
Angélique Kidjo en el festival Womad de Cáceres.
(Hara Amoros/Womad)
Aprovechando su reciente visita al Womad de Cáceres y su tenaz determinación de "vencer el agotamiento de pasar media vida en los aeropuertos", la artista de Benin accedió a explicar a este periódico por qué sus 65 años, cumplidos en julio, no serán en ningún caso sinónimo de jubilación. "Tengo la obligación de dejarle a mi hija, de 32 años, un mundo de concordia que se parezca mínimamente al que le prometí de pequeña. Nadie es inmune al odio que se está extendiendo por todas partes, así que, como artista, debo confrontar con el poder y decirle a todo el que quiera escucharme: es hora de que despertemos".
Tres cuartos de hora de charla dan para desbrozar mínimamente el diario ético y estético de una mujer que presume de ser la séptima de diez hermanos. Y que hace girar sus más firmes creencias en torno al "amor al planeta como el hermoso ser vivo que nos abraza a todos" y al papel de la familia en el aprendizaje y la transmisión de valores. "Yo no sé por qué hago música", exclama. "Nunca pensé en convertirme en cantante: era un don que estaba ahí, y cualquier don debe servir para compartirlo y hacernos mejores como seres humanos. Mis padres estaban preocupados conmigo porque no construí mi primera frase hasta casi los cuatro años, pero antes de eso ya canturreaba sin parar"
- ¿Y pasó de no hablar a ser una niña charlatana?
-Desde el primer momento. Hablaba tan rápido que mi madre me decía: "Ojalá hubieras seguido cantando, porque ahora nos tienes agotados de tanto escucharte". No paraba de interesarme por todo, hasta el extremo de que los mayores de la familia se dispersaban en cuanto me veían aparecer para que no les hiciera preguntas. Y mi padre les reñía: "Os sentáis y le respondéis. ¿Cómo queréis que aprenda la niña, si escapáis de ella?"
La curiosidad ha sido, desde entonces, el carburante primordial en la vida de Kidjo, una de esas personas que no dejan de observar el mundo y empaparse con la sabiduría del prójimo. Lo comprendió desde muy pronto, gracias aun padre que debía ser tan insaciable como ella a la hora de aprender. "Papá no hablaba español, pero siendo yo todavía muy pequeña, el cogía su banjo y me cantaba Cucurrucucú Paloma. Me repetía que él no era lo bastante rico para enviarme de viaje por medio mundo, pero que podía traerme el mundo a casa a través de la música. Esta enseñanza es hoy la mayor riqueza que puedo entregarles a quienes vengan después".
Si la figura paterna resultó decisiva, la de la madre es aún más imprescindible. "Mamá accedió a formar una familia numerosa, pero avisó de que nunca abandonaría su gran pasión, el teatro", revela. "Fundó y dirigió una compañía teatral y, justo antes de cada función, los animaba a todos con una frase a modo de amuleto: "Haced que volvamos bien a casa". Kidjo la perdió hace cuatro años y ultima ahora un álbum a modo de homenaje monográfico, pero en los momentos cotidianos de duda o zozobra intenta rememorar sus consejos con su propia voz. "Cada vez que me dispongo a pisar el escenario", detalla, "sobre todo si estoy muy cansada, escucho como me insiste: "Tu cuerpo puede estar fatigado, pero el espíritu ha de permanecer desnudo y atento a cualquier estímulo".
El disco sobre el legado materno comparte prioridades en la mente de Kidjo con su reciente concierto en el Royal Albert Hall londinense para conmemorar "40 años de música y activismo", que puede disfrutarse bajo demanda en la web de la artista y representa el más reciente coqueteo de la beninesa -siempre omnívora a la hora de compartir experiencias con otros músicos- con el mundo orquestal. (...)
¿Queda margen para la esperanza , pese a todo? Kidjo quiere pensar que sí. La mujer que atesora cinco Grammy, la embajadora de Unicef, la nieta de una curandera que la despertaba todas las mañanas a las cinco para que la acompañara a recoger hierbas y a comprender que cualquiera solo es "una pequeñísima parte de la naturaleza", dice contemplar muchos rostros jóvenes entre el público de festivales como el Womad.
Fernando Neira. Cáceres. El País, miércoles 20 de agosto de 2025.
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