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Fotograma de La viajera. |
Desde entonces es su tercera colaboración con Huppert. Se le aprecia muy cómodo con esa misteriosa mujer que aparece sentada en un banco, le gusta andar descalza y en apariencia es ajena a todo y a todos. Intuimos que tiene sus problemas, y pronto sabremos que se aficiona a la bebida alcohólica coreana makgeolli, confiando en encontrar en ella la paz emocional que busca. Llega con lo puesto y un bolso grande en donde guarda un bolígrafo y unas fichas que usará para enseñar la lengua de Molière a dos coreanas que aceptan su docencia.
También encontrará acomodo en un piso compartido con un joven. Como corresponde a Sang-soo, las situaciones que va creando llegan teñidas de una gran fuerza naturalista, sin el recurso a las convenciones de una filmación, comenzando por una aparente ausencia de guión. Semeja que diera libertad a sus actores a partir de una idea general. El atrezo es sencillo, no hay despliegue de vestuario. Se aprovecha la luz natural y se traslada la carga de la trama a esa señora de la que casi no sabemos nada, al tiempo que es el nexo para trazarnos una serie de retratos basados en las relaciones humanas. Gente que aparenta normalidad, con sus necesidades espirituales, sus dudas, su necesidad de comunicarse, mientras se produce el descubrimiento personal y el encaje en su propia vida. Por supuesto, sintiendo el valor de las palabras.
Miguel Anxo Fernández. La Voz de Galicia, jueves 17 de abril de 2025.
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