PREGUNTA. ¿Qué cree que revela el éxito de su ensayo, que en Francia vendió más de 200.000 ejemplares pese a que las librerías estuvieron medio cerradas?
RESPUESTA. Yo fui la primera sorprendida. Hasta ahora había escrito libros sobre el judaísmo que interesaban a un número reducido de lectores, Este logró ir mucho más allá de mi público habitual. Me hizo pensar en la carencia o el hueco que tal vez estaba llenando. Podemos hablar de la pandemia y de cómo el virus nos ha obligado a encararnos con el duelo de nuestros seres queridos, con el miedo a que la muerte aparezca a la vuelta de la esquina. El actual sentimiento de crisis ha despertado ciertos fantasmas íntimos con los que todos convivimos.
P.-¿Quería oponerse al tabú social sobre la muerte y el duelo?
R.- Sí, el éxito del libro me ha permitido entender mejor hasta qué punto hemos dejado de lado las cuestiones tan importantes como la muerte y el luto. No existen tantos lugares donde la gente pueda hablar abiertamente de ello. En las sociedades tradicionales había figuras, como el chamán, que nos ayudaban a convivir con lo que nos atormentaba. En nuestras sociedades modernas e individualistas, actuamos como si la muerte no existiera.
P.-En los últimos años ha surgido toda una nueva literatura del duelo, de Joan Didion a Chinamanda Ngozi Adichie. Muchos eses libros se han convertido en best sellers. ¿Nos dirigimos a la literatura como antes acudíamos al cura o al rabino?
R.- Ante la muerte, seguimos necesitando un relato sagrado, una narración que nos haya precedido y que siga existiendo cuando ya no estemos. Un año después de la publicación del libro todavía sigo recibiendo cientos de cartas de lectores que quieren seguir conversando conmigo tras leerlo. Todos necesitamos que alguien escuche nuestras historias, queremos depositarlas en alguna parte. Y muchas veces no sabemos a quien dirigirnos...
P.- ¿Está sustituyendo la literatura el rol que solía tener la religión?
R.- No creo que la haya sustituido, pero sí tiene el mismo papel: el de unir y religar. Religión viene, después de todo, del latín religare. Buscamos desesperadamente un vínculo con los demás, tal vez porque las crisis y las guerras lo están destruyendo. La literatura cumple esa función. Es uno de esos lugares. Es uno de esos lugares donde ese nexo sigue siendo posible.
P.- Otra clave de su éxito ha sido reinterpretar los relatos bíblicos conectándoles con la actualidad, al margen de toda ortodoxia.
R.- Esos textos siguen siendo una guía, como lo suelen ser todos los grandes relatos, porque entran en resonancia con nuestras experiencias. El problema es que la lectura puede hacerse de muchas maneras distintas. Basta con observar los fundamentalismos religiosos que utilizan esos relatos al servicio de un discurso mortífero y extremista. A un texto religioso le podemos hacer que diga cualquier cosa. Puede alimentar un proyecto de vida, pero también otro de destrucción. Uno de apertura a los extranjeros, pero también otro de corte ultranacionalista. Uno feminista y también otro misógino...
Álex Vicente. Babelia. El País, sábado 9 de abril de 2022
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