Como fondo, los opacos entresijos del lucrativo negocio galerista, dando siempre entrada a la condición humana, con apuntes de diferencia de clase. Si la maestría de Bonitzer no admite reparto en la construcción del entramado dramático, el acabado visual y la narrativa elegida se ajusta a la acostumbrada elegancia del drama a la francesa. Añadamos un inteligente sazonado en torno a la impostura. Acabaremos sabiendo que el protagonista asume un poder consciente de los juegos del poder, léase si no pisas, te pisan, o mejor todavía, vales lo que tu última subasta. Otro tanto la joven con su halo de misterio y sus reacciones desconcertantes. En medio, un tipo honesto que prefiere la compañía de sus amigos del pueblo y su trabajo en una empresa local. Hay algo de fábula, con una moraleja final en la que todos, desprovistos ya del corsé de las apariencias y falsos intereses, se convierten en gente normal. El cuadro robado es cine a la vieja usanza, de cuando las películas entretenían y al mismo tiempo, removían conciencias y cargaban pilas.
M.A. F. La Voz de Galicia, domingo 27 de julio de 2025.
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