercano se instaló en una pequeña localidad de la costa atlántica francesa. En Royan permaneció callado pero no quieto, nervioso por el despliegue bélico, así que durante el año que pasó allí dio rienda suelta a su actividad artística registrando todo lo que veían sus ojos - y lo que ocupaba la cabeza- en lo único que tenía a mano: libretas. Esta suerte de diarios visuales pueden verse hasta finales de abril en la exposición Picasso: los cuadernos de Royan, que desde enero acoge el Museo Picasso Málaga.

Fue la limitada disponibilidad de materiales, que escaseaban en plena contienda, lo que lo obligó al artista malagueño a reformular la naturaleza de su actividad, aparcando el óleo y centrándose en el dibujo. En la librería local Hachette adquiría compulsivamente blocs que solía llevar siempre encima; en ellos anotaba ideas visuales varias con referencias a obras anteriores o nuevas creaciones, reflexiones para composiciones futuras, bocetos que con el tiempo llegarían a ser emblemáticos picassos. Llenó el pintor cuadernos y más cuadernos de secuencias de figuras femeninas, de bocetos de cabezas de cordero y de dramáticos bodegones, pero también de escritos poéticos y estudios formales. "Mirarlos es ver lo que pasaba por su mente", comentaba en el Palacio de Buenavista -sede del museo- Marilyn McCully, comisaria junto a su marido, Michael Raeburn, de la primera exhibición de este material en nuestro país. La integran un total de ocho volúmenes llenos de dibujos a lápiz y tinta, témperas, fotografías y poemas que acreditan cómo el pintor siguió dando rienda suelta a su pulsión creadora en tiempos convulsos, y se completa con hasta cuatro obras más de la misma época que contextualizan estos trazos: Busto de mujer con los brazos cruzados detrás de la cabeza (1939), perteneciente a la colección permanente de la pinacoteca malagueña; Tres cabezas de cordero (1939), prestada por el Centro Nacional de Arte Reina Sofía; Mujer peinándose (1940), procedente del Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York; y Café en Royan (agosto de 1940), cedida por el Musée Picasso de París.

"En toda la obra de mi abuelo se nota la influencia de los lugares donde vivió -observa Bernard Ruiz Picasso-. Este proyecto de recuperación de los cuadernos nació de la voluntad de ver qué ocurría dentro de ella, de enfocar su naturaleza profunda". Precisamente, de una conversación entre el nieto del pintor y el matrimonio McCully y Raeburn partió la idea de investigar a fondo un momento concreto de la vida de Picasso, que luego se concretaría en su crucial estancia en Royan. "Cuando vi por primera vez los cuadernos casi me puse a llorar -recuerda McCully-. Pensé que era lo más cerca que podíamos estar del artista". En sus páginas dialogan ideas. Desecha paisajes, insiste en el cuerpo de la mujer, proyecta dimensiones de obras futuras. Las libretas funcionan, en definitiva, como geografía artística y reflejo de una identidad, la suya, ya armada, pero  en continuo estado de agitación, siempre mutable. (...)

Antes de abandonar Royan, Pablo Picasso comenzó a esbozar en una gran libreta, ya en papel de alta calidad, su obra Mujer peinándose. A menudo esta obra que concluyó al irse, se interpreta como respuesta a los horrores de la guerra, contrapartida del Guernica. 

María Viñas. Málaga. La voz de Galicia, lunes 31 de marzo de 2025.

lunes, 21 de abril de 2025

"Prodigieuses"

Padre e hijo, Frédéric y Valentin Potier, debutan como directores y coguionistas con la historia real de las gemelas Pleynet, unas virtuosas del piano, por empeño de su progenitor y con la complicidad de su esposa, hasta que una enfermedad rara que les afectaba a los tendones las llevó a reinventarse como intérpretes a dúo y cada una en su instrumento. El único caso a nivel mundial, y material de fuerte atractivo para ser llevado al cine. Prodigieuses se suma a otros títulos por el estilo -varios franceses-, que tocan temas como la superación personal, más todavía en el muy competitivo campo de la música. Su originalidad está en mostrar a dos hermanas tocando juntas, y el resto ya se ajusta a lo esperado en una producción de este tipo, aunque suma en favor de los autores que intentan sortear el tópico en la medida de lo posible, sin poder evitar relucir los conflictos familiares, los amorosos y las obligadas secuencias de audiciones, rivalidades y demás.

