sábado, 13 de septiembre de 2025

El rugido de Le Mans

En Le Mans. (Foto: James Rajjotte)

Son las once de la mañana en una  campa dentro del enorme circuito de Le Mans. Simon y Giles, dos septuagenarios ingleses repanchingados en sillas plegables se sirven un whisky solo en vaso de plástico. No es su primer trago de la mañana. Son cuñados y han llegado de Inglaterra para ver las carreras de automóviles históricos, conduciendo un Austin-Healey 300 de 1963, con puertas blancas y capó rojo, que tienen aparcado ante ellos con el maletero abierto. Dentro pueden verse una montaña de latas de cerveza de medio litro, botellas de whisky, todo tipo de piezas de repuesto y herramientas. "Vengo desde Poole con esta antigualla, uno tiene que saber repararla por lo que sea que puede pasar ", dice Simon. Junto a su vehículo hay aparcados decenas de Austin- Healey similares pero con matrícula francesa. "Nosotros nos concentramos con el club francés de Austin -Healey. Aunque digan lo contrario, te digo que son más simpáticos que los ingleses... De noche nos iremos con el club de Austin-Healey de Holanda, que son los que montan las mejores fiestas", asegura Simon. Mientras su cuñado Giles nos ofrece un whisky. Cuesta creer que vaya a llegar a la fiesta de los holandeses.

La campa donde se concentra el club francés de Austin-Healy está perimetrada por unas vallas, que las separan de las campas reservadas a otros clubs de automóviles clásicos y repletas a su vez de modelos icónicos de la historia del automóvil. Ahí están los plateados Porsche 356, los corpulentos de Tomaso Pantera con sus colores chillones. Lotus afilados y planos como cuchillos. Ferrari que parecen tener branquias de tiburón a los lados , Aston Martin de cuando James Bond era Sean Connery y tenía pelo y no podían faltar los Jaguar E-Type con sus morros infinitos y sus pequeñas cabinas, de los que parece que en cualquier momento saldrá algunos de los mitos eróticos a él asociados, como por ejemplo Don Draper.

Los asistentes pasean entre estos distintos modelos, se asoman por las ventanillas para ver el interior , preguntan todo tipo de asuntos técnicos a sus propietarios... Y sin embargo estos automóviles no son más que figurantes en este evento. Los verdaderos protagonistas son los más de 800 clásicos  que retornan del pasado para volver a competir en las 24 Horas de Le Mans, todos ellos agrupados en distintas categorías por periodos históricos  que van desde e1923  a 2005, representando así las distintas eras de esta prueba centenaria.(...)

Pese al peligro que entrañan estos viejos vehículos, el trabajo que dan y lo ruidosos que son , hay algo en ellos  que, como dice Celia Stevens, puede ser adictivo y que concita aquí a aficionados de todo tipo, coleccionistas, mecánicos, pilotos o meros espectadores que acampan dentro del propìo circuito, que se convierte durante estos días en una ciudad efímera e insomne dedicada al culto del automóvil. Quizás el que mejor supo definir ese algo que arrastra  a toda esta gente  fue Filippo Tommaso Marinetti, el poeta italiano que publicó en 1909 el Manifiesto futurista, cuyo cuarto artículo rezaba así: Afirmamos que el esplendor del mundo se ha enriquecido  con una belleza nueva: la belleza de la velocidad. Un coche de carreras con su capó adornado gon grandes tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo... un automóvil rugiente que parece que corre sobre la metralla, es más bello que la Victoria de la Samotracia".

Jacobo Bergareche. El País Semanal, domingo 24 de agosto de 2025

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