De aquí y de allá. O sea, de Barcelona y de Conackty. En las dos ciudades se ha grabado el álbum, donde las guitarras se enredan con la kora, los teclados, el balafón y la calabaza. Sonoridades del sur y del norte para una apuesta cantada casi en su totalidad en malinké (un continuo dialectal de África Occidental) que se abre a golpe de afrobeat (Fadensawo) y se cierra con aires de soukous (La paix)...
Kanté editó su primer disco, Saramaya, en 2014, y dos años después publicó Naka. Fueron grabaciones que le abrieron escenarios. De Conackry a Barcelona es una apuesta más sólida, la que puede darle el empujón definitivo. "Lo más destacado del álbum son las guitarras mandingas, que no tuve en los anteriores. El mensaje es el mismo, hablo de la mujer africana".
Kanté no oculta la influencia de artistas subsaharianas en su trabajo: desde sus compatriotas Djeli Kani Fanta Diabate, Diamounou Condé a la maliense Oumou Sangaré. Aunque se nota la diferencia de popularidad fuera de África, entre las cantes guineanas y las de otros países como Malí. "Malí cuida su cultura y trata bien a sus artistas. En Guinea hubo un tiempo de esplendor con Sékou Touré (presidente desde 1958, año de la independencia, hasta su muerte en 1984), pero después todo se paró"...
Javier Losilla. Zaragoza. El País, martes 6 de octubre de 2020.
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