Si en el aspecto formal la película ya es canónica, las interpretaciones se elevan algo más allá, en particular el papel de Isabelle Carré como el de la madre, más permisiva, que equilibra el protagonismo excesivo del progenitor que busca hacer de sus hijas "las mejores del mundo". Estas acaban ingresando en la prestigiosa Escuela Superior de Música de Karlsrube, bajo la dirección del eminente Klaus Lenhardt. Está también la relación entre ellas, que conforman en apariencia una pareja perfecta y cómplice, pero no pueden eludir algunas discrepancias en el terreno de las emociones, sobre todo cuando hay amores por medio. O cuando una de ellas comienza a desarrollar su mal, ignorando que acabará por afectar a ambas por su origen genético. Pensada para agradar al gran público, se trataba de jugar con lo insólito de la trama, y ahí cumple con creces. Es, finalmente, otra agradecida feel good movie para cargar pilas.

M. A. Fernández. La Voz de Galicia, jueves 17 de abril de 2025.

domingo, 20 de abril de 2025

La historia de amor inmortal entre Francia y Vargas Llosa

Mario Vargas LLosa  en la ceremonia de ingreso en la La Academia Francesa.

Francia no era solo la patria literaria de Mario Vargas Llosa, era mucho más. Hasta el punto de que el país se saltó sus propios códigos y lo incluyó en vida en su biblioteca de autores más ilustres, la Pléiade, donde suelen entrar a título póstumo, y además le dio un asiento en la Academia Francesa, el club "de los inmortales" a pesar de no haber publicado jamás un libro en la lengua patria. El flechazo tuvo lugar en la librería Joie de lire (Alegría de vivir), en el barrio Latino de París. Era 1959 y Mario Vargas Llosa tenía 23 años. Ese día salió de la tienda con un libro en las manos, Madame Bovary, de Gustave Flaubert. Se pasó la noche leyendo y "al día siguiente decidió que su alegría de vivir era escribir". No sabía que esa historia iba a ser para siempre.

La anécdota, como se la contó el escritor, la recuerda uno de sus amigos y referentes en Francia: Daniel Rondeau que entró en la Academia Francesa en 2019, poco antes de que lo hiciera Vargas Llosa, en febrero de 2023. "Él me contaba que, cuando vino a París, quería respirar el aire de Balzac, de Baudelaire, de Proust, que sería un escritor también de domingos y de días festivos", recuerda Rondeau en una conversación telefónica con El País.

 En París, en los sesenta, el Nobel de literatura primero fue periodista y trabajó en la agencia de prensa  APF cuando se creó un área de noticias en lengua española y empezaron a contratar periodistas sudamericanos. "Mario fue uno de los primeros en llegar. Éramos tres, no teníamos ni idea de lo que hacíamos, pero la vida era bonita. Él era discreto y muy trabajador", ha recordado a France Info Sergio Berrocal, uno de los integrantes de ese trío pionero. A Rondeau, a quien conoció en los ochenta, le contaba que "las conferencias de prensa de Charles de Gaulle eran el espectáculo de teatro más bonito de Europa", recuerda. Compartieron la época de Jean Paul Sartre o Albert Camus, "un periodo de mucho estímulo, que supo aprovechar. Amaba la ciudad de París. Francia y su literatura siempre fueron su fuente de inspiración. De Los miserables se sabía todos los personajes y dialogaba con ellos, con Jean Valjean o con Gavroche. Fueron los que le salvaron", dice, en referencia a la obra de Víctor Hugo.

Esa devoción francófila le fue correspondida, sobre todo, en dos momentos clave. Su entrada en La Pléaide, una de las colecciones de libros más exclusivas, de la editorial Gallimard. Creada en los años treinta, solo se seleccionan las obras más relevantes y por ello "suelen entrar autores a título póstumo. Mario fue uno de los pocos que entró en vida", explica Gustavo Guerrero, su editor durante muchos años en Gallimard. En la biblioteca de la Pléiade solo hay otros dos autores latinoamericanos: Jorge Luis Borges y Gabriel García Márquez. "Fui a Barcelona a entregarle la carta y es uno de los momentos en que lo he visto más emocionado", cuenta Guerrero. Su relación con la editorial francesa duró 60 años. "Siempre fue fiel. Era divertido porque tenía buen oído en los títulos para el francés, pero en castellano no sonaba igual, así que siempre estábamos viendo cómo se podía traducir", explica. Para su editor y amigo, "no era concebible la vida de Vargas Llosa sin Francia ni París, el lugar donde se hizo escritor e intelectual". "No ha habido, desde Jorge Semprún, un escritor tan vinculado, y Francia le agradeció todo lo que el hizo con su obra, por la literatura y la cultura", patria. 

También se le reconoció  con otro de los mayores privilegios posibles para un intelectual: entrar en la Academia Francesa. Fue en febrero de 2023. Se convirtió en el primer autor que, sin haber publicado un libro en francés, consiguió un asiento en el "club de los inmortales", como se llama a los académicos. Son  40 miembros, su misión es velar por la lengua y ahí figuran mitos de la talla de Molière, Balzac, Camus, Baudelaire o Flaubert. Fue Rondeau el que le llamó para informarle. "Él estaba en Madrid, explotó de alegría. A los pocos días me llamó para preguntarme si todo era una broma", cuenta. El día que tomó posesión de su asiento, tras su discurso, le confesó a su amigo: "Hoy es el mejor día de mi vida literaria".

