sábado, 21 de agosto de 2021

Napoleón, carretera y mármol

Estatua ecuestre de Napoleón en Laffrey

Un viaje entre la Costa Azul y París por la ruta que el emperador emprendió en marzo de 1815 para reconquistar fugazmente el poder tras su exilio en la isla de Elba, a los 200 años de su muerte. No hay que insistir mucho para que un francés se ponga a hablar de Napoleón Bonaparte. En la barra de Chez François, una taberna a las afueras de Laffrey, un pueblo de medio millar de habitantes en los Alpes, la discusión se enciende rápido. "Es un dictador", sentencia Michel-Joseph, jubilado de la compañía telefónica. Alain, quien trabajó en la construcción sonríe: "Déjalo tranquilo. Sólo mató a veinte millones de personas". Y subraya: "Solo". En realidad la cifra es muy inferior . El tercero, Michel, asiste callado al diálogo. Después hablan del presidente Macron: otro "dictador", dicen. En las elecciones presidenciales de 2022, Alain y Michel votarán a Marine Le Pen, candidata de la extrema derecha; Michel Joseph, no. "Soy de izquierdas", afirma. Ni hablar de vacunarse contra la covid-19, no se fían: en eso, los tres coinciden.

Al cruzar la puerta, un camino conduce a una pradera. Sobre un promontorio, se eleva una estatua ecuestre, protegida por una valla y vigilada por cámaras. Es Napoleón, el emperador de los franceses. El hombre que conquistó Europa y la perdió, el que dejó un reguero de sangre , pero también de leyes y decretos que crearon las administraciones modernas.

Este es un viaje de casi 900 kilómetros tras los pasos de lo que la mitología napoleónica llama el vuelo del águila: el desembarco en la costa mediterránea, el 1 de marzo de 1815, después de 300 días de exilio en la isla de Elba, y la prodigiosa reconquista del poder en París el 20 de ese mismo mes. "La invasión de un país por un solo hombre", resumiría Chateaubriand. Thierry Lenz, historiador y director de la Fundación Napoleón, dice: "Hay algo de milagro, aunque no dejó nada al azar en los preparativos". Él iba a caballo y muchos de sus soldados -un millar al principio, más a medida que se acercaban a la capital- a pie; los enviados de El País viajan en automóvil. Ellos tardaron 20 días; nosotros cuatro. Él se desplazó por una Francia preindustrial con comunicaciones precarias; nosotros atravesamos un país que intenta superar una pandemia: campo y ciudad, montaña y llano, la Francia vacía y la superpoblada. 

Napoleón ausente y a la vez presente durante el trayecto. Legendario y remoto, pero en la Francia de 2021 nunca está muy lejos. Héroe, criminal. Ensalzado 200 años después de su muerte, pero nunca seguro de su lugar en la historia. "Aquí llega el emperador", anuncia una mujer sentada en una terraza del paseo marítimo de Golfe-Juan, pueblo turístico entre Niza y Cannes donde empieza el periplo. Por delante acaba de pasar un tipo vestido de época: el bicornio, la casa y las medallas...

Marc Bassets. Revista V. El País, lunes 2 de agosto de 2021

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