Annie Ernaux. (Foto de Cati Cladera) |
En la limpieza difícil de cada página habita una verdad y la convicción de que con las palabras se puede conjurar el dolor, porque Une femme es un libro de duelo: "Escribo sobre mi madre para, a mi vez, traerla al mundo". La escritora lo hace desde al conciencia política de que el duelo, la desesperación, el libro que tenemos entre las manos, son un lujo. "Hay que mantener el estatus", exclama la madre comerciante, la madre contradictoria, la madre poliedro que, cuando se siente demasiado observada, reta:"¿Quieres mi retrato?". Ernaux aprende de su madre que apariencia física y cultura son patrimonios imprescindibles para el desclasamiento. Las apariencias no engañan. Son lo mismo que la libresca vida interior. Cuando la hija supera la brecha de clase gracias al esfuerzo de esa madre, campesina y obrera que, asciende socialmente regentando una tienda de comestibles, la luchadora experimenta la contradicción de haber cumplido un deseo que la excluye. Durante la adolescencia, la escritora constata la repugnancia y el miedo materno ante la transformación física. El peligro de la sexualidad femenina. Distancia. Pelea. Reencuentro en la vulnerabilidad de la progenitora demenciada. Ernaux escribe para superar el dolor de la muerte: se acaban ciertas exigencias y, después, llega una culpa que la escritora nunca aborda en términos religiosos. El espíritu en Ernaux son unas manos que trabajan y esa es su concepción de una escritura anclada en el género y la clase. La admiración se expresa sin apología y el amor se revela en la búsqueda matizad de la verdad. Ernaux sabe que no volverá a escuchar la voz de su madre y escribe confiando no en el poder paliativo, sino re-creativo de la literatura: no se comporta como una diosa creadora, sino entendiendo el lenguaje como papilla biológica de la que surge la vida. La narración de la muerte es externa, pausada, mecánica. Solemos vivirla así. Después llega lo peor y hay quien se salva un poco porque posee el capital de la escritura. Ernaux lo sabe bien. Lo aprendió de su nadre: la escritura es un capital que nos une pero también nos separa.
Marta Sanz. Babelia. El País, sábado 26 de septiembre de 2020.
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