Rondeau le dio la réplica en la ceremonia: Vargas Llosa ensalzó todo lo que le había dado Francia y su literatura, y su amigo destacó a su vez todo lo que el escritor había aportado al país. "Vargas Llosa me prometió que acudiría a las reuniones de los académicos y lo hizo, se lo tomó en serio. Venía cada 15 días. Se sentaba detrás de mí y comenzó un nuevo libro que escribía en el local de la librería de la Academia. Cuando yo fui elegido miembro, en 2019, le dije a su mujer: sé que el próximo en entrar será Mario", cuenta. 

En Francia, Vargas Llosa tuvo así tres hogares: la editorial Gallimard, la universidad de La Sorbona, donde dio algunas conferencias, y la Academia Francesa. Le debemos algo muy importante. Toda una generación de escritores nos desesperábamos con la ficción, que se teorizaba mucho. Mario, como Gabriel García Márquez y Milan Kundera, nos devolvieron el amor por la ficción. Mario fue el cabeza de fila. "Su posición como novelista, intelectual comprometido, e incluso su incursión política, proceden del modelo francés", dice su editor Gustavo Guerrero. 

Vargas Llosa quiso a Francia y Francia quiso a Vargas Llosa, en un gesto de reciprocidad que el país no suele conceder  a cualquiera, solo a los francófilos más elevados. El presidente Emmanuel Macron, que lo invitó a cenar cuando entró en la Academia, dijo esta semana: "Vargas Llosa es Francia". Los medios han ensalzado lo que el autor, un chaval que llegó enamorado de París y no pudo dormir leyendo Madame Bovary y acabó significando tanto para Francia. Tanto que estará en La Pléiade y en la Academia con Gustave Flaubert, donde solo hay sitio para los inmortales.

Raquel Villaécija. París.  El País, jueves 17 de abril de 2025.

sábado, 19 de abril de 2025

La historia bordada

El rey Harold cruza el canal de la Mancha. (Fuente: Wikimedia)
Leo que retiran el tapiz de Bayeux del museo de Normandía en el que se guarda, para hacerle unas restauraciones. Ya he escrito aquí alguna vez sobre esta maravilla que nos ha llegado casi intacta desde la Edad Media: un enorme bordado de medio metro de alto y setenta metros de largo que narra  en una sucesión de paneles la historia de la conquista de Inglaterra por los normandos en el siglo XI. Escribía yo entonces sobre las costureras inglesas de manos blancas que lo habrían tejido, y reflexionaba sobre lo que un tapiz tiene de metáfora acerca de la historia, que parece algo ordenado y lógico en el anverso, pero que mirado por detrás es un caos de hilos, puntadas y nudos. A mí siempre me ha apasionado el tapiz de Bayeux; por eso y porque es el primer reportaje de guerra de la historia de la televisión, y eso que fue bordado casi mil años antes de que existiese la televisión. Las escenas se suceden con un ritmo trepidante, explicadas por rótulos en latín, secos y concretos como la prosa de Hemingway, como si fuesen una voz en off solemne.

La historia que se cuenta es la de Harold, un noble inglés que naufraga en el canal de la Mancha y es rescatado por los hombres de Guillermo duque de Normandía. Presionado o agradecido, Harold jura sobre unas reliquias sagradas que si algún día las circunstancias le hacen heredero del trono de Inglaterra se lo cederá a Guillermo. El tapiz remarca la seriedad de la promesa con un personaje que apunta con un dedo a la palabra sacramentum. Como el destino es un escritor que imita a Borges, sucede lo que la premisa ha hecho inevitable: Harold regresa a Inglaterra y recae en él la sucesión. En la escena de la coronación vemos a la multitud señalar en el cielo el mal presagio de un cometa (era el cometa Halley, que aún no tenía ese nombre). Guillermo y sus normandos cruzan el canal para reclamar su deuda. Lo hacen en barcos que todavía recuerdan sus orígenes vikingos en sus mascarones de proa en forma de serpiente. La guerra asola Inglaterra. Un panel famoso muestra una mujer  y a un niño  en una casa en llamas. Hic domus incenditur, "aqui vemos arder una casa", dice lacónico el texto. Se la considera una de las primeras imágenes del sufrimiento de los civiles en la guerra.

