viernes, 6 de agosto de 2021

Tiago Rodrigues lleva el teatro portugués a la conquista de Europa

El dramaturgo Tiago Rodrigues (Lisboa, 44 años) un día escribe sobre su abuela de Trás-os-Montes y otro ensaya un chejov con Isabelle Huppert en París. El estudiante que dudó de su futuro como actor cuando se formaba siguiendo un itinerario convencional en la Escuela Superior de Teatro y Cine de Lisboa explosionó como uno de los renovadores de la escena europea unos años después. Encontró su camino con la compañía belga tgStan y, cuando regresó a casa, fundó en Lisboa con Magda Bizarro Mundo Perfeito, a la que no le gusta llamar compañía sino estructura. Desde 2014 es el director artístico del Teatro Nacional Dona María II, al que dio una sacudida vanguardista que le ha convertido en un socio cortejado para numerosas coproducciones europeas. Hace teatro orgánico, donde lo importante, como en la vida, es la carretera. "Cuando empiezo no tengo necesariamente una visión de lo que será la obra, tengo una visión de lo que será el proceso",  aclara durante una entrevista por teléfono, unos días antes de que se presente en Madrid su versión de la tragedia histórica de Shakespeare Antonio y Cleopatra. Lo que se verá en el Centro Conde Duque entre hoy y el domingo es un montaje desnudo sin ninguno de los aditivos escenográficos que el Bardo ideó.

A diferencia de la dramaturgia clásica, Rodrigues espolea las paternidades compartidas. Sus montajes se van haciendo de forma colectiva y a menudo exploran rincones intimistas. Lo mismo concede todo el protagonismo  a una de las últimas apuntadoras del mundo, como ocurrió en Sopro (Soplo), que dirige la Royal Sakespeare Company en una adaptación de José Saramago (Blindness and Seeing ), pendiente de estreno en Londres tras la cancelación que forzó en 2020 la pandemia. Le quieren en todas partes.

Si esta vez no viaja a Madrid con Antonio y Cleopatra es porque la cita coincide con la representación en Mértola (Portugal) de By Heart, el ejercicio lírico que construyó a partir de la lucha de su abuela contra la ceguera, donde sale a escena Rodrigues, que antes que director se siente actor. En Aviñón, además, le aguardan los ensayos de El jardín de los cerezos, que abrirá el festival el 5 de julio en el escenario principal del Palacio de los Papas con dos músico y diez actores encabezados por Isabelle Huppert. Si algo comparten todas estas obras, ya sean indagaciones poéticas en escenarios pequeños como Mértola o versiones de clásicos en uno de los templos de la dramaturgia europea, es la curiosidad. "No pienso mucho en hacer teatro de una determinada manera a la hora de montar una pieza, tampoco sé lo que es eso. Me gusta aprender, intentar algo nuevo y trabajar con gente con la que no he trabajado", explica...

Si Shakespeare y Chéjov siguen interpelando hoy es porque sus dilemas les han sobrevivido. Tanto miedo ante el futuro como el de los protagonistas de El jardín de los cerezos existe hoy en cualquier hogar de clase media. "Es una obra que habla de cambios sociales profundos  y de cómo nos comportamos ante la incertidumbre del futuro. Son cosas muy próximas a nosotros. Es un retrato del final de una época y el comienzo de otra que todavía no sabemos cómo será", reflexiona a propósito de su primer chéjov . Rodrigues cree que, desde antes del gran confinamiento se vive una encrucijada histórica, "con una Europa con sociedades muy divididas. Yo creo que eso también lo sabía la gente tras el final de la guerra". "Nos esperan años de recuperación  y reconstrucción por delante", añade sobre la pandemia, "los grandes desafíos próximos hay que tomarlos en serio y tener estrategias para fortalecer el sector de las artes". Algo que, en su opinión, no se hizo al comienzo de la crisis en Portugal para ayudar a la cultura.

Tereixa Constenla. Madrid. El País, viernes 11 de junio de 2021

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