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Boceto en un cuaderno de "Busto de mujer con los brazos cruzados detrás de la cabeza" y la obra final. (Museo Picasso de Málaga) |
Fue la limitada disponibilidad de materiales, que escaseaban en plena contienda, lo que lo obligó al artista malagueño a reformular la naturaleza de su actividad, aparcando el óleo y centrándose en el dibujo. En la librería local Hachette adquiría compulsivamente blocs que solía llevar siempre encima; en ellos anotaba ideas visuales varias con referencias a obras anteriores o nuevas creaciones, reflexiones para composiciones futuras, bocetos que con el tiempo llegarían a ser emblemáticos picassos. Llenó el pintor cuadernos y más cuadernos de secuencias de figuras femeninas, de bocetos de cabezas de cordero y de dramáticos bodegones, pero también de escritos poéticos y estudios formales. "Mirarlos es ver lo que pasaba por su mente", comentaba en el Palacio de Buenavista -sede del museo- Marilyn McCully, comisaria junto a su marido, Michael Raeburn, de la primera exhibición de este material en nuestro país. La integran un total de ocho volúmenes llenos de dibujos a lápiz y tinta, témperas, fotografías y poemas que acreditan cómo el pintor siguió dando rienda suelta a su pulsión creadora en tiempos convulsos, y se completa con hasta cuatro obras más de la misma época que contextualizan estos trazos: Busto de mujer con los brazos cruzados detrás de la cabeza (1939), perteneciente a la colección permanente de la pinacoteca malagueña; Tres cabezas de cordero (1939), prestada por el Centro Nacional de Arte Reina Sofía; Mujer peinándose (1940), procedente del Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York; y Café en Royan (agosto de 1940), cedida por el Musée Picasso de París.
"En toda la obra de mi abuelo se nota la influencia de los lugares donde vivió -observa Bernard Ruiz Picasso-. Este proyecto de recuperación de los cuadernos nació de la voluntad de ver qué ocurría dentro de ella, de enfocar su naturaleza profunda". Precisamente, de una conversación entre el nieto del pintor y el matrimonio McCully y Raeburn partió la idea de investigar a fondo un momento concreto de la vida de Picasso, que luego se concretaría en su crucial estancia en Royan. "Cuando vi por primera vez los cuadernos casi me puse a llorar -recuerda McCully-. Pensé que era lo más cerca que podíamos estar del artista". En sus páginas dialogan ideas. Desecha paisajes, insiste en el cuerpo de la mujer, proyecta dimensiones de obras futuras. Las libretas funcionan, en definitiva, como geografía artística y reflejo de una identidad, la suya, ya armada, pero en continuo estado de agitación, siempre mutable. (...)
Antes de abandonar Royan, Pablo Picasso comenzó a esbozar en una gran libreta, ya en papel de alta calidad, su obra Mujer peinándose. A menudo esta obra que concluyó al irse, se interpreta como respuesta a los horrores de la guerra, contrapartida del Guernica.
María Viñas. Málaga. La voz de Galicia, lunes 31 de marzo de 2025.
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