domingo, 15 de agosto de 2021

Gustave Flaubert, el patrón

Gustave Flaubert

Francia conmemora el bicentenario del nacimiento de Gustave Flaubert, a quien algunos escritores (no sólo novelistas, ni sólo franceses) consideran su patrón. No creo que en otros lugares de Europa celebren el acontecimiento, porque los europeos poseemos una moneda única, pero no un único sistema cultural, y en países como España, donde el patriotismo no se puede expresar políticamente, a menudo se expresa culturalmente. Sea como sea, pregúntenme a mí si Flaubert es mi patrón, y yo que soy bastante bueno formulando preguntas, pero muy malo dando respuestas, les daré no una, sino dos: ambas son afirmativas, aunque una es larga y la otra corta.

La larga es mi primera novela que se titula El móvil y constituye una furiosa declaración de amor a Flaubert protagonizada por un novelista a quien el furioso amor por Flaubert conduce al delirio y el crimen. La respuesta breve podría ser la siguiente : Flaubert es después de Cervantes, el novelista más decisivo de la historia de la novela moderna: Flaubert la revoluciona y la sofistica. La novela nace con Cervantes como un género degenerado, gozosamente bastardo, sin nobleza; es decir, sine nobilitate; es decir, snob. Por eso dos siglos y medio después de publicado el Quijote, Flaubert no sólo se propone dotar a la prosa de la misma perfección estética que la poesía, sino sobre todo elevar la novela al mismo estatus que aquélla posee desde la Antigüedad: de ahí que las novelas de Flaubert posean una conciencia de sí mismas, una geometría y una obsesiva deliberación que, antes de él sólo buscaba la poesía; para Flaubert la novela es forma, igual que la poesía: en una novela una buena historia bien contada es una buena historia, pero una una buena historia mal contada es una mala historia.(...) La novela se convierte después de Flaubert en un género irreversiblemente flaubertiano, como prueba el simple hecho de que sus mejores discípulos -Joyce, Kafka, Proust, Faulkner- fueron también los mejores novelistas de la primera mitad del siglo XX a secas. Flaubert fue autor de una obra cicatera, pero incomparable; sus cuatro grandes novelas -Madame Bovary, Salammbô, La educación sentimental y Bouvard y Pécuchet (esta última inacabada)- son cimas inapelables del género, y en los 24 años que median entre la primera y la última su autor recorre un tránsito de siglos: Madame Bovary lleva a la perfección la novela realista; Bouvard y Pécuchet la desintegra, abriendo las puertas al siglo XX...

En un ensayo titulado Flaubert y su destino ejemplar, Borges afirma que el novelista francés fue "el primer Adán de una especie nueva: la del hombre de letras como sacerdote, como asceta y casi como mártir". Mucho me temo que, en este tiempo nuestro, tan descreído, esos tres personajes se antojen remotos, por no decir irrisorios; pero todos los escritores sabemos en secreto que es casi imposible que un escritor que no tenga algo de sacerdote y de asceta -tal vez incluso de mártir- sea un escritor de verdad. Esa es quizá la razón fundamental por la que Flaubert sigue siendo nuestro patrón.

Javier Cercas. El País Semanal, 1 de agosto de 2021 

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