Harold cae herido de muerte. (Fuente: Wikimedia)
Cuando vi el tapiz de Bayeux, hace ya bastantes años, venía de visitar con Pilar las costas de Normandía. En las playas habíamos visto los restos de las fortificaciones alemanas de la Segunda Guerra Mundial y las barcazas de desembarco varadas como cachalotes en la arena. En Sainte-Mère-Église habíamos contemplado el muñeco de tamaño real de un paracaidista norteamericano colgando de un tejado, y las tiendas de recuerdos con toda clase de suvenires de aquella guerra entre las botellas de Calvados. Cuando entramos en el museo de Bayeux, ese tapiz desplegado que contaba otra invasión, otro desembarco y otra guerra en las orillas del mismo mar, me pareció un pleonasmo, una triste reiteración, la constatación de que la guerra es una de las maldiciones de las que el ser humano no se puede librar. Hic ceciderunt simul angli et franci in proelio, "aquí ingleses y franceses cayeron juntos  en la batalla", dice, mientras la cenefa muestra un paisaje de cuerpos mutilados que podría ser Ucrania, Gaza, el Congo... Harold cae herido de muerte por una flecha, y dos o tres viñetas más tarde la narración se interrumpe. Porque a esta historia, como a casi todas las historias que cuentan algo universal, le falta el final.

Miguel-Anxo Murado. La Voz de Galicia, domingo 13 de abril de 2025.

viernes, 18 de abril de 2025

Tiago Rodrigues

Thiago Rodrigues

"Tengo más preguntas y por eso hago teatro. Si tuviera más respuestas probablemente haría política". El dramaturgo portugués llegó al teatro en la adolescencia y, tres décadas después se ha convertido en el primer extranjero en dirigir el Festival de Aviñón. Sus obras son aplaudidas y a veces perseguidas por la ultraderecha. Es un creador comprometido que se siente en deuda con quienes lucharon contra la dictadura en Portugal. Acaba de estrenar No Yogurt for the Dead, inspirada en los últimos días de su padre, y el 25 de abril presenta en Barcelona Cor dels amants, mientras los portugueses cantan Grândola, Vila Morena en recuerdo de la Revolución de los Claveles en 1974. No se manifestará por Lisboa por primera vez en su vida. Esta es una conversación sobre teatro y democracia. También sobre teatro y vida. Tiago Rodrigues (Amadora, Portugal, 48 años) llegó a un escenario a los 14 años sin más expectativas que espantar la soledad. En Portugal estuvo seis años al frente del Teatro Nacional Dona María II y fundó la compañía Mundo Perfeito junto a su pareja, la actriz Magda Bizarro. Se siente en deuda con las generaciones que lucharon por la libertad en Portugal y posibilitaron que pudiera hacer del teatro su forma de vida. Acaso eso explica por qué el mismo Tiago Rodrigues que dirige a Isabelle Huppert en El Jardín de los cerezos también escribe obras para vecinos de la Cova da Moura, un barrio de Amadora donde la supervivencia  es un ejercicio diario de funambulismo. No es neutral, por tanto. Concibe el teatro como un servicio público.

Esta entrevista se realizó en febrero en Culturgest, tras el estreno de No Yogurt for the Dead en Lisboa. Tiago Rodrigues, también actor y productor, estaba cansado y feliz por la noche anterior. Con un patio de butacas repleto de familiares y amigos, asistió nervioso a una función simbólica, inspirada en su padre. "Es un poco como si Cervantes leyese el Quijote en voz alta frente a Don Quijote. No quiero que las personas sientan que les fue robada una historia", reflexiona.

Hospitalizado con un cáncer, el periodista Rogério Rodrigues pidió un cuaderno para escribir su último reportaje. El deterioro de la enfermedad solo le permitió dejar un título, Los muertos no comen yogur, y unas páginas repletas de rayas y trazos que nada decían excepto que llegaba el final. Su hijo dramaturgo acabaría escribiéndole por él. El resultado yuxtapone autobiografía y fantasía, periodismo y teatro, amor y reproches. Teatro de la resistencia que se ajusta a una respuesta que le cautivó de George Steiner: "En cuanto 10 personas aprenden un poema de memoria, no hay nada que el KGB, la CIA o la Gestapo puedan hacer. Ese poema sobrevivirá".

                                                                            (Foto: Valerie Backer)
¿Tenía miedo a decepcionar a personas importantes para sí con esta obra?

Es más miedo a herir. Desilusionar no es la cuestión. Siempre que contamos la historia de alguien, por mucha buena voluntad que haya, hay una dosis de decepción. Recientemente hice un espectáculo con la Comédie-Française basado en un caso de malos tratos a niños con autismo severo en Suiza y que fue visto por algunas madres que hablaron conmigo. Sabía que nunca sería fiel a lo ocurrido porque es teatro y conquista su propia libertad, pero quería que fuese una pieza de reparación. También en 2012 hice una obra basada en los archivos de la censura al teatro en Portugal. Decidí que debía tratar los textos de los censores, que eran secretos y se hicieron públicos tras la revolución, con la misma dignidad que daría a Chéjov o Lope de Vega. Y coger esos textos de personas que amordazaron el teatro y transformarlos en autores de un espectáculo que le habría gustado censurar fue una venganza poética, una venganza democrática. Había una gran actriz, Carmen Dolores, que dirigía el Teatro Moderno de Lisboa, que escribió muchas cartas para pedir explicaciones. Proponía la misma pieza y siempre era rechazada. Vino a ver mi obra y me dio las gracias porque por fin había recibido una respuesta. Ahí sentí que esa obra ofreció algo a esa persona. (...)

