Lo que sí ha dejado de hacer es editar discos de estudio: apenas cuatro firmados en solitario desde la disolución en la primavera de 1995, de Mano Negra, el grupo con el que se hizo famoso y con el redefinió el punk mezclando todas las referencias imaginables en un estilo propio que llamaron patchanka y que ha sido imitado hasta el hastío. Su último disco hasta ahora, La Radiolina, se editó en 2007, hace 17 años. Para un artista de la generación de Chao, anterior a las revoluciones digitales, es mucha ausencia, aunque la haya compensado con otras presencias. Más de 200 meses sin presentar nuevas canciones en forma de álbum equivalen a una deserción en toda regla, una renuncia casi definitiva. En abril, Chao hizo público, con cierta sordina, que acababa de completar la grabación de un nuevo disco, Viva tu (sin tilde). El álbum, según se confirmó entonces, incluye trece nuevos temas y finalmente se publicó el 20 de septiembre.
Existen múltiples razones para que un artista que ha dado un paso al costado decida volver a entrar a un estudio después de larga ausencia. David Bowie lo hizo con la intención de enriquecer su legado musical con un álbum póstumo. Leonard Cohen sufrió una estafa que le dejó en la ruina. El saxofonista Sonny Rollins se bajó de la rueda y dedicó dos años a practicar en solitario en el puente neoyorquino de Williamsburg hasta que sintió que empezaba a despertar de nuevo la pasión por su arte, según argumentaba él mismo, por la presión y las expectativas comerciales. Marvin Gaye recuperó la ambición y se reconcilió con la industria tras concederse un largo periodo de indulgencia sabática en la ciudad belga de Ostende. Manu Chao acaba de añadir una nueva página a su cancionero particular tras un silencio bastante más largo que el de Bowie, Rollins, Cohen y Gaye. Nadie sabe por qué se apeó de la rueda y sus razones para volver en absoluto resultan obvias, pero tal vez puedan intuirse...
Cuando debutó en solitario en 1998 con Clandestino y se convirtió un éxito global, a Chao parecían quedarle muchas balas en la recámara. Lo que nadie esperaba es que el grueso de su munición se agotase en apenas cinco años o que, sencillamente, el músico se cansase de disparar y optase por vivir a otro ritmo. De forma inadvertida, su carrera entró en un largo barbecho. Aparcó las grandes giras renunció al estudio, ni siquiera le importó que fuesen otros los que recogiesen los réditos de la revolución musical que él había liderado. Contaba con la libertad casi absoluta que le proporcionaba el desahogo económico. Es un hombre que se ha ganado el privilegio de hacer solo lo que le apetece. Eso, o es de esos rebeldes viscerales que siempre se las arreglan para hacer algo distinto a lo que se espera de ellos.
Viva tu es una confirmación paradójica de esta última tesis. Chao nunca se fue, pero, por si acaso, se las ha arreglado para volver cuando ya casi nadie lo esperaba. Con nocturnidad, alevosía y cargado de canciones que llevan su impronta y suenan atemporales. Porque él no siente la necesidad de evolucionar en ninguna dirección: es de su centro de gravedad, el mismo, en esencia, que alcanzó hace más de 40 años, en los albores de su carrera, de donde brotan las canciones.
Miquel Echarri. Icon . El País
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