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Ali Akbar vendiendo periódicos en pleno distrito Saint Germain-des-Pres. (EFE/EPA Christophe Petit Tesson) |
Ali Akbar, paquistaní de 72 años, es el último vendedor ambulante de periódicos de París, aunque el nombre en francés sea mucho más poético: crieur (gritador). Desde hace más de medio siglo recorre unos 15 kilómetros diarios entre las callejuelas del Barrio Latino de París -o de lo que queda de él- ofreciendo periódicos en plazas, restaurantes y locales nocturnos. Ali llega de Antony, en la banlieue sur de París, a mediodía. Empieza a la una cuando se publica Le Monde (su edición es vespertina) y no se marcha a su casa hasta que venda el último ejemplar. Ya sean las ocho, las nueve, las diez de la noche. Desde el café Fleur a Les Éditeurs, pasando por la brasserie Lipp hasta la Facultad de Sciences Po donde, durante años, cuando llegaba a despachar más de 250 periódicos diarios, encontró sus principales clientes entre los estudiantes de Políticas impacientes por saber lo que ocurría en el mundo.
Akbar empezó hace medio siglo despachando el periódico satírico Charlie Hebdo y Libération. Más tarde, cuando empezaron a pedírselo los estudiantes, se pasó a Le Monde, en una ciudad unos 40 crieurs se repartían las esquinas de los principales barrios intentando no pissar el territorio del otro. Una profesión que pudo alcanzar su momento de esplendor en el París de los años sesenta, cuando Jean Seberg serpenteaba entre los coches de los Campos Elíseos en el Al final de la escapada, de Jean Luc Godard, con varios periódicos bajo el brazo gritando "¡ New York Herald Tribune!" mientras la perseguía Jean-Paul Belmondo, frustrado porque no encontraba el horóscopo en ese periódico.
Los tiempos eran distintos, claro. Especialmente en el Barrio Latino, entonces territorio aparte de intelectuales salidos de la École Normale Supérieure, poetas, actores y noches en blanco. La vida de Akbar era una especie de termómetro de la salud cultural de la ciudad, pero también la montaña rusa de la industria del periodismo. "Este lugar ya no es como antes. Ahora está lleno de turistas. Antes era un barrio con alma. Las librerías son ahora tiendas de ropa o de lujo. Y mis clientes, o quienes deberían serlo, leen solo en su móvil, en digital", apunta.
Akbar se marchó de su Pakistán natal en barco, sin un centavo, y cruzó medio mundo antes de llegar a París. Aprendió francés por su cuenta, "con un libro comprado en Gibert Jeune y un diccionario", durmió mucho tiempo bajo los puentes. "Gracias a un argentino, pude empezar a vender periódicos en la calle", recuerda. Y todavía permanecen los recuerdos de los malos momentos, de la discriminación. Por eso, confiesa, sigue en el mismo barrio después de medio siglo. "Soy muy sensible, y al principio lo pasé mal. La calle es dura, y mucha gente me trataba como un mendigo. Ahora aquí me conocen todos, me quieren. Y si me fuera a otro barrio tendría que volver a empezar".
Alí es una institución en el barrio. Todo el mundo lo conoce. Muchos le dejan un billete extra en el periódico o lo invitan a almorzar mientras charlan un rato con él. A las 17.00 del miércoles, se sube a la bicicleta y prosigue su recorrido, primero por el bulevar Saint Gremain y luego gira hasta la plaza de Saint Suplice, donde entra en el café de la Mairie. Muchos pasaron por aquí. Políticos, como Emmanuel Macron ("Cuando era estudiante en Sciences-Po, me invitaba a un café o una copa de vino tinto"), Édouard Philippe, Hubert Védrine o Jean-Louis Debré. Intelectuales como Jean-Paul Sartre, o artistas como Catherine Deneuve y Vincent Lindon.
Su periódico principal ahora es Le Monde, que compra en un quiosco por unos dos euros el ejemplar y vende por casi el doble. Gana alrededor de 70 euros en un día promedio, rara vez se toma un día libre. Leer el periódico continúa siendo una costumbre arraigada en Francia. Algunos amigos compran dos o tres ejemplares y le dan 10 euros. No tiene pensión, pero se las arregla...y su madre consiguió un jardín en Rawalpindi (Pakistán)...
El presidente Macron le otorgó recientemente la Légion d'Honneur, la más alta distinción de la República, que le será conferida en una ceremonia em el Elíseo en otoño."¡Quizás me ayude a conseguir mi pasaporte francés!", bromea Akbar.
Daniel Verdú. París.El País, domingo 27 de julio de 2025.
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