sábado, 28 de agosto de 2021

La isla que prendó a Baudelaire

Jardín botánico de Pamplemousses

No es extraño que el poeta mauriciano Malcolm de Chazal, fallecido hace ahora 40 años, escribiera; "El futuro está delante de nosotros y el pasado detrás, pero a nuestros dos lados ¿qué clase de tiempo se encuentra?" Algo de esa envolvente incógnita, entre aperturismo y detención, mansedumbre y voluptuosidad en la isla donde nació  y vivió quien también subrayó; "La luz jamás es sucia salvo en la mirada del hombre" y enarboló esta palpable greguería sobre su paisaje; "Los colores rosados son los dientes de leche del sol".

Mark Twain, que pergeñó su Diario de Adán y Eva (1906) tras pisar estas tierras insulares sentenció: "Primero se creó Mauricio y luego a su semejanza se creó el paraíso". Como él muchos escritores viajeros han dado fe de su fascinación ante tanta concentración de belleza en un espacio tan reducido y recóndito, en pleno Océano Índico. Así, Darwin, Conrad, o Lewis Carroll, entre otros, han dejado testimonio del mismo vergel que inspiró a Baudelaire, en su viaje de 1845, aquellos frondosos versos iniciales: "Este país perfumado que el sol acaricia", surcado por "palmeras de donde llueve a los ojos la pereza...".

La capital de Mauricio ofrece el atractivo de sus animadas calles, mercados pintorescos y templos hindúes. Parapetada por los picos más altos, como el Le Pouce o el Pieter Both, que superan los 800 metros de altitud, Port Louis muestra en su orientación marítima una peculiar aleación cultural y arquitectónica, donde se dan la mano, por ejemplo, el auténtico barrio chino, el vistoso mercado central, la mezquita de Jummah (una joya del siglo XIX con la puerta esculpida en teca maciza) o el conjunto colonial de la Ciudadela, la Casa del Gobierno, la plaza de Armas y el edificio de Correos, desde donde se emitió a mediados del XIX, uno de los primeros sellos postales del planeta, el Blue-Mauritius, con un fondo marino junto al busto de la reina Victoria.

A las afueras, en el elegante y empinado barrio residencial de Moka, se halla la maison Eureka, una emblemática casa colonial de Mauricio. Construida a comienzos del siglo XIX, la mansión se convirtió a partir de 1986 en un atractivo museo con joyas de mobiliario de medio mundo -un armario de mógano francés, una mesa de tamarindo traída de la India, vajillas con emblemas británicos, porcelana japonesa o un gong chino- custodiadas por sus 109 puertas. Más al norte y hacia el interior de Mauricio, se encuentra el célebre jardín botánico de Pamplemousses del siglo XVIII, uno de los más importantes en plantas del subtrópico del mundo. Salpicado por bellas lagunas, junto a la totémica teca y diversos árboles-elefante se concentran alcanforeros, palmas -botella, lotus, ficus, nenúfares gigantes. Un lugar propicio para que Baudelaire inspirara en él su emblemático poema A una dama criolla, cuando la entrevió y prendado, la persiguió a hurtadillas "bajo un dosel de árboles todo perfumado".

Antonio Puente. El Viajero, El País, sábado 21 de agosto de 2021

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