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Laurence des Cars |
XL. Semanal. Al asumir su cargo en 2021, prometió abrir de par en par las puertas del Louvre. ¿Qué quería decir con eso?
Laurence des Cars. No quiero un museo reservado solo para una élite con cierta educación. El palacio real en el que estamos se convirtió en un museo solo gracias a la Revolución francesa. Los revolucionarios querían que todos los ciudadanos accedieran a las colecciones reales. Esta debe ser la casa de todos.
XL. El 77 por ciento de los visitantes del Louvre son extranjeros y todos quieren ver más que nada, la Mona Lisa. ¿Es una carga gestionar esta obra?
L.C. Siempre diría que tener la Mona Lisa es un regalo. Pero debemos manejarlo con inteligencia. Quiero que visitar el Louvre vuelva a ser un placer y aún es un desafío físico: hay demasiada aglo meración en la sala de la Mona Lisa, aunque ya hemos limitado el número de visitantes a 30.000 por día. También quiero que vengan más jóvenes, gente para la que ir a un museo no es algo natural.
XL. El museo se encuentra hoy en muy mal estado. Llueve en las salas, el yeso de las paredes se desmorona. ¿Desde cuándo conocía esta situación?
L.C. Desde que acepté mi cargo. El edificio tenía problemas técnicos y estaba anticuado. Encargué un inventario preciso para hacerme una mejor idea.
XL. ¿Y eso ha tardado tanto?
L.C. Solo en espacios de exposición, sin oficinas ni depósitos, esta casa tiene más de 70.000 metros cuadrados. Quería un informe completo, y el diagnóstico fue más preocupante de lo que había asumido.
XL. Emmanuel Macron aprobó en enero un programa de modernización de unos 800 millones de euros. El Louvre es la próxima gran obra del presidente, tras Notre Dame. ¿Se asegura el museo su futuro?
L.C. Creo que sí y estoy muy agradecida al presidente. En los próximos seis años podemos renovar toda la infraestructura técnica. Crearemos una segunda entrada para dirigir mejor los flujos de los visitantes. Y estamos construyendo nuevas salas en el sótano. La Mona Lisa tendrá allí un espacio más grande para explicar a la vez la obra de Leonardo de Vinci.
XL. ¿Y cómo se financiara todo eso después?
L.C. El Ministerio de Cultura contribuirá con diez millones de euros durante una década. El resto proviene de los ingresos del acuerdo de licencia de la marca Louvre Abu Dabi, que hemos abierto allí. Y luego están los mecenas.
XL. Mantienen colaboraciones con Uniqlo, Lancôme y L'Oréal. ¿Es compatible con la imagen del Louvre?
L.C. ¿Por qué no habría de selo? Prestamos mucha atención a con qué empresas nos asociamos. Uniqlo, por ejemplo ha sido partidaria del Louvre durante años. A través de esta cooperación llegamos a un público joven que de otro modo no nos encontraría. Lo mismo ocurre con L'Oréal, con la que hemos diseñado un recorrido a través de nuestras colecciones en relación con la belleza.
XL. ¿Y por qué seguir agolpándose en el Louvre si se puede ver en Instagram?
L.C. O en nuestra web. Todas las obras del Louvre están, sí, en este móvil. Nos escapamos de lo digital, y estamos en las redes sociales, pero no vemos amenazas en ello. La gente seguirá viniendo al museo.
XL. ¿Por qué está tan segura?
L.C. Ninguna aplicación puede reemplazar la confrontación física con una obra de arte. Recuerdo a quienes en pandemia profetizaron que no volveríamos a alcanzar el antiguo número de visitantes. Hoy vienen casi tantas personas como antes de la covid: nueve millones al año. Porque quieren estar frente al original: eso desencadena emociones que ninguna reproducción produce.
XL. Somos bombardeados constantemente con imágenes. ¿Cambia eso algo en la forma que diseña las exposiciones?
L.C. Lo bueno de los museos es que permiten clasificar las cosas en otros periodos de tiempo, a largo plazo. Un museo puede ser un lugar acogedor para encontrarse a sí mismo. Pero también debemos utilizar medios más novedosos como la inteligencia artificial. No debemos temer lo nuevo...
Britta Sandberg. XlSemanal, 17 de agosto de 2025.
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