Parece que el poso no procede de la historia, envuelta en un halo de seducción, entre una mujer, casada con un prisionero de guerra francés, y un soldado alemán en una pequeña localidad de la Francia ocupada y que centra una película homónima estrenada en 2015. Antes bien, es inevitable leer esta propuesta como un acto de fe en la propia literatura; incluso puede leerse como un documento, un gesto de resistencia ante la intolerancia pues la autora, hija de judío ucraíno, radicada en París desde que huía de la revolución bolchevique, sabía que su arresto iba a ser inevitable, como así se produjo en julio de 1942, para ser internada en el campo de concentración de Pithviers después de que el régimen de Vichy denegase en varias ocasión su solicitud para obtener la nacionalidad francesa. En poco tiempo sería deportada a Auschwitz, donde murió de tifus apenas un mes después, con treinta y nueve años. El manuscrito de la novela se conservó en una maleta, durante sesenta años, gracias a sus hijas, Denise e Élisabet Epstein, que sobrevivieron con dificultades a la ocupación nazi.
Más allá de lo señalado lo cierto es que esta pieza narrativa -dos partes de las cinco previstas en torno a las emociones y los sentimientos en situaciones verdaderamente extremas que recorren la huida de París de millares de ciudadanos en las primeras horas de la ocupación y, luego, la vida cotidiana en un pueblo al este de la capital, en los primeros meses de la obligada convivencia de la población civil con los militares alemanes. Ahí está también, latente, una reflexión sobre las fronteras del colaboracionismo y sobre la propia dignidad.
Ramón Nicolás. Fugas. Libros. La Voz de Galicia, viernes 4 de abril de 2025.
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