Tiene éxito a pesar de no hacer un teatro comercial. ¿Por qué cree que conecta con culturas diferentes?

Hay dos aspectos que tal vez contribuyen para que algunas piezas tengan una relación fuerte con el público. Por un lado, siempre he deseado combinar mi exigencia artística con el teatro popular y accesible para cualquiera que no tenga el hábito de ir al teatro. No lo consigo siempre, pero lo tengo presente. Quiero satisfacer a un especialista y al que nunca ha visto un espectáculo, aunque no realicen la misma lectura de la obra. Esta lectura es también la de Jean Vilar cuando funda el Festival de Aviñón y habla de ligar un teatro de gran calidad con un festival popular...

Tereixa Constenla. El País Semanal, 12 de abril de 2025.

jueves, 17 de abril de 2025

Una novela y una vida truncada

Me dejó un poso profundo la lectura de Suite francesa, novela de Irène Némirovsky que apareció en lengua gallega el año pasado cuando se cumplían dos décadas de su edición original. Vino de la mano de la editorial Aira en una cuidada edición -contiene un prefacio de M. Anissimov y uno de los apéndices extraordinarios de lectura obligada- con ilustraciones de MeliMolita y una traducción espléndida de Samuel Solleiro. Autora relativamente afortunada en nuestra lengua, pues más allá de este volumen se añaden David Golder (Hermanos Cartoné, 2019), El Baile (Rinoceronte, 2021) y aún hace pocas fechas Domingo y otras historias (Laiovento, 2025).

Parece que el poso no procede de la historia, envuelta en un halo de seducción, entre una mujer, casada con un prisionero de guerra francés, y un soldado alemán en una pequeña localidad de la Francia ocupada y que centra una película homónima estrenada en 2015. Antes bien, es inevitable leer esta propuesta como un acto de fe en la propia literatura; incluso puede leerse como un documento, un gesto de resistencia ante la intolerancia pues la autora, hija de judío ucraíno, radicada en París desde que huía de la revolución bolchevique, sabía que su arresto iba a ser inevitable, como así se produjo en julio de 1942, para ser internada en el campo de concentración de Pithviers después de que el régimen de Vichy denegase en varias ocasión su solicitud para obtener la nacionalidad francesa. En poco tiempo sería deportada a Auschwitz, donde murió de tifus apenas un mes después, con treinta y nueve años. El manuscrito de la novela se conservó en una maleta, durante sesenta años, gracias a sus hijas, Denise e Élisabet Epstein, que sobrevivieron con dificultades a la ocupación nazi. 

Más allá de lo señalado lo cierto es que esta pieza narrativa -dos partes de las cinco previstas en torno a las emociones y los sentimientos en situaciones verdaderamente extremas que recorren la huida de París de millares de ciudadanos en las primeras horas de la ocupación y, luego, la vida cotidiana en un pueblo al este de la capital, en los primeros meses de la obligada  convivencia de la población civil con los militares alemanes. Ahí está también, latente, una reflexión sobre las fronteras del colaboracionismo y sobre la propia dignidad.

Ramón Nicolás. Fugas. Libros. La Voz de Galicia, viernes 4 de abril de 2025.

miércoles, 16 de abril de 2025

"Maruja Mallo: máscara y compás"

Es la pintora más importante del surrealismo español. Maruja Mallo: máscara y compás, la mayor retrospectiva que se le ha hecho nunca, reivindica, ahora en el centro Botín y en octubre en  el Museo Reina Sofía, una obra comprometida que redescubre lo popular desde el realismo mágico. Más allá del personaje, celebramos a la creadora ultramarina que reinventa el Arte Nuevo defendido por Ortega y Gasset.

Cruce de luciérnaga y ciempiés, brujita joven con cara de pájaro, nadadora sumergida, monstruo y tragedia. Mucho se ha escrito sobre la Mallo. Dalí afirmó que era "mitad ángel, mitad marisco" y Lorca que su pintura contenía "toda la imaginación, emoción y sensualidad del mundo". Ortega y Gasset la apadrinó en 1928 ofreciéndole exponer sus famosas Verbenas (1927-1928) -"creaciones mágicas de medidas exactas", como ella las definió, abigarradas composiciones centrípetas donde ridiculiza lo popular y la españolidad- en la sede de la Revista de Occidente.

