jueves, 5 de agosto de 2021

Baudelaire estremece a doña Emilia

En Un hemisferio en una cabellera Charles Baudelaire siente en la cabellera de su amada todas las aventuras del mundo entero, todos los viajes de los marineros, todas las sensaciones a las que abre su languidez. En Insolación de doña Emilia Pardo Bazán el protagonista andaluz que seduce a la dama gallega -que justifica su fiebre sensual y su salida de los cánones rutinarios diciendo que sufre una insolación bajo el sol de Castilla- introduce con pasión su rostro en la cabellera de ella, para sentir en su pelo toda el alma intensa de la mujer, y todo el alboroto contra lo cotidiano. Son dos cabelleras y dos viajes fuera de la rutina.

Para mí lo mejor de doña Emilia no está en el realismo y el naturalismo que nos enseñan los libros de texto, sino en las obras simbolistas de la última época, como La quimera y La sirena negra. Igual que lo mejor de Benito Pérez Galdós, el hombre con el que ella se acostaba e inventaba un jazz  premonitorio en Santander, para mí, está en Misericordia, con su generosidad imposible, o en Nazarín,  con su cristianismo de cuento trágico.

Doña Emilia una vez dictó una conferencia en el Ateneo de Madrid sobre Poesía decadentista francesa.  En ella dice que Baudelaire es un místico y un idealista, y eso no está fuera de lugar si uno piensa en Los faros o en El albatros, el ave sublime al volar que se vuelve torpe al caminar por el barco. Y dice que Baudelaire es católico, porque al creer en el Demonio también creía en Dios, y que en el catolicismo caben muchas sensibilidades.

Y es que Doña Emilia es católica, faltaría más, pero le va el "estremecimiento nuevo" que prometía Baudelaire, le va el salirse de la rutina y las sugerencias de las tardes oscuras. Ella conocía bien a Baudelaire y Baudelaire le inculcó un veneno que ya estaba dentro de ella. Y en los  dos había una búsqueda de escalofrío nuevo y oscuro.

En La quimera un pintor busca en París ese triunfo nuevo que no encontraba en Madrid. Una dama le dice que lo natural es muy pobre y que la belleza está en la coquetería y en el maquillaje. Yo amo la naturaleza, pero cuando Baudelaire dice "lo natural" yo entiendo "lo simple" -y de hecho para Zola y los naturalistas, la naturaleza significa el imperio de unas leyes muy simples- y entiendo que Baudelaire defienda lo rico y lo matizado fuera de los límites de lo conocido.

En La sirena negra doña Emilia pinta a un dandi baudeleriano en Galicia que por escapar de la rutina y lo conocido acaba en la muerte -"sondeemos el abismo, el cielo o el infierno, qué importa/ al fondo del abismo para encontrar lo nuevo", leemos en el poemario Las flores del mal...

Antonio Costa Gómez. La Voz de Galicia, domingo 27 de junio de 2021

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