miércoles, 20 de abril de 2022

La Francia satisfecha también existe

L'Almiral

Sentado en su mesa de siempre en L'Almiral, el restaurante que ya visitó el comisario Maigret de Georges Simenon en una de sus primeras investigaciones, El perro canelo, el también comisario Georges Dupin solo puede felicitarse una vez más: menos mal que lo trasladaron de París a Concarneau, en el departamento bretón de Finisterre. Porque, se repetirá mientras degusta el enésimo café del día y reflexiona sobre su próximo caso, en ningún otro lugar de Francia, ni en el mundo, se vive mejor que en Bretaña, una región de espectaculares costas atlánticas, clima lluvioso pero suave -el sol sale tantas veces como salen las nubes-, y pequeños pueblos con encanto que ya en el pasado atrajeron a artistas como Gauguin o Picasso.

Es más que ficción. El detective de la saga de novelas negras nacidas de la mente del alemán Jörg Bong, que escribe bajo el muy bretón seudónimo de Jean-Luc Bannalec, no es el único en proclamar que en pocos sitios se vive mejor que en esta región costera del oeste francés: el último barómetro de territorios publicado a finales del año pasado por el instituto Elabe, confirma que los bretones son los franceses más satisfechos con su vida.

"Aquí tenemos una calidad de vida extraordinaria", confirma el (muy real) dueño de L'Amiral, Arnaud Lebossé. "No hay secreto para ello", asegura  sentado en la mesa de Dupin, personaje que ha convertido a su local en lugar de peregrinaje de alemanes, ingleses y hasta españoles entusiastas de las novelas de Bannalec. "Nos contentamos con poco. El trabajo puede combinarse con el tiempo libre y, para el ocio, hay todo lo que se pueda desear: mar, playas, cultura...", resume.

A pesar de lo que piense el comisario Dupin, no es una sensación exclusivamente bretona: el mapa de "satisfacción" de Francia extiende su franja de ciudadanos más conformes con su calidad de vida  -lo que no hace desaparecer la creciente angustia ante el menor poder adquisitivo o la preocupación por el medioambiente compartidas por otros franceses- a lo largo de la costa atlántica francesa, desde Bretaña hasta la frontera española, pasando por los Países del Loira y la región de Nueva Aquitania.

Hay una imagen muy extendida, sobre todo desde las duras protestas de los chalecos amarillos entre 2018 y 2019, de una Francia en cólera, divida, amargada, angustiada por su futuro y por la pérdida de su poder adquisitivo. Una Francia que no ha sabido lidiar  con la fuerte inmigración desde hace décadas y con el auge en algunas de estas comunidades del extremismo religioso en un país donde la laicidad es una cuestión de Estado. Una Francia sumida en una ira y miedo que muchos candidatos de las elecciones presidenciales del 10 al y 24 de abril sobre todo del arco de la derecha y ultraderecha, usan en sus campañas para atacar a Emmanuel Macron.

Pero hay también otra Francia, menos ruidosa, donde las cosas no van tan mal. Donde el pleno empleo que Macron se ha fijado como meta para el próximo mandato -si lo obtiene- no es una mera promesa electoral, sino una realidad desde hace años; con un tejido industrial consolidado, iniciativas innovadoras y donde para la gente, en general satisfecha con su vida, los conflictos sociales se ven en televisión.

"Aquí quien no trabaja es porque no quiere", dice Sophie, camarera en uno de los dos bares de Sèvremoine, en la región de la Vendée, al sur de Nantes y a unas tres horas de coche de Concarneau. Esta localidad de casas uniformes es la población con menos desigualdad en la renta de toda Francia. "Al bar viene todos, nadie habla de si tiene más o menos dinero", asegura...

No todo es La Vie en Rose, pero "vamos bien", confirma Véronique Besse, alcaldesa conservadora de la vecina población de Les Herbiers. Hace una década que esta localidad logró el pleno empleo. Su tasa de paro, es el 3,8%, es la más baja de Francia.

Los habitantes de la costa oeste gala comparten más que la satisfacción con su nivel de vida: la extrema derecha tiene poco que hacer en estas regiones en las que, cierto es, hay muy poca inmigración, uno de los temas favoritos de los candidatos como Marine Le Pen o Éric Zemmour. En toda esta costa oeste, la extrema derecha no ha conseguido implantarse.

Los extremos "no atraen en Bretaña", dice el restaurador Lebossé. "Aquí vivimos bien, tranquilos y la gente no tiene necesidad de refugiarse en los extremos", corrobora Besse en Les Herbiers. Dupin puede tomarse tranquilo otro café.

 Silvia Ayuso. Concarneau. El País, martes, 5 de abril de 2022

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