miércoles, 16 de abril de 2025

"Maruja Mallo: máscara y compás"

Es la pintora más importante del surrealismo español. Maruja Mallo: máscara y compás, la mayor retrospectiva que se le ha hecho nunca, reivindica, ahora en el centro Botín y en octubre en  el Museo Reina Sofía, una obra comprometida que redescubre lo popular desde el realismo mágico. Más allá del personaje, celebramos a la creadora ultramarina que reinventa el Arte Nuevo defendido por Ortega y Gasset.

Cruce de luciérnaga y ciempiés, brujita joven con cara de pájaro, nadadora sumergida, monstruo y tragedia. Mucho se ha escrito sobre la Mallo. Dalí afirmó que era "mitad ángel, mitad marisco" y Lorca que su pintura contenía "toda la imaginación, emoción y sensualidad del mundo". Ortega y Gasset la apadrinó en 1928 ofreciéndole exponer sus famosas Verbenas (1927-1928) -"creaciones mágicas de medidas exactas", como ella las definió, abigarradas composiciones centrípetas donde ridiculiza lo popular y la españolidad- en la sede de la Revista de Occidente.

Maruja Mallo ha sido, sin duda, la pintora más importante del surrealismo español (André Bretón le compró Espantapájaros en 1932 afirmando que era "una de las grandes obras del surrealismo") y esta se nos presenta como una muestra histórica, la más importante desde que la produjo el CCAG en el año 1993.

A pesar de su polémica exposición pública, donde el personaje eclipsaba a la artista, ella mantenía su privacidad oculta bajo gruesas capas  de maquillaje. Una máscara protectora que, al final de su vida, se fundiría con su propio rostro. Poco se sabe realmente de su intimidad, más allá de las anécdotas que alimentaron a un personaje asilvestrado y procaz, emblema del escándalo, icono de la movida de los ochenta, de labios pintados de intenso carmín y sombra de ojos azul turquesa.

Sabemos que esta gallega cosmopolita nace en Viveiro (Lugo), el día de Reyes de 1902 en el seno de una familia de catorce hermanos, y que los constantes traslados de su padre, funcionario  de aduanas, le ofrecen la oportunidad de residir en varias ciudades. Al llegar a Madrid en 1922 se matricula en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, siendo la primera mujer  en aprobar exámenes y la primera en ser admitida. Su talento había fascinado a su padre, quien la apoya a ella y a su hermano, el escultor Cristino Mallo, en su vocación artística.

Las Sinsombrero (Arriba: María Zmabrano, Concha Méndez, Maruja Mallo,
MargaritaGil; Abajo:  Rosa Chacel, Josefina de la Torre, Ernestina
Champourcin y Mª Teresa León)

En la Academia de San Fernando coincide con Dalí y se hacen íntimos. Un día, mientras pasean por la Puerta del Sol junto a Lorca  y a Margarita Manso, deciden quitarse los sombreros porque "les congestionaban las ideas" -así lo cuenta la propia artista en una entrevista del año 92-. Es entonces cuando un grupo de muchachos los apedrean, lo que les obliga a huir por la boca del metro, lo que les obliga a huir por la boca del metro. Así nacen las Sinsombrero, esas mujeres, intelectuales y artistas, de la Generación del 27 que se opusieron  a las imposiciones  de los discursos esclerotizados, enarbolando la libertad.

El terremoto de Maruja pronto se sitúa en el epicentro de la vida cultural de la capital, acudiendo a las delirantes tertulias de la época con Dalí, Lorca, Buñuel o Rafael Alberti, que acababa de ganar el Premio Nacional de Poesía por Marinero en tierra (1925) y con quien mantuvo un noviazgo de cinco años. Ella ilustraba sus poemas  y diseñaba  las escenografías de sus obras teatrales mientras él escribe La primera ascensión de Maruja Mallo al subsuelo (1929): "dime por qué las lluvias pudren las horas y las maderas./ Aclárame esta duda que tengo sobre los paisajes./ Despiértame". También se le conoce un efímero romance con Miguel Hernández, ocho años menor, a quien-se cuenta- rompió el corazón...

María Marco. El Cultural, 11-4-2025.

No hay comentarios:

Publicar un comentario