Maruja Mallo ha sido, sin duda, la pintora más importante del surrealismo español (André Bretón le compró Espantapájaros en 1932 afirmando que era "una de las grandes obras del surrealismo") y esta se nos presenta como una muestra histórica, la más importante desde que la produjo el CCAG en el año 1993.

A pesar de su polémica exposición pública, donde el personaje eclipsaba a la artista, ella mantenía su privacidad oculta bajo gruesas capas  de maquillaje. Una máscara protectora que, al final de su vida, se fundiría con su propio rostro. Poco se sabe realmente de su intimidad, más allá de las anécdotas que alimentaron a un personaje asilvestrado y procaz, emblema del escándalo, icono de la movida de los ochenta, de labios pintados de intenso carmín y sombra de ojos azul turquesa.

Sabemos que esta gallega cosmopolita nace en Viveiro (Lugo), el día de Reyes de 1902 en el seno de una familia de catorce hermanos, y que los constantes traslados de su padre, funcionario  de aduanas, le ofrecen la oportunidad de residir en varias ciudades. Al llegar a Madrid en 1922 se matricula en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, siendo la primera mujer  en aprobar exámenes y la primera en ser admitida. Su talento había fascinado a su padre, quien la apoya a ella y a su hermano, el escultor Cristino Mallo, en su vocación artística.

Las Sinsombrero (Arriba: María Zmabrano, Concha Méndez, Maruja Mallo,
MargaritaGil; Abajo:  Rosa Chacel, Josefina de la Torre, Ernestina
Champourcin y Mª Teresa León)

En la Academia de San Fernando coincide con Dalí y se hacen íntimos. Un día, mientras pasean por la Puerta del Sol junto a Lorca  y a Margarita Manso, deciden quitarse los sombreros porque "les congestionaban las ideas" -así lo cuenta la propia artista en una entrevista del año 92-. Es entonces cuando un grupo de muchachos los apedrean, lo que les obliga a huir por la boca del metro, lo que les obliga a huir por la boca del metro. Así nacen las Sinsombrero, esas mujeres, intelectuales y artistas, de la Generación del 27 que se opusieron  a las imposiciones  de los discursos esclerotizados, enarbolando la libertad.

El terremoto de Maruja pronto se sitúa en el epicentro de la vida cultural de la capital, acudiendo a las delirantes tertulias de la época con Dalí, Lorca, Buñuel o Rafael Alberti, que acababa de ganar el Premio Nacional de Poesía por Marinero en tierra (1925) y con quien mantuvo un noviazgo de cinco años. Ella ilustraba sus poemas  y diseñaba  las escenografías de sus obras teatrales mientras él escribe La primera ascensión de Maruja Mallo al subsuelo (1929): "dime por qué las lluvias pudren las horas y las maderas./ Aclárame esta duda que tengo sobre los paisajes./ Despiértame". También se le conoce un efímero romance con Miguel Hernández, ocho años menor, a quien-se cuenta- rompió el corazón...

María Marco. El Cultural, 11-4-2025.

martes, 15 de abril de 2025

La apuesta de Málaga por los museos cumple 10 años

Llegaron de la mano para afianzar la apuesta cultural. Uno dispuesto a convertirse en el icono contemporáneo. El otro con el objetivo  de ampliar los límites de la ciudad y atraer al visitante más allá del centro. Málaga estrenó la primavera de  2015 con la apertura de las filiales del Centre Pompidou  y el Museo Estatal de San Petersburgo. Y una década después hay muchas luces y algunas sombras en una trayectoria que no sería posible sin una inversión millonaria. Hasta ahora han supuesto un coste  de 75,3 millones de euros para las arcas municipales, según se recoge en los presupuestos anuales. Cantidad que crecerá tras la renovación al alza del contrato con la matriz francesa: solo en 2025 ya supera los diez millones a pesar de que el centro ruso tiene su continuidad en el aire desde la invasión de Ucrania.

Los dos museos pusieron la guinda a un camino que abrieron en 2003 el Centro de Arte Contemporáneo (CAC) -hoy cerrado mientras se reformula su futuro- y el Museo Picasso. La filial francesa y la rusa aún más porque nadie la vio venir. Ambas instituciones afianzaron la marca ciudad de los museos y lograron aumentar una relevancia internacional que la capital de la Costa del Sol no tenía. Sin embargo, desde el comienzo hubo voces que denunciaban la sensación de que Málaga se estaba convirtiendo en una especie de parque de atracciones más centrado en vender marcas y atraer turistas que en potenciar la cultura. "Son infraestructuras puestas al servicio de la industria turística, funcionan como publicidad comercial. Y en ese sentido han cumplido su papel", lamenta el artista Rogelio López Cuenca que cree que "no son más que escaparates". De hecho el turismo se ha multiplicado en estos últimos años a cambio  de ahogar a la población local a base de precios imposibles, en especial el de la vivienda. Fuentes del Ayuntamiento  subrayan  que hasta 144 creadores, gestores y artistas malagueños han pasado por el Museo Ruso, además de otros 207 por el Pompidou.

