 |
Fotograma de Sirât. |
La clarividente selección de Sirât como enviada a los Óscar es la ratificación del indefectible punto de ruptura que la película ya marcó en Cannes. Cualquier otra decisión en nuestra candidatura hubiera sido una defección por parte de la Academia. Un retardatario paso atrás. Sirât - y en menor medida Romería- vinieron a jubilar en la Croisette de modo ostentoso al viejo cine español. ¿Qué otra opción cabal se podía tomar este miércoles que la de situar a la película de Oliver Laxe -que ha roto el tablero- como cabeza de puente de esa quiebra con el pasado? De este cambio de guardia generacional. Hay un radicalismo jacobino en la decapitación artística que Sirât ejecuta sin voluntariedad: la de los Garci, Fernando Trueba, Amenábar, ganadores en su día de un Óscar que ya es ceniza: la de los León de Aranoa, Coixet, Bollaín o incluso J. Bayona, frecuentes seleccionados de cartón para estas lides de Hollywood, fenecidos todos ante la irrupción bárbara de Oliver Laxe.
La percutante sacudida que recorre la carretera no asfaltada en ninguna dirección, la que surcan los aventureros de Sirât, nómadas que persiguen las raves y encuentran la guerra -la inminente y la soterrada y colonial de nuestros antepasados- solo conoce un camino: el que va de aquí a los desfiladeros de la shortlist que a mediados de diciembre dejará solo 15 películas en juego por el Óscar. El metabolismo visceral de Sirât se presiente blindado para seguir avanti. Al fin y al cabo, qué mejor vehículo que esta madre de todos los survival para ir pisando por sobre estas etapas de unos juegos de hambre minados y alcanzar la nominación el 22 de enero. ¿Quién dijo miedo? Esta patrulla perdida viene de vuelta de otra dimensión. Y el Óscar, harto de cine sensiblero, se muere por entrar en trance en su desierto.
José Luis Losa. La Voz de Galicia, jueves 18 de septiembre de 2025.
No hay comentarios:
Publicar un comentario