viernes, 18 de abril de 2025

Tiago Rodrigues

Thiago Rodrigues

"Tengo más preguntas y por eso hago teatro. Si tuviera más respuestas probablemente haría política". El dramaturgo portugués llegó al teatro en la adolescencia y, tres décadas después se ha convertido en el primer extranjero en dirigir el Festival de Aviñón. Sus obras son aplaudidas y a veces perseguidas por la ultraderecha. Es un creador comprometido que se siente en deuda con quienes lucharon contra la dictadura en Portugal. Acaba de estrenar No Yogurt for the Dead, inspirada en los últimos días de su padre, y el 25 de abril presenta en Barcelona Cor dels amants, mientras los portugueses cantan Grândola, Vila Morena en recuerdo de la Revolución de los Claveles en 1974. No se manifestará por Lisboa por primera vez en su vida. Esta es una conversación sobre teatro y democracia. También sobre teatro y vida. Tiago Rodrigues (Amadora, Portugal, 48 años) llegó a un escenario a los 14 años sin más expectativas que espantar la soledad. En Portugal estuvo seis años al frente del Teatro Nacional Dona María II y fundó la compañía Mundo Perfeito junto a su pareja, la actriz Magda Bizarro. Se siente en deuda con las generaciones que lucharon por la libertad en Portugal y posibilitaron que pudiera hacer del teatro su forma de vida. Acaso eso explica por qué el mismo Tiago Rodrigues que dirige a Isabelle Huppert en El Jardín de los cerezos también escribe obras para vecinos de la Cova da Moura, un barrio de Amadora donde la supervivencia  es un ejercicio diario de funambulismo. No es neutral, por tanto. Concibe el teatro como un servicio público.

Esta entrevista se realizó en febrero en Culturgest, tras el estreno de No Yogurt for the Dead en Lisboa. Tiago Rodrigues, también actor y productor, estaba cansado y feliz por la noche anterior. Con un patio de butacas repleto de familiares y amigos, asistió nervioso a una función simbólica, inspirada en su padre. "Es un poco como si Cervantes leyese el Quijote en voz alta frente a Don Quijote. No quiero que las personas sientan que les fue robada una historia", reflexiona.

Hospitalizado con un cáncer, el periodista Rogério Rodrigues pidió un cuaderno para escribir su último reportaje. El deterioro de la enfermedad solo le permitió dejar un título, Los muertos no comen yogur, y unas páginas repletas de rayas y trazos que nada decían excepto que llegaba el final. Su hijo dramaturgo acabaría escribiéndole por él. El resultado yuxtapone autobiografía y fantasía, periodismo y teatro, amor y reproches. Teatro de la resistencia que se ajusta a una respuesta que le cautivó de George Steiner: "En cuanto 10 personas aprenden un poema de memoria, no hay nada que el KGB, la CIA o la Gestapo puedan hacer. Ese poema sobrevivirá".

                                                                            (Foto: Valerie Backer)
¿Tenía miedo a decepcionar a personas importantes para sí con esta obra?

Es más miedo a herir. Desilusionar no es la cuestión. Siempre que contamos la historia de alguien, por mucha buena voluntad que haya, hay una dosis de decepción. Recientemente hice un espectáculo con la Comédie-Française basado en un caso de malos tratos a niños con autismo severo en Suiza y que fue visto por algunas madres que hablaron conmigo. Sabía que nunca sería fiel a lo ocurrido porque es teatro y conquista su propia libertad, pero quería que fuese una pieza de reparación. También en 2012 hice una obra basada en los archivos de la censura al teatro en Portugal. Decidí que debía tratar los textos de los censores, que eran secretos y se hicieron públicos tras la revolución, con la misma dignidad que daría a Chéjov o Lope de Vega. Y coger esos textos de personas que amordazaron el teatro y transformarlos en autores de un espectáculo que le habría gustado censurar fue una venganza poética, una venganza democrática. Había una gran actriz, Carmen Dolores, que dirigía el Teatro Moderno de Lisboa, que escribió muchas cartas para pedir explicaciones. Proponía la misma pieza y siempre era rechazada. Vino a ver mi obra y me dio las gracias porque por fin había recibido una respuesta. Ahí sentí que esa obra ofreció algo a esa persona. (...)

Tiene éxito a pesar de no hacer un teatro comercial. ¿Por qué cree que conecta con culturas diferentes?

Hay dos aspectos que tal vez contribuyen para que algunas piezas tengan una relación fuerte con el público. Por un lado, siempre he deseado combinar mi exigencia artística con el teatro popular y accesible para cualquiera que no tenga el hábito de ir al teatro. No lo consigo siempre, pero lo tengo presente. Quiero satisfacer a un especialista y al que nunca ha visto un espectáculo, aunque no realicen la misma lectura de la obra. Esta lectura es también la de Jean Vilar cuando funda el Festival de Aviñón y habla de ligar un teatro de gran calidad con un festival popular...

Tereixa Constenla. El País Semanal, 12 de abril de 2025.

No hay comentarios:

Publicar un comentario