Pocos dudan -incluso dentro de los museos- que fue ese turismo el trasfondo para impulsarlos, aunque sus responsables opinan  que su presencia ha otorgado muchas ventajas a Málaga. Su principal valedor es el alcalde, Francisco se la Torre (PP). "Llegaron para reforzar la cultura para los malagueños y los de fuera. Y también para reforzar la visibilidad de Málaga  con una oferta a la altura de las mejores de Europa. Es lo que se planteaba y lo que se ha conseguido", relata el regidor. También subraya cómo el cubo de cristal  intervenido por el artista Daniel Buren en el Pompidou de Málaga es ya "parte del skyline de la ciudad".

La historia empezó en 2008 durante un partido de fútbol amistoso entre España y Francia . El regidor aprovechó para proponer  al entonces embajador francés Bruno Delaye, la posibilidad de que la ciudad albergase una sede del Louvre o del Pompidou. El primero pensaba ya en su sede de Abu Dhabi, así que se apostó por el segundo. Lo que parecía una anecdótica conversación se convirtió en realidad  el 28 de marzo de 2015 en un recinto de casi 2.000 metros cuadrados. Fue la primera sucursal de este museo fuera de Francia. Las exposiciones con obras de Picasso, Barceló, Kahlo, Chagall o Calder se han sucedido desde entonces y el viernes se inauguró  una muestra centrada en Kandinsky. A cambio el Ayuntamiento (que gastó cinco millones en adecuar el edificio) se comprometió a pagar un canon  de 20 millones de euros  y asumir los gastos de mantenimiento, funcionamiento, personal o seguros. Ha costado ya 45 millones. Y esta segunda década será aún más porque el acuerdo fue renovado  el año pasado hasta 2035 incluye una subida del 50% del canon anual...

Nacho Sánchez, Málaga. El País, lunes , 31 de marzo de 2025.

lunes, 14 de abril de 2025

"El segundo acto"

La nueva comedia del francés Quentin Dupieux -director inclasificable, dueño de un humor particular, extraño y contagioso- es un acto de autoparodia que juega al desconcierto en sus múltiples giros. Esta vez Dupieux elige el cine en una película meta-cinematográfica que se burla de todo, o casi todo, en un juego de espejos sobre el arte de representar. El segundo acto del título se refiere al restaurante de carretera donde se rueda una secuencia con cuatro personajes y varios figurantes. Una secuencia que desembocará, no sin melancolía, en una broma infinita sobre el futuro del cine. Todo lo que ocurre en El segundo acto parece fruto del absurdo, pero no lo es.

Léa Seydoux, Vincent Lindon, Louis Garrel y un menos conocido Raphaël Quenard -el magnífico protagonista de Yannick, película de Dupieux sobre un vodevil saboteado por un espectador desencantado con la función -ruedan una comedia romántica de diálogos bastante ridículos mientras entre líneas se cuelan las notas a pie de página y las situaciones ligeras, aunque tremendas, que los cuatro intérpretes saben hacer fluir.

Dupieux se mueve entre realidad y ficción, o mejor, entre ficción y ficción, con un tono cómico que borda lo burdo y loco con una intensidad verbal nada sencilla. Son actores haciendo de actores, riéndose de sí mismos y de sus hipocresías, y los cuatro saben sacarle punta a unos diálogos que con un ritmo de mesa de pimpón, llenan de matices sin estancarse en lo obvio. El gag reservado para Manuel Guillot, figurante en apuros, es uno de los contrapuntos de ese rodaje dentro de un rodaje de una película hecha de capas actorales, oficio cuyas grandezas y miserias afloran cuando vemos a un pobre hombre aterrado ante la cámara. El figurante, sin saberlo, es el personaje clave.

El segundo acto es, como la mayoría de las películas del prolífico Dupieux, breve: 80 minutos estructurados como un círculo que arrancan y terminan con dos travellings rodados en sentido contrario y un epílogo que cierra con una inesperada tristeza y gravedad lo que acabamos de ver. Sin estirar demasiado el chicle de sus ocurrencias, siempre confiando en el lado más surrealista de la vida, el director de Mandíbulas pone su curioso instinto al servicio de un debate serio sobre las fronteras entre realidad y ficción y sobre el lugar del cine cuando la mirada ha sido usurpada por un algoritmo.

