lunes, 2 de agosto de 2021

Cuento de verano al estilo Rohmer: ¡Al abordaje!

Fotograma de ¡Al abordaje!

Qué buenas son las películas que no van de nada y que lo tienen todo. Sin grandilocuencias, sin ínfulas vanas de puesta en escena, sin grandes frases sobre el éxtasis y el pesar, ni grandes teorías acerca de la existencia. Pero con sencillez máxima que no simpleza, con personajes de carne y hueso que disfrutan y sufren, tiemblan y se atreven, se desilusionan y se desesperan. Jóvenes perdidos que se encuentran entre ellos. ¡Al abordaje!, quinta película del francés Guillaume Brac, y primera estrenada en cines españoles, parte del cine de Éric Rohmer, de sus cuentos de verano, de obras mayúsculas como Pauline en la playa y El amigo de mi amiga, aunque quizá con alguna diferencia: su apariencia es aún más leve, que no sus convicciones, y el tono es más simpático y juvenil, de una fastuosa ligereza, valga el oxímoron. 

Un viaje en BlaBlaCar abocado al fracaso culmina en el mayor de los triunfos. Tres jóvenes, dos negros y un blanco, en busca del rollo de una sola noche de uno de ellos, a la que pretenden dar una sorpresa. Unos días en una ciudad pequeña junto al río. Helados, bicis, terrazas, encuentros y desencuentros y jardines  (físicos y metafóricos). Cámara invisible, que nunca se posa sobre ellos sino que los retrata a una cierta distancia, marcando el encuadre de los grupos y los cuerpos con firmeza pero sin agobios. Actuaciones magníficas partiendo de la nada, del ser y del estar, sobre todo la de Salif Cissé con el más bonito de los personajes y sus memorables intercambios con el bebé. Ni más ni menos. Y, de ese modo, alcanzar la trascendencia de la intrascendencia de unos días de verano, donde la relevancia de las relaciones interraciales adquiera la importancia que siempre debería tener: ninguna.

 Estrenada en el Festival de Berlín de 2020, donde obtuvo una mención honorífica de la Fipresci, la federación de críticos internacionales, ¡Al abordaje! no para de elevarse desde su elemental comienzo y se ve con una sonrisa luminosa, como el que observa en directo a una pandilla de amigos muy distintos bregar con los primeros golpes del amor, hasta llegar ala cumbre del karaoke al son de Aline, la mítica canción de Cristophe. Como dice su letra: "Había dibujado sobre la arena/su dulce rostro /que me sonreía /Después llovió sobre la playa 7y en medio de la tormenta ella desapareció /Y yo grité, grité, ¡Aline!, para que volviera".

Javier Ocaña. El País, viernes 23 de julio de 2021 

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