viernes, 25 de abril de 2025

El hombre que no estaba aquí

Manu Chao está de vuelta. Enunciada así, la frase puede resultar incluso pueril y lo más probable es que el interesado, un espíritu libre de los que siempre van y vuelven, no la suscriba. Después de todo Chao (París 63 años) no se había ido a ninguna parte. Seguía alternando la trashumancia compulsiva con breves fases de sedentarismo en su pequeño piso de Barcelona, improvisando giras acústicas a salto de mata por Europa, América Latina, el sudeste asiático o el subcontinente indio, regalando píldoras musicales dispersas en redes o en su web, tocando sin previo aviso en saraos, verbenas y jam sessions a uno y otro lado de la Rambla y del océano Atlántico, frecuentando casas okupadas y ateneos libertarios, participando en acampadas solidarias, ofreciendo su voz a las reivindicaciones de prostitutas madrileñas, tribus amerindias y víctimas del fracking o especulación inmobiliaria.

Lo que sí ha dejado de hacer es editar discos de estudio: apenas cuatro firmados en solitario desde la disolución en la primavera de 1995, de Mano Negra, el grupo con el que se hizo famoso y con el redefinió el punk mezclando todas las referencias imaginables en un estilo propio que llamaron patchanka y que ha sido imitado hasta el hastío. Su último disco hasta ahora, La Radiolina, se editó en 2007, hace 17 años. Para un artista de la generación de Chao, anterior a las revoluciones digitales, es mucha ausencia, aunque la haya compensado con otras presencias. Más de 200 meses sin presentar nuevas canciones en forma de álbum equivalen a una deserción en toda regla, una renuncia casi definitiva. En abril, Chao hizo público, con cierta sordina, que acababa de completar la grabación de un nuevo disco, Viva tu (sin tilde). El álbum, según se confirmó entonces, incluye trece nuevos temas y finalmente se publicó el 20 de septiembre. 

Existen  múltiples razones para que un artista que ha dado un paso al costado decida volver a entrar a un estudio después de larga ausencia. David Bowie lo hizo con la intención de enriquecer su legado musical con un álbum póstumo. Leonard Cohen sufrió una estafa que le dejó en la ruina. El saxofonista Sonny Rollins se bajó de la rueda y dedicó dos años a practicar en solitario en el puente neoyorquino de Williamsburg hasta que sintió que empezaba a despertar de nuevo la pasión por su arte, según argumentaba él mismo, por la presión y las expectativas comerciales. Marvin Gaye recuperó la ambición y se reconcilió con la industria tras concederse un largo periodo de indulgencia sabática en la ciudad belga de Ostende. Manu Chao acaba de añadir una nueva página  a su cancionero  particular tras un silencio bastante más largo que el de Bowie, Rollins, Cohen y Gaye. Nadie sabe por qué se apeó de la rueda y sus razones para volver en absoluto resultan obvias, pero tal vez puedan intuirse...

Cuando debutó en solitario en 1998 con Clandestino y se convirtió un éxito global, a Chao parecían quedarle muchas balas en la recámara. Lo que nadie esperaba es que el grueso de su munición  se agotase en apenas cinco años o que, sencillamente, el músico se cansase de disparar y optase por vivir a otro ritmo. De forma inadvertida, su carrera entró en un largo barbecho. Aparcó las grandes giras  renunció al estudio, ni siquiera le importó que fuesen otros los que recogiesen los réditos de la revolución musical que él había liderado. Contaba con la libertad casi absoluta que le proporcionaba el desahogo económico. Es un hombre que se ha ganado el privilegio de hacer solo lo que le apetece. Eso, o es de esos rebeldes viscerales  que siempre se las arreglan para hacer algo distinto a lo que se espera de ellos. 

Viva tu es una confirmación paradójica de esta última tesis. Chao nunca se fue, pero, por si acaso, se las ha arreglado para volver cuando ya casi nadie lo esperaba. Con nocturnidad, alevosía y cargado de canciones que llevan su impronta y suenan atemporales. Porque él no siente la necesidad de evolucionar en ninguna dirección: es de su centro de gravedad, el mismo, en esencia, que alcanzó hace más de 40 años, en los albores de su carrera, de donde brotan las canciones.

Miquel Echarri. Icon . El País 

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