Elsa Fernández Santos, El País, viernes 11 de abril de 2025.

domingo, 13 de abril de 2025

"Una sociedad que oprime a las mujeres no puede ser feliz"

El argelino Kamel Daoud (Mostaganem, 1970) ha hecho de la literatura -y antes del periodismo- un combate intelectual. Su reconocimiento llegó en 2013 con Mersault, caso revisado, una reescritura  de El extranjero, de Albert Camus, desde la perspectiva árabe. En su último libro, Huríes (Cabaret Voltaire), ganador del Premio Goncourt en 2024, Daoud da voz a Aube, una mujer marcada por la guerra civil argelina, que entre 1992 y 2002 causó cerca de 200.000 muertos. Un islamista le cortó la garganta  cuando era niña, dejándola muda. Ahora, embarazada pronuncia un monólogo dirigido a la hija que lleva en su vientre sin saber aún si quiere darle vida o no.

Su postura crítica respecto al islamismo le ha costado amenazas: en 2014 un imán salafista emitió una fatua  contra él. En 2023, tras una década de persecución se exilió en Francia. Daoud nos recibió en la sede histórica de su editorial francesa, Gallimard, en el barrio parisiense de Saint-Germain.

P.- Su novela no puede publicarse en Argelia debido a la ley  que prohíbe cualquier obra sobre la llamada década negra, cuando tuvo lugar la guerra civil. ¿Escribió el libro sabiendo que no sería leído en su país?

R.- Sabía que sería leído, aunque fuera de forma clandestina. En Argelia los libros prohibidos encuentran su camino, y el mío circula en versión pirateada. Desde que gané el Goncourt, entendí que el régimen no me dejaría en paz.

P.- ¿Es un libro escrito contra ese tabú?

R.- Ante todo es un libro sobre la condición de las mujeres. Estoy convencido de que una sociedad que oprime a las mujeres no puede ser feliz. Cuando llegué a Europa a los 26 años, me impactó ver a las mujeres caminar solas, vestirse como quisieran, besarse en público. También quise recordar algo que a menudo se omite por miedo a ser culpado de islamofobia: el islamismo, como cualquier integrismo, mata.

P.- Después de una guerra, ¿el silencio puede ser una solución o siempre acaba siendo un problema? 

R.- Mi libro nace de ese dilema moral. No hay una respuesta correcta. Lo que sé es que el silencio impuesto ha tenido consecuencias graves. Éticamente, porque hay asesinos en libertad mientras a otros los encarcelan por robar un móvil. Y políticamente, porque los jóvenes argelinos, incluidos mis hijos, ya no se acuerdan de que esa guerra existió.

P.- La velocidad del olvido es vertiginosa, incluso en países que optaron por procesos de memoria.

R.- Es normal. Los humanos siempre buscamos la felicidad, nunca los problemas. La guerra civil argelina fue una masacre inimaginable. Pura autodestrucción, un suicidio colectivo. Cuando acabó, muchos argelinos prefirieron olvidar. El olvido parece la solución más fácil, pero al final todo vuelve.

P.- Su protagonista lleva en sus cuerdas vocales las marcas de la guerra, como un estigma. ¿Qué huella dejó en usted el conflicto, que cubrió siendo un joven periodista?

R.-Tal vez cierta frialdad. Es como si hubiera desconectado mis sensores. Hay pocas cosas que me afecten. Recuerdo la primera vez que caminé sobre cadáveres. No grité, empecé a cantar en mi cabeza. Con el tiempo entendí que era un mecanismo de defensa. Piensas en cualquier cosa para no pensar en lo que estás viendo. Y eso se quedó en mí. Ha alterado mi relación con la realidad. Me ha hecho desconfiar  de quienes creen más en las ideas que en las personas. Nunca lo he dicho así pero ya no creo en el ser humano: sé que es capaz de lo peor.

P.-Ya nunca se emociona?

Kamel Daoud. © Cristóbal Manuel

R.- Solo cuando leo. Pero fuera de esos momentos estoy enfadado siempre. Enfadado con los que mataron, con quienes me atacan a mí y no a los asesinos, con quienes tratan de comprender el islamismo en lugar de condenarlo.

P.- La mujer y el cordero aparecen como figuras de sacrificio en su libro.

R.- Sí, y como seres condenados al silencio. El cordero no grita al ser degollado, ¿qué va a decir ? De la misma manera es sacrificada en nombre de Dios: se la cubre, se la encierra, se le prohíbe reír o hablar alto. Aube lo expresa en la novela: "A veces los hombres matan a las bestias. A veces las bestias matan a los hombres. Y a veces, cuando los hombres y las bestias se entienden, matan a las mujeres". En las guerras ellas siempre pagan el precio más alto.

P.- ¿Qué soluciones plantea?

R.-No es solo un problema del mundo árabe. Fíjese en el nuevo conservadurismo en EE UU. Donde no se fomenta la lectura como vía de emancipación ni se entiende que existe un mundo más allá del lugar donde vivimos, aumenta el encierro mental. Y ese encierro es perjudicial para las mujeres, que son el eslabón más débil. A menor contacto con el exterior más represión...

Álex Vicente, Babelia. El País, sábado 22 de marzo de 2025.